pamplona - La villa de Auritz acogió, como cada año desde 1305, la tradicional feria de ganado que se celebra el tercer domingo de septiembre, en el que lucieron entre 50 y 60 cabezas de ganado de raza pirenaica y caballar de Burguete que subrayó el trabajo de los once ganaderos de la villa en una jornada repleta de familias que pudieron disfrutar de la feria.

Aritza Dufur, ganadero de la villa de Auritz, se implica todos los años en la feria “por tradición y compromiso con el pueblo”. Aunque el ganado se presenta no sólo como exposición sino también para ser vendido lo cierto es que “a penas se vende, aunque sacamos todos los años” explica Dufur, dueño de varios ejemplares de raza caballar de Burguete.

Por su parte, Peio Echeverría lleva cerca de 25 años al frente de su rebaño de yeguas originales de Auritz y asegura que de vez en cuando, “se siguen vendiendo”. Las ferias son de sumo interés para los pueblos en los que se celebran aunque en la actualidad “no tienen la importancia de antes”, de hecho “no todos los pueblos podían celebrarlas”, dijo el alcalde de Burguete, Joxepe Irigaray.

presentación del libro La jornada, al margen de dar a conocer y resaltar los productos locales y caseros de la zona (como el queso, los talos y un mercadillo), tenía como clímax la presentación y posterior puesta en venta del libro Aurizko pinakoteka bat/Una pinacoteca de Burguete que “nos ayuda a conocer el pueblo, su idiosincrasia y su cultura” a través del arte y las imágenes explicó Irigaray.

El libro ha contado con la participación “de mucha gente que ha aportado su granito de arena”, maquetado e impreso por Ediciones Auzolan busca “mantener el espíritu de unidad en la villa”, y el alcalde destacó “la buena acogida que ha tenido” en el pueblo. Ante la feria de ganado aguardaban niños y niñas que con palos, casi tan altos como ellos (o más) se encargaban de cuidar las reses para que no salieran del recinto que les rodeaba. Sin embargo, sorprende que en plena sociedad tecnológica, las criaturas se entretenían jugando con tractores de juguete que cargaban con las hojas caídas en el paseo de la calle Larrañeta o pequeños palés de madera, totalmente implicados y entretenidos con el entorno rural que les rodea.

El pueblo-calle declarado Bien de Interés Cultural en 2008 y atravesado por la Ruta Jacobea aguarda a sus 245 habitantes la tranquilidad íntegra entre los Pirineos.