Al mes de julio de 2020 le faltó la intensidad que suele acompañar a Jokin Zuasti. Quizás por eso le dio tiempo a sentarse, parar y dedicarse a lo que no se suele dedicar. “Si llega a haber encierros es muy probable que hubiera estado ocupado con los encierros. Sé que el libro lo iba a hacer seguro, pero este parón puede que me haya dado alas”, explica Zuasti.

Ayer presentó Julios Intensos, repaso autobiográfico y fotográfico de 50 años de encierros por San Fermín. Los mismos que cumpliría este 2021 en el último tramo del recorrido, a ser posible pisando la arena de la plaza un palmo por delante de algún bicho de 500 kilos. Los julios intensos de Jokin Zuasti tendrán que esperar un año más.

Cuenta este corredor empedernido que un comentario recurrente en las visitas de amigos o familiares a su casa es el del “aquí tienes material como para hacer un libro”. Les tomó la palabra y “me puse hace algo más de un año. Empecé con las fotos, que son las que me han hecho revivir las situaciones, los recuerdos, la historia, el antes, ese día, etc...”.

Jokin acumula imágenes desde los años 70, y “en base a esas fotos he ido construyendo el relato, porque no soy escritor. Pero te pones y va saliendo”, apunta. “El libro es una autobiografía, en torno al encierro aparece mi vida personal; evidentemente el nacimiento de mis hijos o tradiciones como el almuerzo del 7 de julio”, argumenta.

Su contador de encierros se puso en marcha en 1972, cuando “caí por primera vez en el recorrido”. Sin embargo, el relato comienza antes para explicar el porqué. “Con 8 años mi padre me llevó por primera vez a la plaza de toros. Y la entrada de los corredores con los toros me dejó impactado”.

Vivía ahí alado, en la calle Estafeta, así que desde entonces se iba solo a la plaza “a ver cómo entraban los toros”. Tiene esa imagen metida en la cabeza. Por eso le gusta ese tramo. “He corrido desde la mitad de Estafeta, pero antes desde allí tenías la esperanza de llegar a la Plaza de Toros. Hoy en día, entre que los encierros han cambiado y tú estás cada vez más lento, vas más arriba. No sé, la próxima vez igual arranco en lo oscuro del callejón”.

Debutó en el recorrido en el año 72, en 1973 se perdió los encierros porque estaba internado en Burgos “por ser buen estudiante y aprobar todo”, bromea, y el 12 de julio del año siguiente, el primer día que se pudo colar en el recorrido, “vi la cogida mortal a Eraso, un chico de la Txantrea al que un toro corneó en el cuello. Al día siguiente volví con un miedo bestial, inmenso. Esto te hace reflexionar, pensar por qué me meto aquí... Lo superé y de ahí hasta el final”.

Ha vivido y recoge malos momentos, como los montones de 1975 y 1977, en los que perdieron la vida Górriz y Esparza, el de 1993 o el más reciente de 2013. En todos se ha caído. Aún así mandan los buenos recuerdos. Por ejemplo le tiene especial cariño a una foto de 1977 “porque estamos todos los amigos con los que yo empecé a correr. Tito Murillo, Txema Esparza, Joe Disler, Julen Madina y yo”. Está contento porque en el libro “hay muchos recuerdos” y al publicarlos “esas vivencias se quedan ahí”, asegura.

Por último, reconoce que por mucho que hayan pasado 50 años de julios intensos, el epílogo no está escrito. “Alguna vez ha salido públicamente que lo dejaba, pero en realidad es una voz interna que te dice, ‘oye, tú’. Con todos estos años que he ido tragándome los encierros y lo que está pasando ahora... Ya soy viejo, me conozco y no me engaño a mí mismo. No soy de quedarme en el sofá, y salvo que esté cojo me voy a poner delante de un toro. Me veo alguna vez más entrando en la plaza de Pamplona con un toro”.