pamplona - Son ocho barrios con ocho realidades distintas y una en común. Por ahí andan Batean, Umetxea, Yoar, Etxabakoitz Bizirik, Buztintxureando Txuri, Bideberri, Sinarzubi y Aldezahar, motores de la acción preventiva comunitaria con la infancia y la adolescencia, con sus raíces bien ancladas en el día a día de los barrios. Las asociaciones se encargan “de acompañar a los txikis y sus familias en su proceso vital”, dice Elizabeth Luri (Batean). Y el pasado viernes se reunieron para hacer balance y compartir estrategias y retos.

las fortalezas

Referentes en sus barrios

La comunidad

Para Luri la mayor fortaleza en la Rochapea es “la diversidad y las ganas de hacer. 35 educadores y educadoras comparten su tiempo con los más gaztes. Y eso es un privilegio”. En San Jorge se nutren de “una red de tradición muy antigua. Somos los hijos y nietos de las asociaciones que montaron este barrio, y seguimos esa línea”, explica Alberto Jáuregui (Umetxea). El “carácter de pueblo, familiar, y el hecho de que nos conozcamos todos y el proyecto esté consolidado” facilita la labor de Etxabakoitz Bizirik, opina Josune Etxeberria. “La mayor fuerza es la gente, con 55 monitores y monitoras y colectivos que hacen un gran trabajo”, añade Iñigo Iriarte.

“Que existan grupos de ocio y tiempo libre en los que se incluya la observación y el seguimiento de la evolución del chaval nos permite apoyarles, ofrecerles un espacio seguro, y que sepan que pueden entrar y salir cuando quieran. Eso es un punto fuerte porque van a usarnos cuando ellos lo requieran, y luego se pueden acabar convirtiendo en referentes para otros chavales”, detalla Sara Ardanaz, de Sinarzubi (Txantrea). “Es gente del barrio, que conoce sus dinámicas. Parece algo menor pero es algo muy relevante, ayuda a que el barrio sea un espacio de protección. Tu monitor es tu vecino y sabes dónde le puedes encontrar”, concreta Hodei Sarasa (Butzintxureando Txuri).

Oihane Gar, de Bideberri (Mendillorri), detalla que “trabajamos en red con la unidad de barrio, las orientadoras de los colegios y las apymas. La comunidad nos da la fuerza”. Y en Arrosadia y Azpilagaña Itxaso Aranguren destaca que “al llevar tantos años somos referente para los chavales y las familias... históricamente ahí estamos”. Su compañera Zaira Iturbide pone el foco en sendos contratos con el Consistorio que han permitido a Yoar “atender por un lado una situación muy específica que surgió con la población gitana rumana, y a la vez atender al resto”.

Puestos a destacar proyectos, la ludoteca de verano se lleva la palma en Yoar por su acogida (más de 180 menores). El buque insignia de Batean es su escuela comunitaria, con 70 jóvenes del barrio formándose como educadores; toda la chavalería de Etxabakoitz conoce el piso, la oficina donde trabaja Etxabakoitz Bizirik. A falta de local vecinal, un buen día abrió sus puertas a los menores y eso ha reforzado el vínculo, recuerda Josune. En el Casco Viejo Aldezahar junta en sus campamentos “a más de 150 chavales en periodos donde es necesaria una conciliación”, explica Norberto Rodríguez, y Miren Ayerra no duda en calificar la iniciativa de Umetxea Junteros (niños y niñas de 11 y 12 años que preparan su propio campamento y deciden desde las actividades hasta el menú) como “el proyecto estrella. Esos chavales son los que luego arman todo el jaleo en el barrio, el núcleo de la transformación social”.

las carencias

Recursos y espacios

Trabajo por hacer

La falta de espacios y de recursos son carencias compartidas. “Necesitamos más personal técnico, tenemos mucho trabajo voluntario pero hay tanto volumen que los cuatro técnicos no damos abasto”, concreta Gar sobre Bideberri. Batean acogió el año pasado en sus actividades a más de 600 menores, y Luri destaca las “muchas repercusiones negativas de que por falta de recursos tantas txikis se queden fuera de un espacio de ocio saludable, desde la educación no formal, participando en espacios seguros”.

En Etxabakoitz lamentan que la asignación presupuestaria a su servicio es idéntica que la de hace 10 años “y el proyecto crece. Tenemos más chavales, más demandas... y no da”, concreta Josune. Otra de sus debilidades es la falta de un local vecinal o de centros educativos, porque “en el colegio público hay 17 alumnos en todo Primaria y 10 en todo Infantil... la chavalería está escolarizada fuera”, concreta Xabi Urrutia, que recalca que “no queremos llegar a ser un barrio de primera, pero sí al menos de segunda”. Como en Buztintxuri no hay instituto, le cuesta llegar a los adolescentes, lo mismo que le sucede a Yoar, que además desarrolla su actividad en dos barrios, con el doble de chavales y colectivos, y además los barrios colindantes no disponen de este servicio. “Deberíamos atender a mucha más gente, pero no podemos por recursos”, cuenta Iturbide. Por último, en San Jorge “la lucha está en la mejora de las condiciones de vida, que para los chavales fundamentalmente son la movilidad y los espacios de ocio”, argumenta Jáuregui.

10.715 participaciones. Durante el pasado 2018 todas las actividades planificadas por los colectivos alcanzaron las 10.715 participaciones, un 7% más que el año anterior. Un número superior a la población de Villava.

2.781 participantes. En ese mismo ejercicio el número de personas que participaron en alguna actividad fue de 2.781.

716 educadoras. Es la cifra de educadores y educadoras que colaboran con las ocho asociaciones constituidas a día de hoy. El número de técnicos es de 33.

17%

En general, el Servicio de Atención Preventiva Comunitaria está en auge. En el último año, los participantes ascendieron un 17%, de los cuales un 30% fueron adolescentes. Además, creció también el número de educadoras comunitarias en un 7%, mientras que los grupos lo hicieron en un 4%.