Azuelo - "Pocos saben que la cumbre de Ioar pertenece a Azuelo", afirmó ayer Pedro San Emeterio mientras señalaba el Pico Royo y Peña Blanca en la Sierra de Codés, en los confines de Navarra, Álava y La Rioja. Azuelo es una localidad en la que apenas 12 vecinos duermen cada noche pero que cuenta con la Asociación Santa Engracia, que preside San Emeterio y cuyos 200 socios la convierten, año tras año, en una de las más activas de Navarra.

Ayer tuvieron una nueva ocasión de demostrarlo. Celebraron su XXI fiesta de La Matanza, una jornada en la que se he eliminado la muerte del animal, pero que ha recuperado las vivencias en torno a las tareas domésticas del sacrificio y aprovechamiento de los cerdos. Esta era una actividad común en todas las localidades navarras hasta la década de los ochenta, pero las nuevas legislaciones y nuevos modos de vida dejaron en el olvido. No en Azuelo, donde en el renovado edificio del antiguo granero de cereales se representan cada año las tareas típicas que ocupaban buena parte del tiempo y el buen hacer de los habitantes en los meses del invierno.

La Matanza Uno de los momentos más importantes del año en los hogares era enfrentarse a la responsabilidad de llevar a buen puerto la recuperación y elaboración de la carne para el resto del año. Y este proceso artesanal y crucial lo tienen bien interiorizado varias mujeres de Azuelo como Leonor Acedo, las hermanas Sánchez (Consuelo, Fabiola y Lucía), Manuela Pelayo, Isabel Rupérez y Leticia San Román. Pero fue Mertxe Crespo, también natural de Azuelo, quien a sus 70 años relató la importancia de la fiesta. "Hay que pensar que la de aquellos animales era la única carne que entraba en las casas y que había que hacer todos los procesos con mucho cuidado", comentó Crespo mientras manejaba la tripa con la que se embutía el picadillo para hacer el chorizo.

"Aquella carne tenía que conservarse hasta después del verano". Para ello, una de las técnicas que utilizaban en Azuelo era la conservación en aceite: "El lomo, las costillas y el chorizo se ponían en recipientes con aceite y soportaban el calor", dice. Pero la razón principal que ha movido a las vecinas y vecinos de Azuelo a recuperar las labores de la matanza del cerdo ha sido también cultural. "Hemos querido que las siguientes generaciones sepan cómo eran aquellas tareas y también cómo todos los vecinos se juntaban para ayudarse a realizar en común este trabajo tan importante".

La elaboración del cerdo era una tarea que, además de la solidaridad entre los vecinos, se convertía en uno de los grandes acontecimientos sociales y gastronómicos del año, algo que también ha sido recuperado para la fiesta de La Matanza de Azuelo. Primero al convocar a más de 200 comensales alrededor de las mesas del El Granero, donde el menú principal fue un monumental plato de alubias "con todos los sacramentos: costillas, chorizo y morcilla". Y, es curioso, pero la morcilla de Azuelo es una de las pocas dulces que hay en Navarra. Pedro San Emeterio explicó la posible razón. Tanto la morcilla dulce como también la morcillera con las que se hacen, además de otras cosas, "vienen de nuestra relación con localidades riojanas como Torrecilla de Cameros", a donde desde aquí se acudía en invierno a comprar bueyes para los yugos que se utilizaban para la agricultura. "A veces iban los hombres en pleno invierno y se pegaban un mes, así que también vinieron con parejas de bueyes pero también se emparentaron ellos con mujeres de allí", comentó San Emeterio.

la Fiesta Cuando se ve el ambientazo con más de 200 comensales al resguardo de la intemperie del invierno, uno se da cuenta de que la fiesta de La Matanza está consolidada. Y para ello también cuenta con buenos aliados como los componentes del grupo de canciones mexicanas, Los Tenampas, que tienen mucho tirón en esta parte de Tierra Estella y que desde 2011 vienen amenizando prácticamente todas las sobremesas de este día en Azuelo. "Llevamos muchos años aquí y queremos seguir viniendo porque este ambiente que se crea es único", comentó Mikel Artuch, que estaba acompañado de su hermano David, Javier Braco y Mikel Lanz. El veterano del grupo, Patxi Artuch, todavía recuerda el año en el que una nevada les hizo permanecer incomunicados en Azuelo más horas de las previstas: "¡Más vale que vinimos en un todoterreno y al final nos vino bien para salir!".