E n Larrion se ha instalado una depuradora. Es el turno de las pequeñas poblaciones de Tierra Estella. En esto de la depuración de las aguas residuales parece que nuestra dispersión geográfica en cantidad de localidades, hace que todavía las aguas fecales no tengan el tratamiento que la ecología básica requiere. Por mucho que intentemos reciclar y no verter la mierda por los sumideros, si se hace en los pequeños núcleos de población el problema lo seguimos manteniendo aunque la contaminación sea menor que si se trata de poblaciones más grandes. Todavía hay puntos -llamémosles negros-, en los que nos seguimos deshaciendo de los desperdicios echándolos a los ríos. Y esta debería ser una de las acciones prioritarias en los próximos años. El ritmo al que se están colocando estos tramos de depuración es lento. Choca a demás con la idea de mejora constante que respecto al medio ambiente deberíamos tener asumida. Lo cierto es que los altos costes de estas infraestructuras parecen reducir exponencialmente la velocidad de su instalación. Y aquí se produce un fenómeno contradictorio: en muchos casos estas depuradoras que falta por instalar lo serán para reducidas poblaciones. No es que la presión demográfica contamine las aguas como fue ocurriendo en las décadas de los 50 y 60, del siglo pasado. No. De lo que estamos hablando es de colocar infraestructuras casi millonarias para unas decenas de habitantes. El desarrollo de nuestros pueblos tiene estas contradicciones. Apenas se aspira a que la población se mantenga. Durante años no se depuró cuando había población y no se hizo; ahora hay que hacerlo para unos pocos. Y sí. Este retraso históricos nos va a costar un huevo pero por fin hay que hacerlo. ¡Hay que hacerlo ya!