tudela. ¿Cómo se enteró de los sucesos que acabaron con la muerte de Gladys aquel 3 de junio de 1979?

Estaba en Tudela ya que tenía con Puras un despacho en Príncipe de Viana. Teníamos una coordinadora de abogados laboralistas amigos que estaba centrada en Donostia. Cuando pasó me localizaron. Yo había estado el día anterior en la barraca de ADMAR (Asamblea para la Defensa del Medio Ambiente de la Ribera). Me dijeron que me estaban esperando en el ambulatorio. Cuando llegué estaba el secretario del juzgado y me dijo que fuéramos al cementerio y vinieron los padres de Gladys que ya me dijeron que me hiciera cargo de ello. Su abogado era Miguel Castells, que era amigo mío y como teníamos contacto y yo estaba en Tudela me dijo que cogiera yo el caso.

Fueron momentos muy duros.

La imagen de Gladys en el cementerio sobre la mesa de mármol con el tiro en la cabeza y la cara ensagrentada, no se olvida, aunque hayan pasado 40 años. Fue muy duro recibir a los padres y creo que un hermano. Sí. Aquello fue muy duro.

La Policía tomó Tudela por una manifestación antinuclear, ¿hacía temer que algo iba a pasar?

Días antes se había dicho que iba a haber follón, era la idea que se quería trasmitir. Pero como había ido tan bien durante el día y los actos y la comida en el paseo del Prado habían terminado pensábamos que el día ya se había superado sin problemas. Pero llegó la Policía Nacional de repente en furgonetas y empezaron a cargar en el paseo del Prado junto al puente del ferrocarril. Pero sin duda las mayores cargas fueron después de la muerte de Gladys.

La recopilación de testigos sería ardua, sin demasiadas facilidades...

Tuvimos la ventaja de que nos tocó un juez muy majo, José Luis Calvo Cabello. Estuvo muy comprometido durante todo el caso, después sería fundador de Jueces para la Democracia, y fue el primer juez en absolver a insumisos. Se empeñó en que se siguiera para adelante y lo investigó muy bien. Si no hubiera sido por él con mucha probabilidad el tema hubiera pasado como en Sanfermines’78, Montejurra y otros casos que sucedieron durante la Transición. Había tres testigos claves: el guarda de la papelera que está junto al puente del Ebro, donde cayó Gladys (que estaba a 5 metros y vio perfectamente todo), el camionero y su hijo que tenía el camión detenido justo delante de donde dispararon a Gladys (se empeñó en testificar y vinieron desde Valencia; su versión era absolutamete clara) y por último el de los amigos que estaban junto a ella. De no ser por ellos la versión que intentó montar la Guardia Civil hubiera sido la que habría colado, ésa en que los manifestantes habían agarrado al guardia civil por detrás y se disparó sola el arma. El guardia civil, Martínez Salas, llega a decir que no había metido el dedo en el gatillo, dando a entender que había sido el propio manifestante quien lo apretó. Para eso presenta un informe de la policía en la que se inventan una teoría de que en un bar se había visto a gente que hablaban “en vasco” brindando con champán. Para reforzar su versión decían que los autobuses salían con crespones negros y los comercios estaban cerrados lo que hacía imposible comprar tela negra. Si no se hubiera insistido tanto hubiera colado la versión oficial.

¿Cómo fue el proceso?

Montamos una comisión investigadora. Los testigos eran la mayoría de Donostia. Los viernes los traían a Tudela, les entrevistábamos en la comisión y decidíamos quién aportaba algo y el sábado el juez les tomaba declaración. Sacamos un dossier. Los tres testigos fueron muy claros: le oyen cargar el arma, culatazo y dispara. En aquella época había una particularidad jurídica que era que el juez no podía procesar en los casos de policías sino que el procesamiento tenía que ser en la Audiencia. El fiscal pidió una serie de pruebas, como que se investigara la distancia del tiro para tratar de retrasarlo. Teníamos miedo de que se dilatara.

¿Qué dictaminó la sentencia?

Condenó al guardia civil a 18 meses por imprudencia temeraria en base al articulo 565 del código penal, que consideraba la imprudencia temeraria un delito. Lo que hace el tribunal es muy curioso porque le condenan con una versión que nadie dio, inventada. Dicen que golpea a Gladys con el fusil y que, en ese momento, se dispara. Que le golpea de frente, no con la culata. Todos los testigos dicen que le pega el culatazo y levanta el arma y le dispara. Los guardias civiles dicen lo del manifestante que intenta quitarle el arma y los testigos nuestros lo ven de la otra manera. Pero en la sentencia se inventan lo otro para decir que fue imprudencia. La segunda cosa curiosa de la sentencia es que ese artículo tenía un último párrafo en el que decía que los casos en que la imprudencia sea “en el ejercicio de una función profesional” tiene que ser condenado a un mínimo de 4 años, 2 meses y 1 día. Lo que dice la Audiencia y corrobora el Supremo es que no se puede condenar con “imprudencia temeraria” en el ejercicio de su labor profesional porque la Guardia Civil no era un “cuerpo especializado en reprimir manifestaciones”. Era absurdo. Buscaron la forma para condenarlo por lo mínimo.

ETB dio con el camionero que no testificó, ¿incidió en la sentencia?

El camionero y el hijo no vinieron al juicio, aunque estaban citados. Estuvimos valorando si pedíamos la suspensión del juicio o no, pero con lo que costó que pusieran fecha... era difícil y los que decidieron fueron los padres. Se leyeron los testimonios en el juicio y lo tuvieron en cuenta, relativamente. Para el documental vino el hijo, que tenía entonces 11 años, dijo que nadie les citó para el juicio. Se celebró en la Audiencia en Pamplona y recurrimos al Supremo, que corroboró lo que dijo la Audiencia.

¿La sentencia fue frustrante para la familia?

Mucho. Fue un momento agridulce porque conseguimos que hubiera un juicio y hubo mucha movilización porque era el primer caso de este tipo que acababa en los tribunales. Había habido otros como Montejurra o Sanfermines’78 que fueron frustraciones totales porque todo acabó en nada. Conseguimos condena e indemnización del Estado, como responsable subsidiario. Para el juez era un asesinato clarísimo. La Audiencia sabía que si condenaba tenía que hacerlo por asesinato: Disparo por detrás, a un centímetro... no podía ser homicidio; o imprudencia o asesinato. Entonces pensar en condenar a un Guardia Civil por asesinato era impensable. Creo que llegó a entrar en prisión pero dónde, cómo y los días que estuvo no sé, en aquellos tiempos no informaban a la acusación de la ejecución de la sentencia. La medalla vino años después y la muerte de Gladys no le supuso ninguna mancha en su expediente.