Ayer no hubo hora del vermú en Navarrería. La estampa habitual de un domingo por la mañana con los bares y los aledaños de esta emblemática calle del Casco Viejo de Iruña poblados de gente que opta por exprimir los últimos coletazos del fin de semana fue sustituida por una mucho menos amable, en la que primaron la presencia policial, un ambiente muy poco halagüeño y el hartazgo de vecinos y comerciantes de la zona.

“Es una pasada. Bloquear toda la manzana para que no pueda pasar nadie, con todos los bares y comercios cerrados, me parece exagerado”, señalaba Txopo, vecino, que comentaba la jugada con otro compañero a las puertas de la tienda Gauzak, que amaneció flanqueada por furgones de la Policía Foral y Nacional. “A las mujeres de 80 años que se acercaban con la barra de pan les estaban pidiendo el carnet... No hay derecho”, explicaba Coque, también vecino.

La saturación y el cansancio fueron ayer la tónica general entre vecinos y comerciantes de Navarrería tras el desalojo del palacio Marqués de Rozalejo a primera hora. Desde bien temprano los miembros del gaztetxe salieron a la calle para materializar sus protestas con una kalejira que recorrió el Casco Viejo hasta llegar a Navarrería, a donde los cerca de 50 jóvenes ya no pudieron acceder dada la presencia policial, que desplegó un amplio dispositivo que cercó por completo la zona: desde la entrada de Chapitela por la Plaza del Castillo, en Mercaderes, a la entrada de Navarrería y junto a la Catedral y la calle Curia.

Menos caja Tras la desokupación la jornada se desarrolló sin incidentes, aunque la tensión fue patente, y más de algún vecino tuvo que atravesar el grupo de gente mezclándose con las proclamas -Maravillas aurrera; Alde hemendik, utzi pakean (fuera de aquí, dejadnos en paz); etc.- para intentar llegar a sus portales. Otros salían con las maletas de la pensión AT, junto al Nire Etxea, y contemplaban con asombro la escena.

“La gente ve esto y no pasa, se van a otra calle”, señalaba Carlos Andueza, propietario de la tienda Gauzak. “Hoy no voy a vender ni la cuarta parte, encima domingo... Estamos encerrados -denunciaba-. Los que vienen a echarse un pote al mesón ven todo esto y que está cerrado y se van a San Nicolás. A mí me va a sobrar un montón de género”, lamentaba.

Abrió la tienda a las siete de la mañana, como cada domingo, para ser testigo ayer del desalojo. “Tenemos ganas de que acabe. La otra vez estuvimos así tres días y ahora más de lo mismo. No sé si hace falta tanto operativo, a la gente le agobia”, se quejaba mientras una vecina entraba en la tienda. “A mis amigos no les han dejado entrar, dejan pasar a la gente según les da -denunciaba-. Estamos muy hartos y no de los chavales precisamente. Esta ocupación policial es una vergüenza, no nos dejan transitar... Es desmesurado y hace falta una solución”.

En Navarrería ayer ningún bar subió la persiana, por la tarde sólo en la Mejillonera decidieron intentar recuperar algo de caja. “Por la mañana, cuando hemos visto lo que había, hemos decidido no abrir. Por la tarde sí, la cosa está más tranquila”, decía una empleada. A las seis de la tarde sólo dos furgones de la Policía Foral aguardaban a las puertas de la Catedral y parecía que las calles del Casco Viejo recuperaban la normalidad.

Desde el Mielotxin, en la calle Curia, el camarero no se aventuraba a asegurar las pérdidas. “Está claro que todo esto afecta, pero también es invierno, hace mal tiempo, después de Navidades... No sé. Ayer sí que se notó, no vino nadie por aquí con la manifestación. Pinchazo total por la noche”, decía, señalando que no le hace gracia “ninguna de las dos partes”.

Otro vecino lamentaba la situación. “Estamos agobiados. Puedes estar a favor o no del gaztetxe, pero el conflicto que hemos tenido los vecinos es que hemos estado encerrados, sin poder salir”, valoraba ayer, llamando al diálogo entre las partes. “Lo que hace falta es una solución”, zanjaba.