- Seis años detrás de la barredora y Javier Etayo nunca había visto algo parecido: “La gente sale a las ventanas a saludarte y, sobre todo en pueblos pequeños, donde viven 30 personas, eres la atracción de la tarde, te ofrecen algo para beber y te dan ánimos”.

Javier Etayo es estos días uno de los trabajadores de FCC que se enfrentan al coronavirus en la vía pública. “Yo normalmente estoy en turno de tarde. Antes de todo esto, hacía de todo, lo mismo llevaba la barredora que la máquina de agua o la piaggio (otro tipo de vehículo más pequeño) también con agua”, pero ahora, “el Ayuntamiento de Pamplona ha llegado a un acuerdo con la Mancomunidad para el servicio, y estamos llevando unos furgones de agua con desinfectante, con una capacidad de mil litros, a los pueblos”.

Han salido de la ciudad, y ahora las tardes las pasan recorriendo localidades de la Comarca de Pamplona realizando la desinfección de la vía pública. “El otro día, me tocó Noáin y Beriáin. ¿Qué hacemos? Pues vas pasando y desinfectando las zonas de más paso, el entorno de las farmacias, de los centros de salud, de supermercados, del Ayuntamiento...”. Como se ve en las imágenes, Javier lleva un aspersor que vierte la mezcla del producto químico con el agua, para eliminar la carga de virus que pueda quedar en las vías públicas. “Solemos pasar un día por semana a cada pueblo a desinfectar. Estos días he estado en Añorbe, Enériz, Tirapu y Biurrun...”. Esto supone que el servicio de barrido que se hacía por la tarde se reduce, en beneficio de las tareas de desinfección, ahora prioritarias.

Los empleados de FCC requieren una extremada protección personal: “Nos ponemos guantes, gafas, otros guantes... además del buzo de trabajo”. Antes de cada servicio, y después también, cada empleado debe desinfectar el vehículo que va a conducir, desde el volante, reposabrazos, manillas, el cuadro, el cambio de marchas... Y cuando acaba su jornada, Javier sigue alerta y no escatima en protección: “Me quito la ropa ya en el garaje, porque vivo con mis padres y no quiero contagiarlos, y la lavo con frecuencia”.

“Realmente no piensas que está el virus, porque si no estarías todo el día dándole vueltas a la cabeza. Haces tu trabajo lo mejor posible y deseas que acabe esta pandemia cuanto antes”. Javier lo lleva con buen humor y se siente recompensado por las muestras de cariño que recibe de los viandantes: “Agradecen el trabajo que hacemos, porque, prácticamente, el virus está ahí y nosotros lo que hacemos es erradicarlo”. Para Etayo, el contacto con la gente y el estar todo el día en la calle es de lo mejor de la profesión de barrendero, y, más aún en estos tiempos de confinamiento, en el que los demás están bajo techo. Él, ahora desde su furgoneta, en su recorrido por los pueblos, puede ver cómo el campo está creciendo en plena primavera, y cómo la vida sigue, en definitiva.

“¡Acaba con él de una vez!, me gritaba un señor de Noáin esta semana”. Aunque, más allá de la anécdota, Javier Etayo también vive este momento con incertidumbre: “No le dimos la importancia que tenía”, dice y desea que pronto la gente vuelva a llenar las calles que él barría.

“Llego a casa y ya me quito la ropa en el garaje, para no contagiar a nadie”

Trabajador de FCC