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Sumergirse en el otoño navarro

Decenas de familias han aprovechado este domingo la buena temperatura y la estampa otoñal para visitar Quinto Real y la Real Fábrica de Municiones de Eugi antes de la llegada del frío y las precipitaciones

Domingo de otoño en la Real Fábrica de Municiones de EugiJavier Bergasa

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El otoño navarro ha comenzado poco a poco a decir adiós. Aunque todavía quede más de un mes para cambiar de estación –el invierno meteorológico comienza, en realidad, el 1 de diciembre y termina el 1 de marzo–, la amenaza de la bajada brusca de temperaturas y de precipitaciones frenará, las próximas semanas, la afluencia de excursionistas.

Hoy en Eugi, a pesar de las altas nubes, se ha apreciado un bosque que ya se ha desprendido del último estallido de colores. En Quinto Real, entre hojas caídas y castaños húmedos, decenas de familias se han acercado a la Real Fábrica de Municiones de Eugi para disfrutar de la naturaleza y exprimir los últimos tonos de la temporada.

La estampa, por mucho que haya perdido esos colores naranjas, rojizos y amarillos, ha seguido siendo otoñal:caminos encharcados y aire frío que no ha llegado a calar. Sobre este paisaje, familias, parejas y grupos guiados, han decidido que era un buen domingo para descubrir –o redescubrir– este rincón que combina historia, naturaleza y un punto de misterio industrial.

Paco Labé, arqueólogo, narra sobre las ruinas de Eugui.

Carlos Blanco y Oihane Bello, pareja de huartearras, han ido a Eugi “en busca de un plan diferente de domingo”. Aunque ambos “barajamos ir a otro sitio, nos pillaba más lejos y decidimos venir aquí”, ha explicado Carlos. “Yo creo que había venido de pequeña, pero no lo recordaba así. En otoño, en Navarra, tenemos la suerte de estos paisajes. Es un momento óptimo para venir”, ha declarado Oihane.

"En otoño, en Navarra, tenemos la suerte de estos paisajes. Es un momento óptimo para venir”

Oihane Bello . Excursionista

Patxi Larumbre y Aitor Legarreta, acostumbrados a “andar por el monte, más que a ver cosas culturales”, han querido acercarse a este enclave, precisamente, porque sabían que el tiempo aguantaría. “Hay que aprovechar los últimos días que salen medio decentes, porque enseguida entra el mal tiempo y aquí se nota mucha humedad”, ha confesado Patxi.

Ambos amigos han paseado con cuidado entre los restos de horno y muros recomidos por el musgo y verde de la naturaleza. “Está deteriorado, tienes que intuir más que ver, pero es curioso”, ha subrayado Aitor. Para Patxi, “el bosque está ahora muy bonito” y, sin duda, “el otoño merece mucho la pena en noviembre”.

Patxi Larumbe y Aitor Legarreta, junto a sus dos amigos, frente a los antiguos hornos.

Las escenas más frecuentes del día han sido las de familias enteras recorriendo la zona. “Nosotros solemos venir a por castañas o setas, a correr y jugar con los palos”, ha expresado Hugo Jurado, excursionista txiki, acompañado de sus padres, de su tía y de sus primas. “En otoño, con todos los colores, esto está más bonito aún”, ha descrito Francisco Javier Jurado, padre del niño.

Para algunos ha sido la primera vez en la fábrica, aunque el plan ha incluido, también, subir al monte. “La excursión más larga que he hecho han sido 13 kilómetros”, señaló orgulloso Hugo, mientras sus primas han asentido detrás.

La familia de los Jurado posa en la Real Fábrica de Municiones de Eugi.

Entre los robles, las hayas y los castaños se han dejado ver una treintena de personas, todas muy curiosas y atentas a las explicaciones de Paco Labé, arqueólogo y guía de la zona. Paco se ha convertido a lo largo de su carrera en un personaje ya casi inseparable del lugar. Desde 2012 el arqueólogo acompaña, muestra y contextualiza las ruinas de Eugi, en las que cada piedra parece tener nombre y apellido.

De esta forma, Paco desgrana, un fin de semana al mes, anécdotas sin descanso. Desde el papel del “fiel recibidor” de la fábrica –encargado de pesar hasta seis millones de kilos de carbón–, hasta la llegada de un motero de Cádiz que, como ha recordado el guía, subió expresamente solo para conocer las ruinas tras verlas en un vídeo. “Vino, las vio, comió en el pueblo y se volvió de vuelta a Cádiz”, ha rememorado Paco.

El arqueólogo ha insistido en que el turismo que acoge esta maravilla navarra “es un turismo tranquilo, familiar y deliberado”, Así, Paco ha apuntado que la gente que se acerca a Eugi y sus alrededores “viene a propósito. No es gente que pase y pare, sino que ha leído, ha visto fotos y les han hablado de este lugar”.

Paco Labé, arqueólogo y guía, explica las curiosidades de los hornos a su público.

Aunque el guía también ha destacado que eso no significa que no haya límites de aforo, tanto “necesarios como imprescindibles”. “Esto no es la Selva de Irati, que está masificada. En este aparcamiento, si caben 15 coches, caben estos y no más. El que no pueda aparcar o venir que venga otro día”, ha incidido Paco.

El arqueólogo, con gesto cómplice y amable, ha recordado que en estos grupos, a veces toca “pegar un bocinazo” para evitar escaladas peligrosas. “Si las ruinas han aguantado 200 años, que aguanten un día más”, ha bromeado.

La jornada ha terminado con la misma calma con la que comenzó el día. Algunas familias se han marchado hacia el coche para tomar “una cerveza o un pintxo”, otras han encarado senderos más largos antes de que anocheciera, y los más pequeños han recogido un último palo o piedra y lo han guardado como un tesoro imprescindible para llevarse a casa.

Con el frío ya dejando sentir su llegada y las primeras gotas amenazando desde las nubes, Eugi ha hecho la primera despedida al otoño con la mezcla exacta de historia, humedad y memoria que convierten este rincón del norte navarro en un lugar que no necesita grandes gestos para impresionar.