Por lo general, o al menos tal y como recoge el imaginario común, los oasis tienden a aparecer en los lugares más insospechados. Quizás sea esa cualidad la que les confiere encanto, como tesoros escondidos que emergen, de repente, en medio del desierto más inhóspito. Y se presentan -casi por arte de magia- sumergidos en un paraje desolador para brindar al que los contempla agua y vegetación: el oxígeno que necesita.

También las ciudades precisan respirar y aunque Pamplona está muy lejos de parecerse al Sáhara, pide pulmones verdes que la mantengan viva. En su vecino Valle de Aranguren saben bien de eso y de adelantarse a los tiempos, de pensar y construir las ciudades del futuro con la vista puesta en un urbanismo más sostenible.

Ejemplo de buenas prácticas -y que cuenta incluso con premio y reconocimiento por parte del Gobierno foral- es el parque de Mugartea, que dispone de una balsa que siempre tiene agua y ayuda a combatir las riadas en un entorno singular en el que las ovejas cortan el césped de manera natural, las gallinas ponen huevos en una granja con vistas a grandes bloques de pisos y los animales, todos los que antaño fueron expulsados de su hábitat natural cuando el campo dio paso al pueblo, el pueblo a la urbe y la urbe a la construcción, han conseguido regresar a su hogar. A su charca de siempre que acoge, además, a las aves que llegan de paso.

Lugar de mugas:

Es un lugar de mugas: la de Lezkairu, la de Mendillorri y la de Mutilva. Y enclavado entre ellas, entre los edificios, las carreteras, variantes y grandes superficies, se abre paso la naturaleza en el marco de un proyecto que es pionero en Navarra y que, desde que se terminara en 2015, ha conseguido dar sus frutos.

El parque, de 130.000 metros cuadrados, ha sido diseñado con un sistema de balsas y jardines para la contención de aguas pluviales. Funciona como un "jardín esponja" que absorbe gran cantidad del agua de lluvia. "El resto va pasando por cuatro balsas, de una a otra a través de tuberías, hasta llegar a la de Mugartea, la más grande. Es la que deriva el agua al colector final, de forma que impide que las precipitaciones abundantes lleguen en un periodo corto y provoquen inundaciones por desbordamiento del cauce del río Sadar a su paso por Mutilva", explica Guiomar Santamaría Solana, técnica de Medio Ambiente del Valle de Aranguren.

Asume que el cambio climático es una realidad irreversible, "algo que ya está aquí, y las ciudades tienen que adaptarse para buscar soluciones mediante este tipo de proyectos. Sabemos que va a haber momentos en los que llueva muchísimo, y de esta forma evitamos que toda esa lluvia llegue a un punto tan pequeño como es el río Sadar. La canalizamos y hacemos que llegue poco a poco -resume-. Y sabemos que funciona porque se concluyó hace más de seis años y ya no ha vuelto a haber una inundación a causa del río.

Flora y fauna

Lo especial que tiene, además, la balsa de Mugartea, es que siempre dispone de una lámina de agua y alberga toda la fauna que recoge alrededor: ranas, libélulas, caballitos del diablo, patos (a los que no conviene alimentar con pan, tal y como recuerdan los carteles), y decenas de aves como el cormorán, la gallineta o la garza.

"Tanto espacio verde y zonas húmedas propician que los animales no se tengan que desplazar, algunas aves se reproducen y otras vienen de visita y se les recibe en un lugar en el que combinamos la naturaleza con la ciudad. Se alimentan de los frutos que ven en los árboles o arbustos, vienen otras rapaces que se alimentan de estas aves, muchísima fauna que estaba ahí antes y que ha podido permanecer en este lugar", explica Santamaría.

Actividades con colegios, cajas nido de murciélagos...

Desde el Ayuntamiento del Valle de Aranguren, que apostó por este proyecto, realizan actividades con los colegios, visitas con menores y jóvenes, e incluso han colocado cajas nido de murciélagos en los alrededores -tanto en casas particulares que se han ofrecido voluntarias como al lado de las balsas- porque, al ser animales que comen muchos insectos, mosquitos (que prefieren las zonas húmedas) evitan problemas con estos insectos, de los que también se encargan las ranas. "Hay diferentes especies y se ha conseguido crear un ecosistema con mucho equilibrio", asegura la técnica.

Los vecinos están también encantados y es un lugar que, después del confinamiento, ha crecido en adeptos. "Solemos pasear siempre por aquí, venimos de Mutilva y para estar con los críos y ver los patos es una gozada", reconocían Tania Filgueira y Aritz Mendinueta, que paseaban con Noa y Lara. "Estás al lado de Pamplona pero tienes toda esta naturaleza, con el monte ahí arriba y las ovejas, los animales... Las vistas son muy bonitas". Recuerdan cuando, tras el confinamiento, "estaba toda la vegetación salvaje, se agradecía mucho poder venir. Son todo ventajas".

El alcalde del Valle de Aranguren, Manolo Romero, reconoce que este parque y el de Entremutilvas (con 250.000 metros cuadrados) son los lugares de esparcimiento de la ciudad del futuro. "Es una zona interesante desde el punto de vista medioambiental y no es incompatible con el desarrollo de las grandes ciudades. Es más, debería ser así y creo que este tipo de parques para la recogida de fluviales se van a ir imponiendo en las zonas de nueva planificación. Tenemos que ser cada vez más cuidadosos", reconoce.

Parque pionero:

Y se trata de un parque pionero en lo sostenible, en la recogida del agua y en los espacios verdes porque, además, apenas requiere de mantenimiento. "En verano se deja que la vegetación se seque, con ovejas que pastan la hierba y la mantienen baja, porque en superficies tan grandes es impensable y no debemos gastar tanta agua. La hierba vuelve a nacer después con las lluvias de otoño", explica Santamaría, que indica además que espacio único cuenta con zonas de siembra en las que se cultivarán especies adaptadas al entorno, autóctonas, "o se dejará crecer lo que venga en semillas. La idea es que el parque se dedique y muestre lo que era Mutilva antes, un pueblo dedicado a la agricultura", valora la técnica.

El "urbanismo del futuro"

En las alturas, entre montículos, se asienta la granja de Manuel Picón, además de un pipicán y árboles que en el futuro darán sombra para hacer más amables los caminos. "Es imprescindible que nos adaptemos con proyectos que nos ayuden a vivir mejor en las condiciones en las que estemos. A poder seguir teniendo calidad de vida aunque la temperatura aumente o haya lluvias torrenciales€ Debemos planificar nuestras ciudades y pueblos teniendo en cuenta el cambio climático, y este es un proyecto que se basa en ello -recuerda Santamaría-. Es el urbanismo del futuro y se está trabajando en ello, aunque a un ritmo muy lento. Tenemos que darnos vida".