"En Pamplona parece que la Hermandad de la Pasión del Señor es solo la procesión del Santo Sepulcro en Viernes Santo, pero hacemos muchos más actos públicos", explica Juan Miguel Arriazu Larrambebere, de 54 años, y prior de la Hermandad desde hace tres años. Este curso, la Hermandad cumple su 125º aniversario con un programa repleto de actividades, más de 60. Aunque el papel protagonista que ejercen en la procesión de Viernes Santo les conduzca al citado tópico, fuera de él, ésta es su historia.

Nació en un momento delicado para las cofradías. A finales del siglo XIX, estas se encontraban diezmadas por la falta de dinero y de personas, y eran municipales. Tras un Ayuntamiento republicano que decidió prohibir las cofradías y las procesiones en 1873, y otro monárquico que, cinco años después recuperó las procesiones, pero no las cofradías, "los pamploneses pensaron que debían organizarse al margen de la autoridad municipal", explica Arriazu. Las cofradías procesionales del Santísimo Cristo Alzado, la del Oración del Huerto y la del Santo Sepulcro se unieron. El 18 de enero de 1887 se aprobaron las constituciones de la nueva asociación: la Hermandad de la Pasión del Señor. "A partir de ese momento, el desarrollo de la Hermandad es rápido. El número de hermanos comienza a subir, se tienen más medios y se cambian los pasos actuales por los antiguos. También se otorga más importancia a las procesiones, se empieza a renovar la del Santo Sepulcro", indica Arriazu. "La Hermandad ha pasado por todos los avatares de la sociedad, para lo bueno y para lo malo", resume.

Hoy, la Hermandad tiene su sede en la calle Dormitalería 13, alberga 11 pasos y cuenta con más de 5.000 personas de todas las edades, aunque "la media es alta. Lo que más tenemos que trabajar ahora es el cambio generacional", indica Arriazu. La cuota mínima que se debe pagar es 16 euros al año. ¿Por qué alguien debe asociarse a la Hermandad? "Hay dos factores que influyen: es una asociación de fieles que forma parte de la Iglesia y supone una tradición de la ciudad", afirma Arriazu. Y, hablando de la tradición, surge otro tópico a su juicio. "Es cierto que hay una tradición familiar y hay mucha gente que tiene esa idea, pero luego están las responsabilidades que uno adquiere", señala. Respecto a la heráldica, la Cruz de Jerusalén, formada por cinco cruces, es el emblema de la Hermandad desde 1935. En 2010 se celebró su 75º aniversario.

la procesión, el acto central La actividad de la Hermandad se desarrolla todo el año, excepto desde el 7 de julio hasta el 14 de septiembre. En general, cada año organizan 52 actividades públicas. Al contrario que en otros lugares, "ensayamos poco, aunque todas las procesiones que hemos tenido este año -ocho- nos han servido de prueba".

También cuentan con la experiencia, sobre todo a la hora de organizar el acto central de la Hermandad, que como Arriazu afirma es la procesión del Santo Entierro. Año tras año, hay elementos que apenas varían en este acto. Como los trajes. "Desde hace tres años tenemos un taller de costura que funciona dos días a la semana y se encarga de renovar los trajes poco a poco porque se deterioran, son casi 1.000 entre portadores y figurantes", comenta. Otra cuestión que apenas cambia es la preparación. "Es un follón", reconoce Arriazu. Hay cuatro puntos de organización. El patio de Caballos de la Plaza de Toros acoge los ropajes de los romanos que van a caballo. En la plaza de Labrit se establece un camión con velas, que cada hermano entunicado pasa a recoger. Los trajes del pueblo judío y de las palmas mayores, entre otros, se llevan el día anterior al patio de Nuestras Vecinas de la Providencia y en la sede de la Hermandad se visten los romanos, los del Arca de la Alianza, etc. Por último, en la Catedral hay tres pasos que se incorporan: La Dolorosa, el Cristo Alzado y este año también el del Santo Sepulcro. "Es un montaje que se coordina desde la sede", indica. Luego, en la calle, es más fácil. "Cada uno sigue al que está delante. El lío es salir y recoger después", señala.

Pero, para Arriazu, prior número 33 y miembro de la Hermandad desde hace 41 años, el esfuerzo que conlleva preparar la procesión "merece la pena. Como todo en la vida, lo importante es saber por qué lo haces".