Frente al fast fashion que produce volúmenes de ropa monstruosos en función de las tendencias y una necesidad de innovación inducida por la gigante industria de la moda, los pequeños comercios de ropa vintage se abren hueco con la idea de calidad y sostenibilidad por bandera. Unos negocios que aunque cuenten con millones de seguidores por todo el globo todavía no han terminado de calar en la sociedad navarra.

Fue la necesidad particular de querer comprar ropa de segunda mano pero no saber donde hacerlo lo que hizo que Bianca Horvath Arboit, de 30 años, y su pareja Miguel Cutrín González, de 32, dieran vida a Caramelo Vintage en 2018. Hasta el momento el negocio seguía un concepto muy americano, y es que más que una tienda física al uso ha seguido la línea de los showroom -sala de exposición-. Así, la clientela podía comprar las prendas online o tenía también la opción de concertar cita previa para acudir en persona al garaje en el que tenían expuestas las prendas.

Sin embargo, al ver que el mercado de segunda mano va poco a poco cogiendo fuerza en la Comunidad Foral, la pareja de pamploneses decidió lanzarse a la piscina y materializar Caramelo Vintage en una tienda física convencional que abrió el sábado, 5 de febrero, sus puertas en el número 54 de la Calle Dormitalería de la capital navarra. "El garaje ha funcionado hasta ahora, pero siempre hemos querido trasladar este concepto al Casco Viejo porque creemos que encaja muy bien y que tendremos más visibilidad", narra Bianca una vez terminada la mudanza.

Selección de calidad Especializados en prendas deportivas de marcas como Nike o Adidas, Caramelo Vintage vende ropa de segunda mano de los años 80 y 90 de primeras marcas como pueden serlo Burberry o Tommy Hilfiger, aunque también cuentan con una selección de ropa a estrenar como "muchos de los clásicos vaqueros Levi's que se venden con etiqueta original".

En este sentido, el objetivo de Bianca y Miguel es ofrecer "productos de calidad a precios más asequibles que, aunque hayan sido usados, sigan en perfectas condiciones gracias a los materiales que se usaban antes, pero que ya no podemos encontrar".

Es por ello que la pareja desechó la idea de vender las prendas a peso -como lo hacen muchas de las tiendas vintage de las capitales europeas- y pone todos sus esfuerzos en hacer una selección exhaustiva de sus prendas para cerciorarse de que las posibles taras o manchas que puedan tener sean tratadas antes de ponerlas a la venta. "El mayor enemigo de las tiendas de segunda mano es la creencia de que la ropa va a estar tirada, socia y rota. Nosotros luchamos contra la estigmatización de estos negocios para hacer frente a la sobreproducción de ropa que existe", asegura la propietaria.

No obstante, el slow fashion, "una confección mucho más lenta y que utiliza materiales menos contaminantes", no esta reñido con el hecho de ir a la moda: "Las tendencias van y vienen y siempre nos podemos adaptar a ellas con la ropa que ya tenemos, no implica que exista una necesidad de comprar más y más", concluye Bianca