Emblema del salto de Tudela a la modernidad, emparentada con construcciones similares como las plazas de Madrid o San Sebastián y verdadero corazón de la ciudad, donde se celebra toda ceremonia multitudinaria que se precie, la plaza de Los Fueros de Tudela (o plaza Nueva) fue el primer intento urbanístico de saltar las antiguas murallas y permitir que la vida se extendiera más allá de los fosos y de los restos de las murallas desmochadas que coartaban su crecimiento.

En 1687 se iniciaron los trabajos para poder contar con una plaza de toros al otro lado del Queiles, empleando la fachada del hospital que ya existía en la otra orilla y creando un cañón sobre el cauce, reutilizando para ello sillares del castillo del Cerro de Santa Bárbara que, 150 años atrás, había sido uno de los últimos en entregarse a los invasores castellanos.

La conocida fuente de los Angelotes se instaló en 1885

El proyecto Plaza de Toros, plaza Nueva, plaza Real, plaza de la Constitución, plaza de Fernando VII, plaza de La República, plaza de Los Fueros... Los nombres que ha recibido este lugar, sin duda el más reconocible y visitado de la ciudad, muestran el recorrido histórico y la relevancia que ha tenido en sus 330 años de vida. Concebida en 1687 (cuando en España reinaba Carlos II y en plena fase de construcción de la torre de la catedral) sus obras no concluyeron hasta 1691.

La necesidad de tener un espacio para las corridas de toros, dado que el cabildo prohibió estas celebraciones en la plaza Vieja, al ser considerado suelo sagrado. Cientos de personas estaban enterradas en ese lugar al ser el cementerio de la catedral, lo que obligaba a buscar un nuevo terreno.

Tras una breve experiencia en un terreno anexo a Herrerías, se pensó en un espacio mayor al otro lado del cauce del río Queiles donde ya existía un hospital desde 1566 y una iglesia que se podrían aprovechar como fachadas de la futura plaza.

La ciudad vivía entonces encerrada entre el Ebro y el Queiles. Tal y como relata con todo lujo de detalles Jesús Martínez Escalada en La historia de Tudela contada por sus calles, la obra fue iniciada por Juan de Lezcano que, sin embargo, vio como un año después (apenas se había terminado el cubrimiento) una riada del Queiles acabó con todos los trabajos realizados.

Entonces se pasó la empresa al maestro albañil José Ezquerra que también estaba construyendo la torre de la catedral. Para la obra se autorizó el uso de los sillares y la piedra que quedaba del maltrecho y destruido castillo de Santa Bárbara que había albergado a grandes reyes navarros como Teobaldo II o Sancho el Fuerte.

Quien ha penetrado bajo el cubrimiento del Queiles ha podido ver cómo debajo de la plaza de Los Fueros grandes piedras forman la bóveda que sostiene la plaza sobre el río.

El coste ascendió a 2.650 ducados fuertes para cubrir no solo el Queiles sino también una acequia cercana que recibía el nombre de Vencerol.

En 2002 y 2003, la plaza no tuvo kiosco

La construcción Se comenzó la construcción de los edificios, en los que se obligaba a que todas las viviendas fueran simétricas, "con 12 varas de fondo".

En la primera planta debían tener balcones salientes corridos" y las balaustradas tendrían que ser de hierro, la planta segunda sería igual a la primera y la tercera con balcones sin repisa pero con balaustrada también de hierro. Todo el herraje debería estar pintado de "colorado". Por otra parte, la "Casa de la Ciudad" (hoy Casa del Reloj) tendría condiciones especiales. La planta baja estaría hecha de piedra labrada, con una puerta central y dos laterales de medio punto, siendo la de la derecha para la salida de las reses. La planta primera con tres balcones con repisa y herraje corrido, la segunda tres balcones sin repisa y la tercera y última con cinco balconcillos pequeños rematados con arcos de medio punto, siendo ligeramente más alto para diferenciarlo. Para alinear la iglesia con la fachada del hospital se construyó un atrio y se edificó una pequeña casa en la esquina para cerrar la calle.

La nueva plaza, no solo rompía la muralla por la puerta de Albazares, sino que suprimía el puente de madera que llevaba hasta el hospital y, en muy pocos años creó nuevos espacios y trazados. Se comunicó con la plaza de San Juan (donde se encuentra el convento de la Compañía de María), se urbanizó la zona de la calle Trinquete, de la actual calle Eza (fundador del hospital que existía) y Carrera de las Monjas, creando una nueva entrada a la ciudad por el camino de Zaragoza anulando también la puerta de la muralla que llevaba este nombre.

El 30 de junio de 1691 se celebró la primera corrida de toros para festejar el final de las obras. Cada balcón para poder verla costaba 40 reales fuertes. Un año más tarde esculpieron los escudos que se ven en la Casa de la Ciudad (aún no era Casa del Reloj).

La última corrida se celebró en las fiestas de Santa Ana de 1841, actuando como único espada el diestro sevillano Francisco Arjona (Cuchares) con toros de Gendulain y Lizaso. La plaza estaba delimitada por tres arcos, de los que hoy quedan dos ya que el tercero, en la calle Gaztambide, se derrumbó en 1907 al amenazar ruina.

Imagen del 29 de julio de 1914

Cambios Su fisonomía fue sufriendo diversos cambios. Por ejemplo, en 1885 se decidió colocar un reloj en la parte más alta de la Casa de la Ciudad porque los que existían en la torre de la catedral y Ayuntamiento "eran muy poco exactos y no correspondían a las necesidades del vecindario", explica Martínez Escalada.

El 13 de junio se puso en marcha con un coste de 12.750 reales de vellón y pasó a ser la Casa del Reloj. Ese mismo año llegó la conocida como Fuente de Los Angelotes, que permaneció en el centro de la plaza hasta 1921, en que se llevó al paseo de Invierno y en su lugar se colocó el kiosco que permaneció hasta 2004 en que se cambió y modernizó.

Los hechos históricos, sucesos, celebraciones, muertes y acontecimientos vividos entre estas cuatro fachadas han marcado la historia de Tudela y de los tudelanos y los cambios no han restado personalidad ni unidad a su legado. Todo lo relevante ha sucedido allí, baste como ejemplo las inundaciones de 1871 del Queiles (que levantó el suelo), la traca del 28 de julio de 1914 del Volcán de Martinica que mató a 11 personas, la proclamación de la II República en 1931, la sublevación y el inicio de la Guerra Civil el 18 de julio de 1936, la visita de Franco en 1954, la del Rey Juan Carlos y la reina Sofía el 9 de febrero de 1988. También se han acogido las mayores manifestaciones y concentraciones humanas (al margen de las de los 24 de julio y el Ángel y Volatín). Quedan en la retina la manifestación contra la entrada en la OTAN (1988), contra el asesinato de Miguel Ángel Blanco (1997), concentraciones de AECC o las últimas del 8M. El salón y el corazón de la ciudad desde 1691.