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Sukha, la marca artesanal que sanó desde las manos

La artista Ainara Arlegui transforma materiales ecológicos en pequeñas figuras con alma que conectan a las personas con la naturaleza

Sukha, la marca artesanal que sanó desde las manosIban Aguinaga

En un pequeño taller de madera en Galdeano, en el Valle de Allín, las manos de Ainara Arlegui San Martín dan forma a algo más que objetos. Los materiales naturales, recogidos a mano y tratados con “muchísimo mimo” por la artista, representan a Sukha, su marca de interiorismo saludable. Un emprendimiento del que, entre ramas secas, flores del río y telas africanas, nacen sus populares sukhitas: pequeñas figuras cargadas de intención y creadas para devolver a su dueño la emoción que su cuerpo necesite.

El proyecto, que hoy lleva el nombre de Sukha –una palabra en sánscrito que significa bienestar y felicidad– surgió hace apenas año y medio, en un momento de transformación. Ainara trabajaba en empleos físicos que, como ella relata, no le llenaban. Y una lesión cervical la obligó a parar. “Fue como si la vida me dijera: para y piensa qué quieres hacer de verdad”, expresa. Así, la galdeana, durante la recuperación, se formó en diseño de interiores, geobiología y biohabitabilidad. Poco después, con la llegada de su primera sukhita, redescubrió su vocación artística. “Siempre me habían gustado las manualidades”, cuenta. “Estudié bachillerato artístico, así que esto ya estaba dentro de mí”, incide.

Su primera creación fue un atrapasueños decorado con una “figurita”, que regaló a una amiga. Pero aquel gesto inocente despertó algo más grande, el don de transmitir y de emocionar a través del arte. “Les encantó, empezaron a pedirme más, sobre todo, como detalle para las bodas de mis amigas. Poco a poco gustó mucho y se convirtió en mi trabajo”, recalca la artista. Del mismo modo, llegaron sus famosas sukhitas. “Nacieron casi sin querer. ellas me eligieron a mí, llegaron solas a mi creatividad”, confiesa.

Materiales naturales

El proceso de elaboración de sus pequeñas creaciones es, además, totalmente artesanal. Desde recolectar los materiales hasta montar cada figura, Ainara dedica unas tres horas a cada pieza. “No trabajo en cadena. Cada sukhita tiene su momento, su energía”, subraya. Una conexión emocional tan potente que ha conseguido hacer llorar a la artista con varias de sus creaciones. “Sobre todo al principio”, remarca la artista. “Una vez me encargaron seis sukhitas para una persona que había perdido a dos seres queridos en dos días. Fue muy fuerte, las hice con un nudo en el estómago”, confiesa emocionada.

Cada figura está hecha con materiales naturales –ramas recogidas en el río, flores secas, piñas o cortezas–, alambre, papel y telas africanas que trae de sus viajes a Senegal. “Las pinto de color naranja porque no quiero que tengan raza. Quiero que sean universales, que representen emociones, no apariencias”, explica. Y aunque cada una es diferente, todas comparten una misma intención, la de transmitir una emoción. “Hay sukhitas que dan calma, otras alegría, otras fuerza. Las hago pensando en lo que necesita cada persona”, relata.

Ainara ha participado ya en varias ferias, aunque la mayoría de sus encargos llegan por recomendación o redes sociales. “Vivir solo de la artesanía es muy difícil”, admite. “Te tienes que mover mucho, buscar espacios, y la gente a veces no valora el trabajo que hay detrás. Pero compensa. Yo disfruto desde que salgo al monte a buscar materiales hasta que entrego la pieza”, declara. Además, la galdeana confiesa que, algunas veces, cuenta con la ayuda de sus familiares y amigos, que siempre tienen muy presente su marca. “Suelen traerme elementos de la naturaleza, como palitos, troncos pequeños y hojas para seguir creando”, revela.

Su taller rural se ha convertido en una extensión de sí misma. Así, entre ramas, hilos y flores secas, el tiempo parece detenerse. Allí, Ainara no solo crea objetos, sino también mensajes. “Vivimos rodeados de plástico y de cosas sin alma. Yo quiero recordar que lo natural también sana”, defiende. De esta forma, la artista, con voz tranquila, insiste en la importancia de consumir local y artesanal. “Tenemos todo lo necesario aquí, solo hay que mirar alrededor. Si apoyamos a las pequeñas creadoras, todas podemos vivir de lo que amamos”, sujeta.

La artista galdeana no solo transmite su sensibilida artística y humana a través de sus sukhitas, sino que también ofrece otros artículos. Eso sí, todos artesanales y naturales. “De momento, tengo las sukhitas, que cuestan entre 35 y 45 euros; pendientes y atrapasueños”, explica. Aunque Ainara nunca sabe cuando la inspiración volverá a llegar a su alma. “Estoy abierta a lo que me sugiera la naturaleza y hasta donde me lleve mi creatividad”, expresa.

Un camino artístico lleno de intención que no ha hecho más que empezar. Sukha, todavía, aguarda planes que permitan la conexión de las personas con la naturaleza. “Seguiré mientras las sukhitas me lo pidan. Yo solo las acompaño”, relata. Aunque Ainara también sueña con impartir talleres para que otras personas puedan “crear con intención”. “Pienso que todos tenemos algo artístico dentro. Yo encontré en las sukhitas una forma de sanar. Ojalá otras personas puedan hacerlo”, finalizó.