La Foz de Lumbier está viva y todas sus posibilidades y servicios se hallan señalizados en las puertas de entrada. Cuenta además con tres cuidadores que reciben, aconsejan sobre el trayecto, advierten de sus posibles peligros y velan por el cumplimiento de las normas.

Son Román Burguete Ollo, Bernardo Aoiz Burguete y Rosa Gil Ortiz, vecinos y vecina de la villa, son los guardianes de la foz. La temporada 2020 toca a su fin. Hoy cesan sus respectivos contratos con el Ayuntamiento con fecha de inicio en marzo sin saber la que se avecinaba. Cuentan diez, cinco y dos temporadas respectivamente en el puesto, y en este tiempo son testigos de la vida en una reserva natural de primer orden, protegida y visitada por más de cien mil turistas al año.

“¡Buenos días!”. “¿De dónde vienen?”. “Son 2,50 euros en metálico”. “La mascarilla, por favor”. “¡Gracias!” “¡Que tengan buen día!”. El último domingo de noviembre brilla con temperaturas primaverales. Román sale de la caseta y se dispone a recibir a la hilera de coches. Rosa está de vacaciones y Bernardo, el guarda, vigila el interior de la foz. En la entrada desembarcan familias en grupo, cuadrillas que atravesarán el desfiladero a pie o en bicicleta; también parejas o personas solas. “El perfil es muy variado. Es un paseo suave para hacer en agradable conversación, también para enseñar a los más pequeños el paisaje y la fauna. La foz está muy bien poblada, servida de aves, que es otro de sus grandes atractivos, y está muy cercana a Pamplona”, comenta Román entre las muchas ventajas del paraje. Añade que es una garganta de entrada y salida. “No se pueden quedar a comer en su interior”.

Aquí es donde se justifica el papel de Bernardo. “Mi trabajo está adentro, vigilar, limpiar, llamar la atención sobre las basuras que dejan o los perros que andan sueltos; también advertirles que eviten asomarse a los cortados, que no griten y recordarles que no pueden tocar ni arrancar nada. Tratar de que dejen todo como está”, resume. A esta ocupación hay que añadirle la de mantenimiento del servicio que presta el Ayuntamiento en la zona del parking: agua potable, aseos, baños, parrillas y mesas. Y en días de mucho público, Bernardo ordena el tráfico.

A nadie se le escapa a estas alturas que este año ha sido extraordinario y que las 161 plazas del parking se han superado muchos días con creces. El recuento una vez cerrado noviembre arroja un total de 23.000 coches contabilizados, 2.000 menos que el año pasado, pero hay que tener en cuenta que el estacionamiento estuvo cerrado tres meses por los confinamientos de la covid. Por países, Francia es el que más aporta, seguido de Alemania y Holanda. Por comunidades, la CAV y Madrid (durante todo el año) y Calatunya, especialmente en agosto.

El verano ha sido “agotador”. Ya lo barruntaba junio, con 3.057 coches frente a los 2.338 en 2019 (los autobuses no estaban permitidos). Y en julio se incrementó la entrada de vehículos un 40%, con un total de 5.170.

Agosto, el mes de mayor afluencia, aumentaron los coches un 25%. “Los puentes traen más gente. Sobre todo los de otoño. Cada vez está más de moda el otoño y el campo”, apunta Román.

Hay días que puede haber 1.200 personas, 250 coches por la mañana, más los que vienen andando. “No es mucho para lo que es la foz”, pero hay días que se masifica y la ornitología pierde su espacio. Peligra el hábitat de las aves cuando no se respeta el silencio”, añaden. Es por eso que el Ayuntamiento trabaja con Medio Ambiente de la mano de Cederna, en la gestión, control y normas de la foz.

Sus cuidadores no se aburren, y en el repaso prevalece el lado bueno de su trabajo. “Es sencillo y placentero”, expresa Román. Los dos valoran trabajar al aire libre, viendo volar bandadas de pájaros, en constante trato con gente tan diversa. En la otra cara están las semanas de trabajo completas, tener que encararse con quien se niega a pagar, o la primera asistencia y socorro a personas heridas.

Román y Bernardo son de Lumbier y aman la foz. Tienen claro qué representa para el pueblo: “Es su icono. La gente viene a Lumbier a conocer la foz y queremos que vengan. Solo se pide respeto y cumplir las normas”. Lo demás, es disfrutar de su eterna y poderosa belleza, desde primeras horas de la mañana, hasta la caída de la tarde, con el reflejo dorado del sol en la piedra, con niebla o las primeras nieves que anuncian el invierno”.

“La foz es el icono de Lumbier, la gente viene a conocerla y queremos que venga, siempre con respeto”

Guarda y cuidador de la Foz de Lumbier