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Javier Pina ElizaldeAUTOR DE ‘LA RECONQUISTA RURAL. ADA. NUESTRA HISTORIA DE ÉXITO’

“Vivir en un pueblo nos da toda la dignidad del mundo, aquí puedes desarrollar tu proyecto común, tu proyecto de vida”

Javier Pina Elizalde presenta en su primera novela una reflexión sobre el futuro de los pueblos y el desafío del despoblamiento rural

“Vivir en un pueblo nos da toda la dignidad del mundo, aquí puedes desarrollar tu proyecto común, tu proyecto de vida”Cedida

Javier Pina Elizalde (Cortes, 1963) presentó este sábado en Orbaizeta su novela 'La Reconquista Rural. ADA. Nuestra historia de éxito'' una obra que pone el foco sobre una realidad urgente: el despoblamiento rural. Tras recorrer un centenar de pueblos de España y conversar con más de un centenar de personas, el autor ha transformado ese material humano en una novela coral y esperanzadora.

Tu novela parte de un viaje personal. ¿Cómo surgió la idea de escribir sobre ello?

–A mí me gusta mucho andar y quise cumplir un sueño que tenía desde hace 36 años que llevaba yendo a Almería. Mi mujer es de un pueblecito de las Alpujarras, me eché la mochila y en 10 días recorrí sólo toda su costa a pie, desde Murcia hasta Granada. Nunca había escrito, pero hice un cuaderno de viaje. En él incluí entrevistas a personas muy curiosas en las que normalmente no te sueles fijar y me vi con 30 páginas escritas sobre despoblamiento. Yo soy de la Ribera, donde hay pueblos de 3000 ó 4000 personas, y aquí lo del despoblamiento nos suena casi exótico. Pero al viajar por el norte de España y también por el interior de Almería, me di cuenta de lo importante que era contarlo.

En tu recorrido has visitado 110 pueblos y has hablado con más de 120 personas. ¿Qué te llegaron a aportar y cómo aparecen en la novela?

–Me encontré con gente que lucha por quedarse en el mundo rural y que me transmitieron posibles soluciones, pero también sus lamentos y su sensación de abandono. Con todo eso, he construido una historia novelada que se desarrolla a lo largo de los años y en la que intento dar unas soluciones para que los pueblos no se queden sin gente. Los personajes, un 80 % basados en personas que he conocido, son el medio para transmitir la idea de que son los pueblos los auténticos protagonistas, los que triunfan.

Una historia de éxito, como bien mencionas en el título. A propósito, ¿qué significa el término ADA del título?

–Viene del pueblo de mi mujer, en la sierra de Almería. Allí hay una calle principal muy estrecha que se va ensanchando hasta confluir en una plaza que llaman el anchurón. ADA es Anchurón de Almería. Lo que quiero simbolizar es que para este triunfo del despoblamiento necesitamos un corazón y una mente muy abiertos, capaces de acoger a tantas personas como tienen que llegar para solucionar el problema.

¿Y cómo se logra llegar a eso? Porque muchos pueblos, alejados de grandes ciudades, con dificultades para fijar población y con tasas altas de envejecimiento, viven el futuro con resignación.

–Mira, yo me he negado a que, al leer mi novela, tengas que estar con un pañuelico al lado para llorar. Lo que quiero transmitir son dos ideas: la alegría por cómo se consigue todo esto y la solidaridad. De esto no se sale sin la solidaridad y sin un proyecto común entre los pueblos. Tenemos que diseñar estos pueblos del siglo XXI desde el amor, sabiendo que no volverán a ser como nos los han contado nuestros padres. Tal vez pasa por unirse en torno a una cabecera de comarca. Echo en falta un movimiento unificador de la sociedad civil donde, desde abajo, nos juntemos, pensemos cómo queremos nuestros pueblos y exijamos a los políticos lo que necesitamos.

En el Pirineo hubo una iniciativa popular como la Mesa del Pirineo, con el apoyo de todos los grupos políticos que, siendo un gran paso, no logra frenar la despoblación. ¿No es una utopía pensar que se puede revertir este proceso?

–Puede sonar utópico, sí, pero lo que no puedo hacer es no transmitir ilusión, sobre todo después de escuchar tantos testimonios. Si bajamos los brazos antes de empezar, ya no tenemos nada que hacer. La ilusión hay que labrarla día a día. Muchas veces todo depende de un alcalde o alcaldesa con motivación, pero hay que proponer algo comunitario que no dependa de ciclos políticos. Porque muchas veces el dinero está, pero hace falta unión e ideas nuevas.

Tú tienes raíces familiares en el Pirineo navarro. ¿Qué poso te ha dejado ese origen y cómo se refleja en el libro?

–Mi madre y mis abuelos eran de Burgi. Mi abuelo fue uno de los últimos almadieros. Yo tenía una gran debilidad con mi madre, y por eso me permito comenzar la novela en el valle de Roncal. De aquí heredé la sencillez, la paciencia, la serenidad. Ese poso de tranquilidad que te hace decir: el día de mañana ya se verá, pero estoy haciendo las cosas bien. En la novela eso se nota: el tono no es de queja, sino de esperanza. Empieza en 1963 y llega hasta el año 2066, porque quiero transmitir que existe un futuro y que todavía estamos a tiempo si actuamos como lo hicieron nuestros abuelos.

¿Y cuáles son esos retos del futuro a los que se enfrentan los pueblos?

–Mejorar las condiciones en educación, la vivienda, el empleo, las comunicaciones... Y luego, algo que debería ser obligatorio es tener un centro social de reunión. Antes eran las iglesias, ahora son los bares. Yo al despoblamiento lo comparo con el azúcar o el cáncer. No lo detectas durante años, pero está ahí. El despoblamiento es una enfermedad silenciosa, que poco a poco nos va resignando y nos impide reaccionar. Yo lo que busco es la reacción porque al final se ve que es una enfermedad grave.

Dentro de la sociedad actual, hay una mentalidad urbanita que quizá ve este tema del despoblamiento como una realidad muy ajena.

Por supuesto, pero en el libro también lo confronto, porque me parece indignante. Estamos ahora contrapuestos con esta indignidad que nos ofrecen las ciudades, donde muchas familias y jóvenes no pueden acceder a una vivienda digna ni a un piso de alquiler. Vivir en un pueblo nos da toda la dignidad del mundo, aquí puedes desarrollar tu proyecto común, tu proyecto de vida.

Tu novela devuelve esa dignidad a muchas personas, lo que llamas “un libro de segundas oportunidades”, ya que pones a actuar a presos de una cárcel, rescatas figuras tradicionales como la del alguacil o pones en valor el papel de las mujeres.

Es un libro de la dignidad de las personas, de cómo un proyecto bonito puede transformar pueblos y personas. Por supuesto, también doy protagonismo a las mujeres, las auténticas luchadoras y guerreras. Y no lo digo por quedar bien, es que lo he visto en todo el mundo rural. O hay mujeres que tirar del carro o, si no, se acaba el mundo rural. En la novela se ve cómo van empoderándose y en el final juegan un papel muy importante. Es una cosa de justicia.

Por último, has llevado tu novela por más de 30 lugares. ¿Qué acogida vas teniendo?

Muy buena. En 5 meses vendí muchos ejemplares, y tengo previstas otras 15-20 presentaciones por toda España. Pero lo haré con más sosiego, ya que no es el dinero lo que me mueve. Es algo que me llena de vida en mi jubilación y creo que es mi obligación transmitir toda esa ilusión que he visto en estos pueblos.