Si bien el nuevo albergue de Altsasu para personas sin hogar abrió sus puertas en febrero del pasado año, su inauguración oficial fue el sábado; un día para mostrar las nuevas instalaciones y también para homenajear a Marino Ayerra, ex sacerdote, párroco de Altsasu durante la guerra del 36, de quién toma su nombre. Es también autor del libro No me avergoncé del Evangelio, que describe la represión en Navarra tras el alzamiento fascista desde su parroquia, una de las fuentes primarias más importantes para entender el papel de la Iglesia Católica en la guerra de 1936.

“Este nombre tiene mucho significado. Las instituciones tenemos la obligación de mantener el recuerdo y trabajar por la memoria histórica del pueblo, por nuestra identidad, y por los valores que en este caso Marino mostraba a los vecinos y vecinas de Alsasua”, destacó Jokin Zelaia, concejal de Bienestar Social y de Memoria Histórica y Convivencia. “Es un reconocimiento a su legado en valores, experiencias y a la posición ante el poder establecido y la oposición de Marino ante su propia jerarquía, acomodada en la sombra de los usurpadores de una República elegida democráticamente”, incidió.

Solidaridad y coherencia de Marino Ayerra

Y es que don Marino, como se le conocía en Altsasu, era una persona solidaria, siempre al lado de las personas más desamparadas, como recordó su yerno, Enrique González; marido de su hija Teresa, fallecida el pasado noviembre. Tenía pendiente volver a Altsasu para la inauguración del centro, aplazada por la pandemia. “Era una persona solidaria en todos los sentidos y puedo dar fe de su desprendimiento”, aseguró. También era un hombre de palabra, consecuente con sus ideas, una coherencia que le llevó a abandonar la Iglesia. “Pensaba que no se puede decir una cosa y hacer lo contrario”, observó su yerno.

Al respecto, Unai Hualde, presidente del Parlamento de Navarra , destacó que el albergue enlaza con el espíritu, memoria y recuerdo de Marino Ayerra y puso en valor la apuesta de las diferentes corporaciones del Ayuntamiento de Altsasu por mantener este servicio. También el alcalde de Altsasu, Javier Ollo, quién subrayó el esfuerzo realizado entre los meses de abril y junio de 2020, cuando se reforzó el servicio, que pasó a estar abierto las 24 horas del día los 7 días de la semana, a petición del Gobierno de Navarra.

Precisamente, María Dolores Gutiérrez, directora de Atención Primaria e Inclusión Social, quiso realizar un reconocimiento público al Ayuntamiento de Altsasu y agradecer especialmente su implicación durante el confinamiento. En ese tiempo acogió a 12 hombres. El servicio ordinario se reanudó el 3 de junio pero con la capacidad reducida a la mitad.

Javier Paz, por su parte, destacó que el nuevo albergue era el fruto del trabajo en equipo de muchas personas y agradeció la labor de Batuta Sakana, asociación adjudicataria del servicio.

Un servicio que comenzó en 1990 en los Capuchinos

Este servicio de acogida a transeúntes, uno de los tres que hay en Navarra junto con los de Pamplona y Tudela, se remonta a 1990, cuando se puso en marcha el primer albergue en un local de 55 metros cuadrados cedido por los Capuchinos, la antigua panadería del convento, unas instalaciones precarias que llevaron al Ayuntamiento de Altsasu a reclamar al Gobierno de Navarra en 2008 un piso de las antiguas casas de camineros. Así, tras un largo proceso, el Ejecutivo cedió en 2018 uno de estos pisos para 20 años, prorrogable por periodos de cinco años hasta un máximo de 50 años. Asimismo, concedió una subvención de 50.000 euros para las obras de adecuación, que comenzaron a finales de 2018.Con un presupuesto de 106.110 euros, el resto se financió con una ayuda de 38.839 euros del fondo europeo Feader y remanente de tesorería.

Las nuevas instalaciones, muy luminosas y funcionales, tienen una superficie de 84,85 metros cuadrados, con capacidad para ocho personas. Para ello cuenta con dos habitaciones, dos baños, una sala de usos múltiples, cocina, lavandería, habitación del cuidador o cuidadora y recepción.

En Altsasu se presta un servicio de 12 horas, de 20.00 a 8.00 horas de lunes a viernes, con ocho camas. También se ofrece cena, ducha, ropa, desayuno y bocadillo. Si bien la norma del albergue es que se puede pernoctar una vez cada tres meses, se hace una excepción en caso de ola de frío cuando el termómetro baja de 5º.

El pasado año permaneció abierto 222 días. Se acogieron a 167 personas distintas sobre un total de 221 pernoctaciones, un número sensiblemente inferior al de años anteriores. “Entre las causas de este descenso está el cierre del albergue, la posterior reapertura con estancia comunitaria, la limitación de aforo y los cierres perimetrales entre las comunidades autónomas”, apuntó el alcalde. La gran mayoría, el 96%, eran hombres, de los cuales el 70,3 % eran nacionales y el 29,7 % extranjeros. Respecto a la edad, el 40% tenían entre 50 y 60 años. El segundo grupo más numeroso era el de entre 40 y 50 años, el 30%.