El vecino Francisco Sampedro descubrió este año un día que iba de paseo por el campo, uno de los lugares más secretos de Oteiza. Un pequeño lagar rupestre situado en un pequeño altozano a las afueras del pueblo en el término de El Monte, y cerca del primer cruce de la carretera que conduce a Tafalla. Se trata de los lagos de una instalación para prensar el mosto de las uvas que en su momento “estuvo delimitado por una pared de mampuesto”, aseguró Esteban Ugarte, aficionado en la búsqueda de materiales y herramientas prehistóricas.
En este descubrimiento se puede apreciar lo que fuera el interior del recinto “se observa claramente la que fue la pila de estruje de la uva mediante pisado, en ella se puede ver una abertura o canalillo para la salida del mosto que iría a parar a una tina de madera o de piedra de almacenamiento”. Con todo, se desconoce si esta construcción que podría datarse del XVI, pudo haber sido explotado “en régimen particular o cooperativo”.
Lo cierto es que actualmente no queda ningún recuerdo por parte de los habitantes del pueblo, ni topónimo alguno que se pueda relacionar con este antiguo lagar rupestre que conserva unas medidas de apenas 36,50 metros cuadrados. El recipiente de estrujado, de 2,40 x 1,3 metros y con una profundidad de 18 centímetros. La instalación constaba también de una “fresquera” aledaña al lagar “donde se mantenían frescos los recipientes de agua y vino, compuesta de lajas hincadas verticalmente en el suelo y cubiertas por otras en posición horizontal. “Este tipo de construcciones lo cubrían de tierra, ramas o céspedes para una mayor consistencia y mantener mejor la frescura en su interior”.
Para este investigador etnográfico, la invención del vino fue “probablemente un hecho casual y no puede atribuirse a nadie en concreto. Parece ser que, hace unos ocho mil años o incluso mucho antes ya se conocía la fermentación de la uva. Según diferentes expertos, la viticultura tiene origen geográfico en Oriente Próximo, en la zona de la actual Georgia, Armenia y el sureste de Anatolia, es decir, en Transcaucasia y la Mesopotamia histórica; no obstante todo está en revisión, ya que a medida que vayan apareciendo nuevas pruebas arqueológicas puede cambiar”. Con todo, se cree que la entrada en la Península llegó de la mano de los romanos que “comenzaron de manera sistemática a plantar la vid”.
A partir de ahora queda trabajar sobre este hallazgo de El Monte en Oteiza que pudo ser una técnica extendida en diversas localidades de Navarra donde se cultivaban las vides pero de os que apenas quedan vestigios, por lo que los de Oteiza cobran mayor relevancia.