José Luis Díaz Monreal, (Pamplona 1943) antiguo trabajador de Potasas y licenciado en Historia por la UNED, es autor de varios libros y de trabajos de temas sociales y laborales en Navarra. Uno de ellos, Las huelgas de Potasas (2012) le llevó recientemente a Lumbier invitado por la asociación de mayores Irazarra, para impartir la charla: Las huelgas de Potasas y el movimiento obrero navarro. La velada se completó con el testimonio del lumbierino, José Mari Lareki Semberoiz, antiguo trabajador que perteneció al grupo de mineros de Lumbier. Lareki fue uno de los 46 participantes en el encierro de 1975, un hito de los más destacados de la historia de la empresa minera, vanguardia de la lucha obrera en Navarra.

Potasas echó a andar en 1960. Cuatro años más tarde, el 14 de mayo de 1964, salía un autobús de Lumbier con 34 trabajadores para el pozo de Beriáin. “Potasas significó un cambio importante en el pueblo. No había industria, fueron los primeros salarios y conflictos laborales, que hemos querido recordar”, apuntaba Juan Ramón Burguete, de Irazarra.

Díaz se remontó hasta los años 40 y 50 , “cuando aún no existía el movimiento obrero, solo algo parecido a sindicatos alternativos al amparo de la Iglesia”. Continuó con las huelgas de 1951 y 56, en España y Pamplona, “huelgas de una semana, espontáneas, muy participativas por la subsistencia”, hasta llegar a los años 60, germen del movimiento obrero, en un país todavía aislado próximo a experimentar importantes cambios.

AÑOS CONVULSOS

En este contexto, añadió, en Navarra, se sucedieron las primeras huelgas impulsadas por CCOO. Recordó que en Potasas el ambiente estaba muy enrarecido entre los sindicatos verticales del régimen franquista. Las negociaciones con comités ilegales acabaron en huelga. Firmaron 9 despidos (1 readmitido). Fueron años convulsos de detenciones y torturas que incluso, “provocaron una homilía conjunta de denuncia suscrita por 160 sacerdotes de Navarra”. Llegaron los 70 con el rearme de CCOO, el despertar de la conciencia y el boom del movimiento obrero. En febrero de 1974, continuó Díaz, la huelga general de Motor Ibérica impulsó el encierro de 187 trabajadores en la mina durante 72 horas y hubo cuatro despidos.

Una huelga posterior (más de 40 días sin cobrar) provocó el segundo encierro (7 de enero de 1975) que se prolongó durante 15 días. En él participó José Mari Lareki. “Con las huelgas de Potasas del 74 y 75 toda Navarra paró. Fue un pulso al régimen que ya se tambaleaba y se saldó con 49 despedidos”, comentó. Añadió que en 1978 Navarra estaba a la cabeza de huelgas del Estado. Los años 80 trajeron la división y configuración de los sindicatos legalizados. En una coyuntura de conflictividad y lucha por convenios, detenciones y torturas, Potasas de Navarra cerró el 31 de marzo de 1986 (el 1 de abril abrió Potasas de Subiza). Un referente del movimiento obrero navarro cuya lucha estuvo marcada por “la solidaridad, unidad y dignidad”.

ENCIERRO EN LA MINA

Estas características y valores forman parte de los recuerdos de Lareki. En 1964 tenía 18 años cuando se subió a aquel autobús para ir a trabajar a Potasas. Lumbier vivía del campo, las fábricas tardarían unos años en llegar. Era su oportunidad de trabajar y de librarse de la mili. “Fue una tabla de salvación, por el trabajo y porque con dos años en la mina quedaba exento”. Cobraban 3.800 pesetas mensuales y trabajaban en tres turnos de 7 horas. “El trabajo de la mina es duro y peligroso. Te endurece”, admite al tiempo que evoca los accidentes y los muertos, tres de ellos de Lumbier.

Díaz y Lareki, tras la charla. Marian Zozaya

Cumplidos diez años en el pozo de Beriáin este se cerró y pasaron al de Esparza. Allí tomó parte activa en el encierro del 75 a 600 metros, junto a los también lumbierinos: Satur Burguete, Pedro Mari Arizcuren y Miguel Javier Redín. En total, 47 compañeros. “En el encierro todos éramos uno. Era muy joven, pero estaba concienciado de lo que hacía. La amenaza de los despidos pesaba y las consecuencias fueron duras. Pero nunca me arrepentí. El apoyo familiar fue total y también el de Lumbier, que llevó a cabo una buena recogida de alimentos y de dinero”, reconoce.

VUELTA Y CIERRE

En la charla rescató las notas de la comida del 5º día. “Desayuno: 2 galletas, 2 espárragos, un poco de mermelada y 1 pastilla de chocolate. Comida: media lata de garbanzos y una rebanada de pan tostado. Cena: 2 galletas, pastilla de chocolate, sorbo de leche condensada , 2 orejones y un chorrico de coñac. Lo peor fue la falta de agua y de tabaco”. Por el encierro, perdió 5 kilos y el trabajo.

Los despedidos montaron un comité de parados para lograr contratos (cotizando ellos) y conseguir el paro . Tras dos años en la construcción, la amnistía de 1977, muerto Franco, le permitió volver a Potasas (1977-78) y mantener categoría y antigüedad . De ahí, pasaron a Potasas de Subiza hasta el cierre. Lareki fue uno de los 147 despedidos. Del paro fue a la jubilación con 49 años, en agosto hará 30. Hoy tiene 78 y no ha perdido su talante colaborador y reivindicativo. “Haciendo una cañada de cuatro días, cuando he podido, en marchas y concentraciones” . Siempre en defensa de los derechos sociales, laborales y de la Memoria histórica.