En los arcenes de la carretera del cementerio aún queda agua de la riada. A escasos metros, la orilla del Arga presenta un paraje desolador: la furia de la naturaleza ha sustituido las bolas y adornos navideños por miles y miles de plásticos que cuelgan de las ramas de los árboles, las vallas metálicas de varios metros de altura descansan en el suelo tras la tempestad y un container de grandes dimensiones, que se ha rescatado del río esta semana, decora el paisaje, cuando menos, devastador.

"En 16 años no había sufrido una riada tan devastadora. Había visto grandes, pero esta ha sobrepasado todos los límites", asegura José Luis Lizasoain, oficial del tajo de Mantenimiento del Parque Fluvial del Ayuntamiento de Pamplona.

"El vivero municipal siempre se anega de agua, pero nunca, nunca jamás, habíamos visto una inundación como esta", ahonda Gastón Otsoa de Olza, encargado del tajo de mantenimiento del Parque Fluvial.

Junto a ellos, 12 peones trabajan sin descanso para que esta imagen tan dantesca desaparezca cuanto antes -mínimo de dos a tres meses- y la ribera recupere la normalidad. Operación, recuperar el río Arga.

"Estoy cansada de recoger toallitas, toallitas y toallitas. Se agarran bien a las hojas y a las ramas y les cuesta salir. Hay que estar dándoles vueltas", comenta Teresa Luques, trabajadora del tajo de Mantenimiento del Parque Fluvial, que desde el 13 de diciembre retira restos de basura, plásticos y deshechos acumulados por la riada.

"Buah, los primeros días estaba todo embarrado y había escombros por todos los lados. Hemos encontrado contenedores, un container, macetas, plantas, herramientas, maquinaria...", enumera el peón Roberto Sanjoaquin.

"Las huertas del vivero municipal se han dañado. El agua ha arrastrado los pimientos, las cebollas... hasta las gallinas, que las hemos encontrado muertas", lamenta Teresa.

Las dos primeras semanas, explica Edurne Santamaría, consistieron en labores de brocha gorda -retirar troncos y ramas, cortar árboles caídos ...- y ahora empiezan a hilar fino. "Con unas pinzas y pértigas recogemos los plásticos que están colgados en los árboles, las toallitas o las latas", comenta.

Desgraciadamente, aún les queda mucho tajo: conforme baje el caudal, irán apareciendo más y más residuos. "Esta es la segunda pasada, pero cuando baje el río tendremos que darle otra vuelta buena. Es un continuo limpiar y limpiar", avanza Roberto.

Todos los restos recogidos se depositan en unas bolsas amarillas y de ahí a un camión. "Los troncos y ramas se llevan a Arazuri y allí se hace compost. Solo esta semana hemos recogido 500 kilos de basura", ahonda Roberto.

La limpieza de estas semanas es excepcional, aunque durante el resto del año también recogen bastantes residuos, la mayoría depositados por los ciudadanos. "Hasta que no empecé a trabajar en el tajo no me había dado cuenta lo que se contamina y la cantidad de toallitas que echamos todos los días por el retrete", lamenta Roberto.

Por eso, demanda a la ciudadanía que se conciencie sobre la importancia de cuidar estos parajes naturales: "Que valoren el río que tenemos. Su situación ha mejorado, pero podría estar muchísimo más limpio".

Mantenimiento anual

La labor no se queda ahí. "Nos encargamos de todo el mantenimiento que requieren las riberas. En primavera, cortamos y segamos la hierba de las praderas y en verano se riegan. También protegemos al arbolado del ataque de los castores con mallas metálicas. En otoño, recogemos las hojas y en invierno plantamos árboles. Además, semanalmente llevamos el mantenimiento de las 70 papeleras que hay en el Arga desde Burlada hasta Barañáin", explica Gastón.

Edurne, Roberto y Teresa forman parte del programa de Empleo Social del Ayuntamiento de Pamplona, con 10 tajos de actividad y 32 años de historia, que en la actualidad atiende a 150 personas perceptoras de Renta Garantizada o en riesgo de exclusión social.

El Consistorio les ofrece un contrato de un año, repartido en dos periodos de seis meses. "Durante su estancia, realizan un itinerario de formación y aprendizaje. Empiezan con tareas básicas y poco a poco pasan a labores más avanzadas. El objetivo es que cuando se vayan de aquí tengan más posibilidades de incorporarse al mercado laboral", explica Richard Elizalde, responsable de los programas de empleo del Ayuntamiento.

Historias personales

Hace 11 meses, a Roberto le sonó el teléfono. "Llevaba un año recibiendo la Renta Garantizada y se me ofreció este empleo. Prefiero estar trabajando y hacer algo por la ciudad que estar en casa sin hacer nada", asegura. De esta experiencia, destaca el gran compañerismo, "que lo intentamos fomentar entre todos. Nos ayudamos y nos repartimos los trabajos".

Teresa siempre había trabajado como ayudante de cocina y en los últimos años como cocinera. "Pero llegó el coronavirus. He estado un año y cuatro meses cobrando el paro. Se me acabó, me apunté a trabajo social y en septiembre tuve la suerte de conseguir este puesto", relata.

Edurne también lleva cuatro meses en este tajo: "Estaba cobrando la Renta Garantizada, pero necesitaba trabajar. Me ha aportado más tranquilidad y bienestar", confiesa.