El tercer tiempo es una de las cosas que hace del rugby un deporte especial. Desde el pasado curso, La Única Rugby Taldea y Garabato, la comunidad de aprendizaje del comedor solidario París 365, colaboran para la integración en la práctica deportiva de menores en situación de vulnerabilidad. Desde entonces, los terceros tiempos, cuando la rivalidad deportiva se diluye en un ambiente de disfrute, tienen un sabor muy particular gracias a la comida elaborada por las familias de los jugadores y jugadoras africanos llegados a La Única por medio de la iniciativa social.

Tras un primer año de prueba, este curso 2018-2019 ha sido el de la consolidación del proyecto. Hoy son 8 txikis (6 chicos y 2 chicas) entre los 8 y 10 años, los que se visten la camiseta franjiverde. La iniciativa surgió, cuenta Loredana Agosta, responsable de Garabato, del contacto de Javier Orbaiceta de la fundación Knowmad con el comedor París 365 y con la Única. “Javier apoyó este proyecto desde el principio”, agradece Agosta sobre un proyecto que encajaba a la perfección con la filosofía de La Única. “El criterio de todo el club es que la gente se divierta, y más en estas edades”, expresa Juantxo Barcos, coordinador del equipo pamplonés y del proyecto, conjuntamente con Agosta.

Los chicos y chicas de Garabato están integrados desde el primer día dentro de las diferentes categorías del club, que comienzan desde los cinco años y con carácter mixto hasta los 16. Las nuevas incorporaciones a La Única son: Ihab Domínguez Chentouf, las hermanas Marian y Malak Mabdou, Crown Innocence Basil, Allaaedeen y Mohamed Erass Rabhi, Samuel Chibouzu y Wassim Zhairi.

Éste último, de diez años, acaba estos días su primera temporada como jugador de rugby. “Antes había probado el baloncesto y el fútbol, pero este es el mejor de todos”, afirma seguro. En su categoría juegan 22 chicos y chicas, con entrenamientos cada miércoles y viernes. “Hacemos juegos como el pañuelo, partidos”, cuenta entusiasmado Wassim.

Las categorías de base tienen un carácter no competitivo en La Única. En los encuentros con otros equipos llevan a cabo “algo parecido a un partidillo, pero sobre todo consiste en aprender jugando, con conceptos de rugby, pero jugando”, explica Juantxo Barcos.

integración total Los ingresos para los clubes de rugby navarro, cuenta Barcos, “son modestos”, por eso en La Única mantienen una mentalidad de club amateur “de familia”. Todos los estamentos del club ayudan en una cosa u otra en las actividades. El pasado sábado, La Única organizó un encuentro entre escuelas de rugby en las instalaciones de la UPNA que dio cita a los clubes de Durango y Hendaia, con un total de más de 300 jóvenes deportistas.

Tras los partidos, el equipo pamplonés organizó, como es tradición en su deporte, una comida o un almuerzo que bien puede ser un bocadillo o un plato de pasta. Pero en esta ocasión, fueron las madres de varios jugadores provenientes de Garabato, en colaboración con un veterano de La Única, las que se encargaron de su preparación. La llegada de los nuevos txikis, de origen marroquí y nigeriano, ha hecho que el menú de los terceros tiempos haya tenido alguna que otra variación.

Hasta el momento, en sus salidas a encuentros con otros clubes de Álava o Francia, cuenta Wassim, “cinco no comemos cerdo, pero cuando salimos fuera nos dan otra cosa”. Para que eso no pase, y coincidiendo con la cita del sábado, las madres prepararon platos y bokatas con alimentos halal, aptos para el consumo para musulmanes.

La integración de los jugadores y jugadoras de Garabato es total dentro de la familia de La Única. El club, como tantos otros, se sustenta en gran parte en el trabajo voluntario de jugadores, veteranos y familias. “Hacemos todo entre todos. Con Garabato no hemos hecho ninguna distinción, cuando hay que hacer algo participan igual que los demás”, expresa Juantxo Barcos.

comunidad de aprendizaje Garabato comenzó su andadura en 2017 como un espacio de apoyo educativo para menores en riesgo de exclusión social. Ahora, en su segundo curso el local de la calle San Lorenzo, acoge sesiones de ludoteca, apoyo escolar y una escuela de madres y padres, que busca el aprendizaje de los adultos a través de experiencias personales.

Ahora, con el inicio del deporte, a Garabato se le abre una nueva ventana. “El deporte en sí ya es una oportunidad importante, pero la buena coordinación con Juantxo ha sido para las madres sentirse parte de todo el equipo”, cuenta Loredana Agosta. Ese trabajo de dirección coordinada ha hecho, según Agosta, que no la necesiten. “No hace falta que yo les diga que hay que ir de viaje. Ellas me dicen: ¡Lore, que tenemos que ir a Francia!”.