La velada comenzará a las 19.30 en el centro cívico de la mano de la también poeta Blanca Eslava, autora del prólogo del libro Canción de las voces diminutas quien asegura haberse sentido “completamente identificada con esa infancia de pueblo con la naturaleza como compañera de juegos” fuente de la nueva creación de Isabel Hualde.
¿Su nuevo poemario es un viaje a las vivencias y emociones de la infancia?
–El poemario parte de imágenes inmortalizadas junto al fogón de la cocina, para adentrarse poco a poco en la belleza y estremecimiento que otorga la observación de la infancia desde la mirada adulta, sin renunciar al lenguaje imbuido de inocencia y asombro de esa etapa.
¿Qué le lleva a elegir a Blanca Eslava para su prólogo?
–Es la persona que he entendido más próxima a esas vivencias, dentro de las que escriben y sabía que se iba a involucrar en este tipo de emociones. Y porque la dos hemos vivido interesantes proyectos anteriores relacionados con la poesía.
Edita el libro con La cartonera del escorpión azul .
–Sí. Es una colaboración con el proyecto. Yo no me llevo nada
¿Qué recupera de la observación en su infancia?
–He pretendido rescatar la luminosidad que acompañaba a nuestros días, la búsqueda de la soledad y la mirada perdida huida a algún otro lugar; las hormigas olfateando fisuras en la memoria... unido todo a cierto salvajismo que nos hacía libres dentro de la educación humillante y el castigo físico como método de enseñanza.
Una treintena de poemas en dos partes, Canción y Creación. ¿Es autobiográfico?
–Es autobiográfico e introspectivo en parte, puesto que incluye también un homenaje, de ahí el título Canción de las voces diminutas, a todos los pequeños seres que viven el asombro y en el juego a pesar de las dificultades.
¿Qué aporta a su dilatada y premiada trayectoria?
–Ya en Ashwayats –obra anterior– había un homenaje a las cosas de mi infancia, que se negaban a desaparecer de la memoria, aunque incluía algún texto que pertenecía a la memoria colectiva, como el poema dedicado al asiento del que no se levantó Rosa Park. Aquí he decidido adentrarme de lleno en la experiencia de tantos niños y niñas que acompañaron mis días, aunque me dejo en el tintero parte de ellas.
¿Cómo es su estructura?
–Hay una primera parte en la que se entremezclan la hipnosis que ejerce la naturaleza y la imaginación, junto al temblequeo de lo indigerible y el miedo. La voz oscila entre las diferentes emociones. En la segunda he querido levantar el poemario hacia la creación absoluta que supone el nacimiento, por supuesto, incluido el de mi hija. Y finalizo –casi siempre lo hago– con una especie de himno por la memoria de las pequeñas voces ignoradas y luminosas,
¿Destacaría algún poema?
–Diciembre, dedicado a mi hija.
¿Hay ya nuevo proyecto?
–En la primavera regreso a la voz de la mujer con Desbordamientos (Nautilius.)