ola personas, hoy hemos de contratar los servicios de timbaleros y trompeteros para que€ chanchatachaaan, tachaaan, tachaaaan, anuncien a los cuatro vientos que este que ahora empezáis a leer es el centésimo quincuagésimo Rincón del Paseante lo cual quiere decir que hoy hace 150 domingos que mantenemos una cita, 150 domingos contándoos mis paseos, mis excursiones y mis cuitas. Yo no me canso y por lo que me decís vosotros tampoco así que me temo que al Paseante le quedan unos cuantos kilómetros por recorrer y unos cuantos capítulos por aparecer en vuestro periódico. Ya sabéis que con los cien primeros, publicados en el 18 y el 19, publiqué un libro recopilándolos, este año no voy a esperar tanto y el segundo libro verá la luz con los publicados únicamente en este mierdoso 2020 de infausta recordación y espero poder hacerlo así sucesivamente, de manera que cada año tenga su libro correspondiente. Yo calculo que este nuevo trabajo verá la luz en marzo, pero os recuerdo que ahora tenéis en las librerías el primero para poder hacer un magnífico regalo estas navidades, que mejor regalo para alguien de Pamplona que Pamplona en lata. Ahí lo dejo.

Bien, este ERP de hoy, como ya he hecho otras veces, lo voy a nutrir con un paseo por las imágenes del pasado. Con ello quiero hacer un homenaje a la labor de un padre y un hijo que con su trabajo nos dejaron un legado que nos permite ver y conocer como fue la Pamplona de los años en los que los habitantes de sus calles y de sus casas, los protagonistas de sus fiestas, de sus alegrías y sus penas, los autores de sus luces y sus sombras eran nuestros padres y nuestros abuelos, en definitiva nuestros antepasados más inmediatos, aquellos que nos contaron cómo era aquella Pamplona que no conocimos, como era aquella calle, aquel barrio o aquel personaje chirene que daba color al día a día. Como ya habréis imaginado me estoy refiriendo a D. José Galle Gallego (1898-1983) y a su hijo Fernando Galle Zumealde (1928-1982). A ellos debemos el poder poner imagen certera a lo que nuestros mayores nos trasmitieron con la palabra. Por suerte la mayoría del archivo de Galle está a salvo en el Archivo General de Navarra y está a nuestra disposición así que vamos a ponernos calzado cómodo y vamos a recorrer Pamplona de arriba abajo.

Lo primero que veo me lleva al campo de fútbol de San Juan para ver un partido de Osasuna contra la Burgalesa en una jornada de liga de 1947. Del partido en sí hay muchas fotos pero me llama la atención que hay más del público, la afición se arracimaba para salir en la foto, alegre, bulliciosa y muy variada, señoritas de muy buen ver arregladas de peluquería y modelito dominguero, aldeanos de boina calada, señoritos engominados, niños y militares sin graduación se mezclaban en un totum revolutum. Los árboles que rodean el campo se ven muy solicitados y cada una de sus ramas alberga un par o tres de aficionados que desde tan privilegiada atalaya ven el partido mejor que nadie, se podría decir que disfrutaban de tribuna de rama. El campo de San Juan no era el nuevo Sadar pero lo era todo para aquella Pamplona que vibraba con un Osasuna que, como siempre, les daba una de cal y otra de arena, en primera, en segunda o en tercera San Juan siempre estaba lleno.

El fotógrafo nos pone a pasear y en la siguiente toma estamos en la Plaza de San José viendo la procesión del domingo de ramos, en ella el obispo D. Enrique Delgado Gómez revestido con capa pluvial preside el cortejo que habiendo salido por la puerta de San José recorre la plazuela para volver a entrar en la Metropolitana de Santa María la Real por su puerta principal. Acabados los fastos el fotógrafo hace su agosto fotografiando niños en el atrio de la catedral, niños limpios, sonrientes unos, serios otros pero todos con ropa de estreno, era tradición ineludible estrenar en Domingo de ramos, en algunas fotos no están solos, es toda la familia la que se inmortaliza con sus nuevos ternos. De la catedral nos vamos hasta el parque de Antoniutti donde vemos unas imágenes del desfile de la Victoria, acto de celebración inexcusable cada primero de abril. Era una ciudad que iba de la iglesia al cuartel.

En un efecto vaivén volvemos al atrio catedralicio donde se adivina que estamos en jueves santo por la afluencia de "señoritas bien" de la ciudad que ataviadas con su peineta, su mantilla, su misal encuadernado en rico marroquín y su rosario de plata visten de riguroso luto, vestidos negros que siempre tienen algún detalle que marca la diferencia, que quede claro : somos serias pero no pobres.

El siguiente grupo de imágenes por fin cambia de ambiente y nos lleva a algo más popular para enseñarnos el desarrollo de la carrera ciclista del Circuito de Pascua, a continuación vemos fútbol juvenil en la vuelta del Castillo, la feria del libro en la avenida de San Ignacio, una multitudinaria comida de agricultores organizada por su sindicato en el Euskal Jai, primeras comuniones seguidas de una procesión en los escolapios, otra carrera de bicis por la Baja Navarra pasando por las cocheras del Irati, unas fotos el día de la banderita donde unas chicas sacan unas ochenas al guardia municipal, los Amigos del arte desfilando por Pozoblanco, unas heladeras en Calceteros, una fiesta de una puesta de largo donde vemos divertirse a lo más granado de esa Pamplona en blanco y negro.

Y llegan los Sanfermines y Galle no paraba, y nos lo ensaña todo y nos invita a acompañarle a un chupinazo en el que me llama la atención que está lleno de niños, a un Riau Riau ya masivo y gamberro, a una becerrada con el Chico Olite, a una comida del alcalde Gortari con los periodistas donde vemos a Baldomero Barón, Eladio Esparza y Pérez-Salazar entre otros, a la procesión con las autoridades de impecable lujo. A la tarde Galle nos lleva a los toros, igual que en el fútbol él fotografía sobretodo los tendido de sombra, eso era dinero seguro, luego todo Pamplona pasaba por su tienda y por unas pesetas se hacía con el recuerdo, había gente guapa en aquellos tendidos.

Y el paseo de la mano de Galle siguió y me llevó por todo Pamplona, inauguraciones, actos oficiales, andamios y obras en los que se ve cómo nace una calle, un barrio, una iglesia, un colegio, cómo crece Pamplona en definitiva y cómo, para ello, cambia y lo que estaba ya no está para que esté lo que está. Y hasta aquí ha llegado mi pequeño homenaje a uno de los padres de nuestra memoria colectiva, de la memoria artificial: las fotos. Esas no mienten. Feliz navidad.

Besos pa tos.