Don Francisco Iraceburu condujo su vespa “vieja”, su Seat “corriente” y su Ford Mondeo hasta que en 2022 cumplió 93 años. “¿Es mucho?”, pregunta con ironía.

La DGT le renovaba el carné de conducir, pero Don Francisco abandonó la carretera porque estaba cansado de tantos coches, tantas vueltas para aparcar y tantos excesos de velocidad. “No me sentía cómodo y llegó un momento en el que no me atreví”, confiesa.

Con el Mondeo estacionado en el garaje, ¿cómo iba a recorrer los 15 kilómetros que separan su casa de Barañáin de la iglesia de Torres de Elorz? Desde 1963, había oficiado todas las misas, bodas, funerales, comuniones y confirmaciones de esta pequeña localidad de la Comarca de Pamplona y no podía fallar a sus feligreses.

Para el siguiente domingo, el pueblo ya se había organizado por su cuenta y había creado un grupo de WhatsApp. “Yo no les pedí que me trajeran en coche. Yo no dije nada. Pero… ¡para qué voy a conducir si estoy rodeado de unas personas tan majas, que me lleven!”, se ríe el párroco de Torres de Elorz a sus 95 años.

El sistema que han desarrollado una veintena de familias de Torres de Elorz funciona a la perfección porque, desde hace dos años, Don Francisco siempre tiene un coche esperando en la puerta de su casa. “Me llaman de víspera, me dicen a la hora que pasan a recogerme, me llevan a la iglesia, oficio la eucaristía y me dejan de nuevo en Barañáin”, explica.

Si, por algún casual, el vecino no puede traer al párroco, contacta con el siguiente de la lista para que Don Francisco siempre acuda a su cita dominical. “No he dejado de venir ni un domingo y nunca he pedido un taxi. Se organizan francamente bien, nunca lo hubiera creído”, bromea.

Don Francisco, muy educado, asegura que no cuenta con un taxista favorito: “Conducen francamente bien. Con mucha precaución, sin correr y sin frenazos bruscos. Todos, todos, todos”.

Vecinos de Torres de Elorz, tómenselo como un halago porque a Don Francisco no le han quitado ni un punto del carné y solo le han puesto una multa por exceso de velocidad. “Circulaba 10 kilómetros por hora más deprisa. Íbamos a ver a la virgen de Los Arcos”, recuerda. 

Francisco, rodeado de feligreses Iban Aguinaga

30 años de jardinero

Don Francisco, natural de Villanueva de Arce, estuvo tres años como párroco en Aoiz, otros tres en Peralta y en 1963 aterrizó en Torres de Elorz. Aunque parezca mentira, le costó adaptarse a este pueblo de la Comarca porque tenía muchísimo menos trabajo pastoral que en Peralta. “Eran 5.000 habitantes y el 80% de los jóvenes acudían todas las semanas al centro parroquial”, apunta.

En Torres vivían “64 individuos” y en su primera semana lanzó una silla contra las cuatro paredes de la casa parroquial. “La rompí. Fue un deshago animal porque no quería estar tumbado los domingos a la tarde”, confiesa Don Francisco.

La “rabieta” inicial se le pasó enseguida y comenzó a dar catequesis en la iglesia y en la escuela de Noáin. “Me lo pasaba muy bien”, recuerda.

A las mañanas, Don Francisco fue jardinero en MTorres durante 30 años y aún sacaba tiempo para ir a cazar, pescar o jugar a pelota con los vecinos. “Hacía lo que se hacía en el pueblo. Así me integré. Incluso los agricultores me preguntaban si sabía cuándo había que sembrar”, comenta. 61 años después, Torres de Elorz se ha convertido en “su casa” y los vecinos son “su familia”.

Los feligreses también están encantados con Don Francisco, al que han dedicado la plaza de la iglesia. “Al acabar la misa me cogieron del brazo, salimos a la calle y ahí estaba mi nombre, en una placa. Me quedé cortado. Habían organizado una fiesta fantástica con cantores de la parroquia El Salvador. La gente es muy buena, les quiero mucho”, admite.

Y hace unas semanas, una vecina se enteró de que la iglesia necesitaba un piano nuevo y donó el suyo. “Siempre les digo que me quieren demasiado”, subraya. 

A sus 95 años, Don Francisco conserva una salud de hierro, aunque estos últimos meses “las rodillas me están empezando a fallar y me siento inestable”, matiza.

Aún así, el párroco avisa que no se jubila y que seguirá oficiando misa todos los domingos porque “ver pasar la vida sin hacer nada no tiene sentido. Siempre debes tener alguna obligación. Voy a seguir haciendo cosas positivas hasta que pueda”.

Para cumplir con su propósito, Don Francisco ejercita las rodillas en una bicicleta estática. “El médico y la masajista me dicen qué tengo que hacer y les obedezco”, indica.

Al finalizar la entrevista, desea a la “familia” que pasen buena semana, se despide y se dirige con su carpeta verde azulada a su taxi particular del pasado Domingo de Ramos: un Hyundai blanco. “Don Francisco, que esa es la puerta del conductor. Usted es el copiloto”, le avisa su taxista, Eugenio Sola. “Es verdad. A veces se me olvida”, contesta el párroco. La costumbre tras 77 años con la vespa “vieja”, el Seat “corriente” y el Ford Mondeo.