El debate presupuestario en Navarra vuelve a poner el foco en el uso de las enmiendas parlamentarias, una herramienta pensada para atender necesidades puntuales que, con el paso del tiempo, ha adquirido un peso creciente en la negociación política. Su utilización plantea interrogantes éticos y territoriales, especialmente en un contexto de despoblación rural y desigualdad entre municipios.
Cada año, con la llegada del debate presupuestario, se activa un ritual político que ya nadie disimula demasiado: el reparto de enmiendas. Un reparto que recuerda peligrosamente a aquella advertencia infantil tan conocida: “si te portas bien, los Reyes te traerán regalos”. En la política navarra, el mensaje se traduce con facilidad: si apoyas, si no molestas, si eres de los nuestros, habrá enmienda.
Las enmiendas presupuestarias, muchas de ellas financiadas con cargo al Fondo de Contención del Gobierno de Navarra, deberían ser una herramienta excepcional para corregir carencias reales y atender necesidades urgentes. Sin embargo, su evolución en los últimos años invita a una reflexión ética inevitable.
2019 frente a 2025: cuando la excepción se convierte en norma
En 2019, el Fondo de Contingencia de Navarra estaba dotado con aproximadamente 4,56 millones de euros. La magnitud del fondo era limitada y, al menos sobre el papel, respondía a su finalidad original: atender lo imprevisto.
En cambio, en el actual ciclo presupuestario (2025–2026), el Parlamento de Navarra ha aprobado 368 enmiendas parciales por un importe cercano a los 19,2 millones de euros. La comparación es elocuente: en apenas unos años, el volumen económico asociado a las enmiendas se ha multiplicado, y con él su peso político y simbólico.
No se trata solo de una cuestión cuantitativa, sino cualitativa: las enmiendas han pasado de ser una herramienta puntual a convertirse en un sistema de reparto.
Entre la necesidad y la conveniencia
Sería injusto negar que entre las enmiendas aprobadas hay actuaciones necesarias y socialmente valiosas: centros de día, mejoras en equipamientos sociales, inversiones que responden a demandas reales. El problema surge cuando esas infraestructuras no se plantean allí donde la despoblación aprieta, sino donde el ayuntamiento tiene capacidad económica, estructura técnica y afinidad política.
Paradójicamente, los pueblos pequeños –los que realmente sufren la pérdida de población– siguen sin ver resueltas las cuestiones básicas: servicios, atención sanitaria continuada, vivienda o transporte.
El juego político de las enmiendas
Existen partidos que han hecho de las enmiendas un instrumento para reforzar políticas sociales. Frente a ello, otros grupos utilizan las enmiendas para arreglar calles, plazas o infraestructuras municipales en lugares muy concretos, a menudo gobernados por alcaldes afines o por personas que figuran como futuros cargos parlamentarios.
No se trata de acusaciones personales, sino de dinámicas políticas reconocibles: una forma de pago de deuda moral por lealtades demostradas o trabajos ingratos pero necesarios, mientras los municipios no alineados quedan fuera del reparto.
La Cámara de Comptos: el carbón que no se quiere mirar
En este escenario, la Cámara de Comptos de Navarra vuelve a asumir el papel ingrato pero imprescindible: señalar, año tras año, la falta de planificación estructural, el uso reiterado de fondos de contingencia y la conversión de lo excepcional en habitual.
Despoblación: ¿prioridad real o velo público?
Desde el Gobierno se habla mucho de despoblación. Se anuncian planes, estudios y partidas. Pero la despoblación no se combate con discursos ni con enmiendas negociadas en despachos. Se combate bajando a pie de suelo y abordando problemas reales.
Cuando el dinero público se concentra en pueblos grandes –más votos, más visibilidad, más rentabilidad política– cabe preguntarse si el objetivo real es mantener vivos los pequeños municipios o redirigir a la población hacia núcleos mayores.
Saber de dónde viene el dinero y a quién se entrega
El Fondo de Contención no es un regalo de los Reyes Magos. Es dinero público, procedente de los impuestos de toda la ciudadanía. Por ello, es esencial conocer su origen, su reparto y los criterios que lo rigen.
Una reflexión necesaria
Esta es una reflexión crítica, pero también constructiva. Si Navarra quiere afrontar seriamente la despoblación y la desigualdad territorial, deberá replantearse el uso político de las enmiendas y devolverles su sentido original: servir al interés general.
De lo contrario, el carbón seguirá acumulándose en los informes de la Cámara de Comptos, mientras los regalos siguen cayendo siempre en los mismos zapatos.
La autora es escritora