De Venezuela a Navarra: aprender euskera al otro lado del mostrador
Alejandra Merchán regenta la libería-papelería Atarrabia, donde aprende euskera gracias a la colaboración de sus clientes y a meterle muchas ganas
Al entrar en la Librería-Papelería Atarrabia un “Kaixo!” con acento venezolano y alma navarra saluda desde el otro lado del mostrador, entre cuadernos, bolígrafos y libros de texto. Se trata de Alejandra Merchán, que regenta el establecimiento desde hace cuatro años. Luce con orgullo la chapa de Belarriprest en el pecho, mientras consulta discretamente unas chuletas con los días de la semana, los meses, las estaciones o frases hechas como “Bihar ikusiko gara” o “Mila esker bihotzez”.
No va al euskaltegi, pero está en pleno aprendizaje del euskera gracias a la complicidad con sus clientes. “No tengo tiempo para ir a clase, pero estoy decidida a aprender. Esta es mi mejor aula”, explica en el tranquilo almacén, mientras delega la atención a los clientes en su marido. “Cada persona que me dice una palabra en euskera es como un profesor para mí. Me da la entonación, la forma, incluso las variedades según el lugar. Yo escucho todo eso con mucho cariño”, asegura.
Alejandra llegó a Navarra en 2016 con su familia. Primero vivieron en Zizur y más tarde se trasladaron a Villava-Atarrabia. Desde entonces, afirma con emoción, se siente profundamente navarra: “Cuando salgo de Navarra, ya me pasa que la echo de menos. Entiendo a la gente de aquí que fue a Venezuela en su momento. Yo siento Navarra en todo mi ser. Me siento muy navarra, de verdad. Cada célula de mi cuerpo está agradecida”, confiesa.
Compromiso con la tierra
Su vínculo con la tierra que la ha acogido se traduce en un compromiso que no es solo emocional. “Estoy enfocada desde que llegué en que mi familia y yo hemos venido a aportar. Aportar valor. Y mi forma de honrar este lugar que me ha dado tanto es aprender su lengua. Porque si hablamos distinto, no podré entender tu alma, y mi intención es darte lo mejor de mí”, dice convencida.
Alejandra es una persona “muy atrevida”, tal y como se define ella, y por eso se lanza sin miedo a equivocarse: “Al principio decía ‘bat euro’ hasta que me dijeron que era ‘euro bat’. Cuando me corrigen, lo vivo como un acto de amor y de aprendizaje”, relata. En su establecimiento no faltan carteles y post-its con palabras en euskera pegados en cualquier hueco que haya en la pared. “Hubo un momento en que lo tenía todo empapelado y ya era demasiado, así que empecé a quitar lo que ya había conquistado”, explica.
Apoyo familiar
Su hijo también se le ha unido al proceso. “Busca palabras en el traductor y me escribe en euskera. Eso tiene un valor incalculable para mí. Porque yo no lo hablo, pero intento dar lo mejor”, dice. Su marido, cómplice también en este proceso, le da el relevo en la tienda cuando ella se concentra en aprender. “Llegamos a ese acuerdo. Como no puedo ir al aula, él atiende y yo aprendo”, explica.
Aunque todavía no es Ahobizi, “lo seré algún día si Dios me lo permite”, sí es una Belarriprest convencida, dispuesta a dejarse empapar por el euskera que le llevan los atarrabiarras a su lugar de trabajo. Hace más de una semana desde que acabó Euskaraldia, en cuyo once participó en el pueblo, pero “la chapa me la voy a dejar. Sé que tengo que pasar de nivel y va a significar un trabajo arduo, pero estoy encantada. Es mi propósito”, afirma con toda la determinación del mundo, porque la iniciativa que promueve el uso del euskera resume su filosofía con una frase: “No es de tal fecha a tal fecha. Es todos los días. Define lo que intento y quiero entregar”.
Tarea de todos
Alejandra ha entendido que la lengua no es solo un medio de comunicación, sino también un lazo que une generaciones. “Hay una generación como la mía, la de los 50 y tantos años, que no pudo aprender porque a sus padres se lo prohibieron. Y hay una generación joven que ya lo sabe porque ya no está prohibido”, reflexiona. Por eso, insiste, “poner en valor esta lengua no es solo tarea de quienes la hablan perfectamente, sino también de quienes estamos dispuestos a escuchar”.
Sus frases favoritas en euskera son “Oso pozik nago” y “Egun polita izan”, aunque, como recuerda, “no se traducen exactamente igual a como las digo en castellano. Muchas veces en euskera la frase no es tal cual, y eso tiene magia”. Cada paso que da lo siente como una conquista personal. “Lo estoy internalizando hasta lo más profundo de mi ser”, reivindica.
Su papel como librera le permite estar en contacto con personas de todas las edades, y con cada una aprovecha para aprender. “Desde los pequeñitos hasta los mayores me dan mucho. Me enseñan, me corrigen, me animan. Los clientes me están ayudando muchísimo”, agradece. Y eso, en su librería-papelería, se nota en cada palabra, en cada gesto y en cada Kaixo! que suena con acento venezolano y alma navarra.