Las localidades con piscinas inician cada verano un especie de tránsito y las reuniones que en invierno son en lugares cerrados o al abrigo ahora se trasladan a la piscina donde se desarrolla una frenética actividad veraniega que tiene el mérito además de servicio de guardería para los más pequeños. El inconfundible griterío de las piscinas es la mejor expresión de la diversión que se produce ahí dentro. El verano es más intenso si lo acompañamos de un buen baño o un chapuzón que nos ayude a superar la calorina, sobre todo estos días en los que es como si Tierra Estella se hubiera transformado en una prolongación del mismísimo Sahara, hasta con sus arenas rojizas en suspensión que, a partir de ahora, también formarán parte de nuestra tierra. Pero en plena ola de calor uno no puede si no pensar en todos aquellos trabajadores que tienen que desarrollar sus tareas a la intemperie. Trabajadores de la construcción, de la hostelería que tienen que tirar de bandeja y los del campo que estos días tienen que atinar con precisión los caudales de riego. También les va a pillar de lleno la ola a los cosechadores del cereal que esta semana despiden el día y siguen por las noches buscando temperaturas más llevaderas que no pongan al límite la refrigeración de los motores de las cosechadoras y la salud de los agricultores. Y en plena sequía acompañada de calor no puedo dejar de lanzar aquí una alerta contra el fuego, un aviso que tenemos que mantener durante el resto del verano ya que este calor ha secado la poca humedad que todavía se conservaba en el campo y en los montes convirtiendo nuestra merindad en un polvorín en el que, en fin, no debemos permitir que salten ni una chispa innecesaria.