ola personas, una semana más, y ya van 161, aquí con vosotros a contar y comentar nuestras navarradas.

Esta semana me he dado un paso netamente urbano, hacía tiempo que no recorría el centro de la ciudad con ojos de paseante y me he puesto al día con un garbeo por entre calles sin rumbo fijo, salí de casa y me dejé llevar por mis pinreles. Fui Carlos III abajo hasta Merindades donde tomé Teobaldos para salir al nuevo proyecto de los salesianos. Atravesé Olite y tras dejar a mi izquierda las escuelas Vázquez de Mella con su bonito edificio Art decó, diseño de Serapio Esparza en el que se puede leer el pomposo nombre de Escuela Graduada, llegué al inmenso solar que ha quedado tras el derribo. El proyecto es discutido y controvertido. Como todos los proyectos de todas las ciudades del mundo tiene sus detractores y sus defensores, yo estoy entre los segundos, no me molestan unas alturas en el centro de Pamplona, no me parece que sea para tirarse de los pelos que los nuevos edificios cambien el perfil de la ciudad vista desde Burlada. En una de las dos mitades las máquinas están a pleno rendimiento, taladradoras que taladran, excavadoras que excavan, palas que cargan y volquetes que parten llevando lejos de la ciudad las entrañas de la ciudad. La empresa constructora tiene su cartel anunciador para dejar claro quién es el padre de la criatura y bajo la razón empresarial se lee un eje publicitario a modo de declaración de principios que dice: la confianza es el verdadero lujo. No sé si he entendido muy bien el mensaje. ¿Qué venden? ¿confianza?, ¿lujo? ¿Qué se demanda? ¿Lo uno?, ¿lo otro?, ¿su labor es de total confianza y sus resultados van a ser un lujo?, o€ ¿es un lujo poder tener confianza?, en fin un lío.

Tras perder unos minutos como un auténtico jubilado mirando el quehacer de los currelas, seguí mi paseo dirección Medialuna. Siempre reconforta pasear por sus jardines y parterres. Me detuve un rato a saludar a Sarasate y le pregunté por el nombre del escultor que le inmortalizó a él tan guapo y tan elegante con su violín en la mano y a la alegoría de la música que tiene a su espalda en un altorelieve, pero D. Pablo me dijo que no tenía ni idea, fisgué el monumento con lupa y por ningún lado vi el nombre del escultor granadino Eduardo Carretero, autor de la obra por encargo del arquitecto pamplonés Cándido Ayestarán, autor del proyecto. A cada cual lo suyo. A este mismo artista debemos todas las esculturas que hay en la cercana parroquia de San Francisco Javier. Abandoné el centro del jardín y me acerqué a la barandilla a otear las obras esas de Txantrea sur que van avanzando a buen ritmo. Parece ser que les han salido unos restos de un aljibe y unas instalaciones hidráulicas a la altura de las josefinas donde estuvo, siglos ha, la leprosería y el lazareto. Qué putada, la maldición de cualquier constructor es que te aparezcan restos históricos. También estuve un rato mirando el Club Natación y toda la serie de cambios que con los años ha experimentado: el puente sobre el río, los pabellones polideportivos, la piscina cubierta, las pistas de padel, etc, etc, pero hay dos cosas que no han cambiado, su famoso trampolín y el escenario para las orquestas que amenizan sus verbenas.

Por la plaza de toros llegué al corazón de nuestro pueblo, accedí por Espoz y Mina y paré a dedicar un recuerdo a la firma Zubieta Y Retegui cuya tienda, estudio y edificio están en el chasis siendo objeto de una reforma en profundidad. ¡Cuántas sonrisas se habrán inmortalizado en esas cuatro paredes!, ¡cuántos gestos de cariño para enviar lejos a aquellos parientes que la emigración había llevado a otras tierras!, ¡cuántos guiños de amor para escribir detrás un "no me olvides, tuyo siempre", ¡cuánto soldado raso habrá imitado al adusto coronel!, el estudio de un fotógrafo de los de antes tenía mucho de lugar íntimo donde el retratado afloraba su mejor yo para hacérselo llegar a sus gentes.

He atravesado la Plaza del Castillo, nuestro centro, nuestro kilometro cero y he tomado Chapitela abajo, al final de ésta he visto que otro comercio de siempre ha echado la persiana para siempre, en esta ocasión, por jubilación, el más que centenario Elizburu dejará de hacer sellos de caucho, y dejará de ser la boutique del fumador en la que podías elegir una de sus selectas pipas dublinesas Peterson o uno los míticos mecheros Zippo y dejará de atender a los amantes de la buena escritura con su selección de artículos Montblanc y otras primeras marcas. Otro que se va.

He atravesado la plaza del Ayuntamiento y por el pasaje de Seminario he salido a la calle Ansoleaga desde la que he accedido, por su sacristía, a la iglesia de San Saturnino. Me gusta visitar esa iglesia, me gusta el contraste que tiene la alegría barroca de su capilla de la Virgen del Camino con la siniestra sobriedad de la parte gótica dedicada al santo patrón de la ciudad. Su retablo es un neogótico de ningún valor, obra del retablista Florentino Isturiz, compañero de fechorías de Florencio Ansolega en las iglesias de Pamplona y pertenece a la reforma que llevó a cabo a principios del siglo XX el párroco Francisco González Viscarret. En el lado del evangelio vemos la capilla de San Jorge con una imagen del XVI que cada año era llevada el 23 de abril en procesión a la basílica que bajo la advocación de dicho santo había en los terrenos que hoy ocupa la estación del Norte. Bajo el coro se encuentra la capilla del Santo Cristo que tiene un retablo en cuyo banco vemos un maravilloso relieve de un Llanto por Cristo muerto de origen flamenco, si pasáis por ahí entrad a verlo que vale la pena.

Salí del templo y tomé la calle Mayor, al pasar por el Condestable vi que había jaleo de gentes y cámaras de fotos y de TV. Entré para ver que se cocía y vi que estaban presentando una exposición de fotografías de plazas históricas italianas, los chicos de la prensa estaban con el alcalde y con algún responsable de la muestra. Mientras tanto yo entré a ver lo que allí se exponía. Estando en ello entraron todos a la sala donde se celebran actos y conferencias, el alcalde me vio, se acercó amablemente y nos codeamos con un hola alcalde, hola paseante, e intercambiamos cuatro palabras cordiales. Él entró a su acto y yo me fui Mayor arriba para salir a San Francisco, San Miguel, Sarasate y poco a poco volver a casa con un poco de más Pamplona embutido en la sesera. Me gusta andar nuestras calles.

Besos pa' tos.