ara Miranda lo tiene claro: “Los árboles nos dan oxígeno y, si los perdemos, nos podemos morir”. La alumna de 5º de Primaria del colegio Santa Ana de Buñuel no se anda con rodeos. Está convencida de que ha hecho, junto a sus compañeros, una muy buena acción. Los 150 alumnos del centro acaban de plantar 25 pinos en la arboleda más frecuentada del pueblo que, al lado del Ebro, fue arrasada por la riada de diciembre. “Estaba destrozada, la madera de los bancos se había hinchado mucho y también hubo árboles que se enfermaron y había que talarlos”, cuenta Aritz Oliveros, también de quinto, un experto en la materia.

Esto lo cuentan un 7 de abril. Mientras el mundo recuerda el Día Mundial de la Salud bajo el lema Nuestro planeta, nuestra salud, ellos se afanan en poner su granito de arena para que su entorno cercano luzca más saludable. Y es que detrás de esos 25 pinos hay todo un proceso de acción y reflexión.

“Antes de Navidad, dentro del plan de competencias, se organizó un mercadillo solidario coordinado por los alumnos de 5º porque ellos serían los encargados de elegir a qué ONG se entregaría lo recaudado”, cuenta la directora del centro, María Alegre. Fue justo entonces, cuando se pensaba a quién o cómo ayudar, que llegó el Ebro con toda su fuerza. “¿Y si lo donamos para los afectados por la riada?”, pensaron. Dicho y hecho. Lo que quizás entonces no pensaban es que ellos mismos eran afectados porque el río estaba estropeando el lugar que, en primavera, verano y otoño, todos frecuentan con familiares y amigos.

“Se optó por canalizar la ayuda a través de Cruz Roja Buñuel, así que nos sugirieron hacer una jornada de sensibilización y, con el dinero, comprar árboles y plantarlos. Nos pareció estupendo”, explica la directora.

Si la idea fue un acierto y el clima estuvo a favor, organizar a todo el colegio en 25 grupos (uno por árbol) de edades diversas fue la guinda del pastel. A los mayores les hace ilusión tomar responsabilidades y cuidar de los pequeños y, a estos, les gusta seguir “a los grandes”. Aritz, por ejemplo, comprendió el difícil papel del profesor porque “algunos no nos hacían caso y otros se pusieron a llorar porque perdieron la pegatina con su nombre y les tuvimos que regalar la nuestra”. Pero, aún con las dificultades, le encantó ser el maestro de Miriam, Sofía y Julia, las niñas de Infantil a las que no solo enseñó cómo plantar un árbol, sino que ahora ya saben que los árboles son vida y la vida hay que plantarla, regarla y cuidarla todos los días.