pamplona - Decía ayer David Yárnoz que, independientemente de cómo y cuándo llegue la inspiración, "siempre necesito emocionarme, sentir, vibrar con lo que estemos haciendo". Y lo necesita porque en sus manos y en las de su equipo está a su vez "generar emociones" en la clientela, "que vivan experiencias. Esto supone un gran reto para nosotros que hace que sintamos la intensidad del día a día con la llegada de cada nuevo comensal".

Yárnoz recibió ayer el Premio que la Academia Navarra de Gastronomía entrega anualmente desde 2008. Reunida en asamblea decidió por unanimidad que, efectivamente, la emoción cabe en un plato. Al menos cuando sale de la cocina de El Molino de Urdániz. "El arte con mayúsculas convertido en gastronomía", expresó el presidente de la academia Martín Sarobe sobre el restaurante, y añadió sobre David que es "esfuerzo, honestidad, tesón y genialidad". Ahí es nada.

La avalancha de piropos estaba más que contrastada. En Urdániz, Pamplona y hasta en Taipéi, su firma es sinónimo de buen comer. David es el primer y único cocinero de Navarra con dos estrellas Michelin, la primera en 2007 y la segunda 11 años después. Ya en 2004, cuando cogió las riendas del negocio familiar "intercambiando los papeles con mi madre Isabel", fue revelación en Madrid Fusión. Y tiene dos Soles en la Guía Repsol. Éxitos que recordó ayer en su discurso y que compartió con su mujer Jaione -"juntos hemos llegado hoy aquí y juntos tendremos que enfrentamos a los nuevos retos que nos depare la vida"- y con hijos, familia, amigos y el equipo de El Molino. "De ellos también es este premio", dijo. Su cocina ha ido evolucionando, siempre en busca de un personalidad propia. Un camino en el que, reconoció, "los sentimientos son muy importantes".

comer por primera vez Uno de los momentos que ha marcado El Molino de Urdániz llegó a finales de 2017, "cuando me senté a comer en mi restaurante por primera vez. En la cocina pruebas absolutamente todo, pero nunca me había sentado a vivir la experiencia completa, lo que nosotros ofrecíamos. Algo que parece evidente pero que hace muy poca gente, y es muy importante. En ese momento te das cuenta de muchas cosas". Lo que le sucedió a David fue que la primera mitad de su propio menú "pese a que conocías todo lo que ibas a comer y tenías en la memoria todos los sabores, te emocionaba. Te hacía sentir, te ponía la piel de gallina". Sin embargo, en la segunda mitad "todo estaba perfecto, muy bien hecho. Pero perdías esa intensidad, la emoción". Y llegó a una conclusión: "Tengo que ser honesto y todo lo que haga me tiene que hacer sentir lo que he sentido en la primera parte del menú. Y tomas ese camino", consideró ayer.

Para el que quiera tomar el camino de El Molino de Urdániz, aquí va una advertencia de los inspectores de la Guía Michelin: "Encontrará una cocina actualizada de finísimas texturas, con sorprendentes notas de autor y una exaltación de los productos de proximidad".