María Pilar Berrio Jiménez, de 43 años de edad que ha muerto este miércoles asesinada, era una mujer "muy simpática, queredora y dulce" tal y como la definen todos aquellos vecinos y personas que la conocieron en Murchante. Nacida en Vitoria en 1978 había pasado por numerosos domicilios en los últimos años, algunos de los cuales fueron cerca de Estella, Tudela y finalmente Murchante, donde residía desde 2017 en el Paseo de Saldemonte, una zona de de una promoción de chalets en la pequeña localidad ribera (de unos 4.100 habitantes) que tras quedar abandonada hace años fue transformada en viviendas de alquiler social. En muchos de estos lugares recibió la renta garantizada.

María Pilar, cuya madre residía en Monteagudo, vivía sola con sus dos hijos de 5 y 9 años que acudían al colegio público de Murchante, donde otras madres también tenían palabras buenas de recuerdo hacia ella. Apenas hacía cuatro meses se había sacado el carnet de conducir, por lo que el coche en el que fue asesinada lucía la L.

"En un población de 4.134 habitantes la noticia ha caído como un mazazo. Los niños lo estaban pasando mal y esta noticia es un jarro de agua fría", explicó el alcalde, Luis Sancho. Una de las preocupaciones de las autoridades y de la Policía Foral era que el asesinato no tuviera venganzas ni otro tipo de acciones. "Lo importante ahora es encontrar al presunto asesino y atajar cualquier otro tipo de problema", añadió.

La mujer asesinada no había presentado ninguna denuncia por malos tratos en el Equipo de Atención Integral de Violencia de Género de Murchante, aunque sí se habían avisado a la Policía Foral en numerosas ocasiones por incidentes relacionados con el presunto homicida. Incluso se da la circunstancia que hace menos de un mes la Policía Foral tuvo que intervenir por una fuerte discusión en Monteagudo, donde acudió el presunto homicida. Los vecinos definieron a esta persona como "flaco, pequeño y de melena" y eran conscientes de que había generado numerosos problemas tanto en comercios como en el entorno de la vivienda de María Pilar Berrío.

Alguno de sus vecinos en Tudela, donde residió hace años con otra pareja en el entorno de la iglesia de La Magdalena en el Casco Antiguo, hablaron de ella como una persona que no tenía mucho arraigo donde vivían ni una red familiar muy apiñada pero "muy agradable y simpática" pero que no solía rodearse muy buenas compañías.