La Txantrea se gestó en la década de los 50 como un proyecto nacido desde las entrañas del franquismo. No obstante, en sus primeros pasos, el barrio ya comenzó a evidenciar su naturaleza reivindicativa y comunitaria, por lo que, donde había una dictadura gris, marcada por el silencio y la represión, los vecinos y vecinas pusieron luz, solidaridad y música. En especial, desde 1996, cuando un “grupico” recuperó la antigua tradición de mayordomos –encargados de lanzar el cohete y organizar las fiestas– que había en el barrio de la Magdalena y en muchos pueblos de la zona. Subían a la capital para hacer la puskabiltza para pedir dinero por las casas y lograr los permisos necesarios por parte de las autoridades.

Desde entonces, esa tradición –que recuperó la algarabía y el baile– se ha convertido en el pregón popular de la Txantrea. Y, una vez más, los zanpanzares, la fanfarre, los mayordomos y la comparsa de gigantes y cabezudos han llevado esta mañana el color al Casco Viejo de Iruña –teñido con las nubes de abril– para celebrar el 75 aniversario del barrio y anunciar el inicio de las fiestas, que se celebrarán del 30 de abril al 4 de mayo.

Una historia de amor

Baile de los mayordomos de la Txantrea en la plaza Consistorial de Pamplona

Baile de los mayordomos de la Txantrea en la plaza Consistorial de Pamplona Izaro Díaz

La tradición de los mayordomos se recuperó por un gran amor. El que se tenía por el barrio, por la música y por el otro. Carmen Rus –de 69 años, y Mario Cordero –de 71– acompañaron a José Antonio Pidal Velasco, El Txato, y trazaron el germen de esta costumbre para dar color. “Por mucho que pase el tiempo, cuando nos toca bailar me pongo como las motos”, ha reconocido Carmen. Hasta ese momento, en 1996, ella nunca había bailado y, sin embargo, en cuanto se presentó la oportunidad no dudó en ser una de las guardianas de sus fiestas. “Mario se encarga de llevar el estandarte en las ocasiones especiales. El resto del año, lo albergamos en nuestra casa”, ha contado. Mientras tanto, ya sea por la magia de contener la fiesta en su hogar o por el contagio de generación en generación, los hijos y nietas de Carmen y Mario han seguido la estela de sus mayores y cada víspera de fiestas se colocan sus trajes y salen a bailar, tal y como alguna vez vieron que lo hacían sus padres y sus abuelos.

"Un barrio castizo y lleno de vida"

Por otro lado, Conchita García ha admirado cómo se movían Tartalo, Sorgiñe, Basajaun y Mari, cómo todo el pueblo danzaba al ritmo de los txistus en medio de la Plaza Consistorial y sintió que nunca antes había visto algo igual. “Es maravillosa, encantadora”, ha reconocido embelesada. A pesar de ser vecina de la Txantrea de toda la vida, nunca había podido ver este evento por motivos laborales. Sin embargo, desde hace dos años acompaña a su amiga Carmen Txokarro y, poco a poco, se ha impregnado del espíritu y la “maravilla” de ser residente de su barrio. “Los mayordomos y las mayordomas significan mucho porque se trata de hacer algo para el barrio y reconocer a todas las gentes. Es una costumbre en la que todo el mundo cabe y donde predomina la complicidad. Somos un barrio muy castizo, muy unido y muy lleno de vida”, ha destacado Txokarro.

De esta manera, la Txantrea nació en un tiempo difícil, doloroso y triste, pero, desde aquel entonces, los vecinos ya establecieron los dos pilares fundamentales de un barrio que cumple tres cuartos de siglo: la reivindicación y el auzolan. Y una luminosidad que contagia a cualquiera.