Como un juego. Así lo han de vivir los pequeños y pequeñas tudelanas de 8 años que cada año se visten de Ángel para ser protagonistas de La Bajada del Ángel, una ceremonia cuyo peso tradicional, social e histórico sobre sus hombros sería tal que no podrían asumirlo y, muy probablemente, colapsarían. Ése es el gran logro de Miguel Ángel Vallejo, Ana María Arregui y Ana Vallejo (junto con todos los colaboradores responsables de elegir a los protagonistas de esta ceremonia), llevar entre algodones a los elegidos para que nunca sientan los nervios del peso de una ceremonia de la que depende toda la Semana Santa de Tudela desde el siglo XVII.

Se podría hacer una semejanza con lo que dijo Napoleón a sus tropas junto a las pirámides (“desde aquí cuarenta siglos nos contemplan”) y señalar que desde las alas de Diego Martón Arriazu este año 360 años contemplarán la Bajada del Ángel en Tudela, al menos en su formato actual.

Desde 1997, Vallejo y Arregui son los responsables de buscar, cada mes de enero, al mejor niño o niña que pueda desempeñar las funciones del Ángel que abre el cielo del templete de la Casa del Reloj de Tudela y desciende para retirar el luto a la Virgen, al grito de “¡alégrate María, porque tu hijo ha resucitado!”.

En muchas ocasiones han explicado su fórmula para ver si los niños y niñas que se ofrecen pueden ser o no válidos. “Se les ve en la cara la ilusión y son los que mejor salen. Pueden ser tímidos, pero tener claro que quieren hacerlo. ¿Cuántos vienen y no saben a qué vienen o no han visto nunca el Ángel en vivo? Después de preguntar tres veces seguidas ‘¿tú quieres hacerlo?’, muchos se retratan. Si un niño se viene abajo ante 3 ó 4 personas mayores que le preguntan imagina ante miles de personas en las alturas. Es una presión muy grande”.

Desde luego no es el caso de Diego Martón que desde la semana pasada ha pasado a realizar los ensayos en el garaje de la familia Gambra-Arregui colgado del techo, paso previo y obligado a la prueba definitiva que será el 9 de abril Domigo de Resurrección.

Diego parece haber nacido para esto y luce con orgullo su protagonismo. Como anécdota cuenta su familia que se detuvieron para hablar con el alcalde de Tudela y le dijeron al pequeño “¿sabes quién es?, “es el alcalde”, le indicaron con marcialidad. Lejos de amedrentarse sacó a relucir su cargo, “¿sabes quién soy yo?”, y con una mezcla entre la Anunciación y el mismísimo Darth Vader le indicó al alcalde “yo soy el Ángel”.

De izda. a derecha. abuelos paternos, los Manuel Martón y Lourdes Salcedo, Diego, su madre Marta Arriazu, su padre Óscar, la hermana Silvia y Martina Catalán, hija da Zoraida. Fermín Pérez Nievas

El ensayo

Ataviado con la corona, el corsé y las alas que vestirá en Semana Santa, Diego pende de una sirga que cuelga del techo unido por un mosquetón. Es muy importante que asuman pronto la sensación de movimiento, desequilibrio y de estar suspendido, al igual que es necesario ajustar el corsé para que apriete pero, al mismo tiempo, permita realizar los movimientos de brazos con los que avanzan en el aire.

Si bien hace años Vallejo recreaba a base de “chunta, chunta...” la Marcha Real, hace ya muchos años que llegó la técnica y la música suena ahora de fondo para iniciar el ensayo. Lo que es un cuarto rodeado de libros y un sofá se convierte, por arte de magia, en la plaza de Los Fueros, sin necesidad de realidad virtual.

“Sales del templete y te santiguas”... le dicen sus maestros de ceremonia, “sueltas aleluyas”... “llegas al kiosco” le van indicando para que, mentalmente, vaya asumiendo los tiempos y las distancias mientras vuela, atado al techo, ahora, pero pendiente de una nube y una maroma con poleas, el Domingo de Resurrección.

Tras sus salida del templete se va acercando a la imagen de la Virgen que, en el garaje de Gambra-Arregui, se transmuta en la hija de Miguel Ángel y Ana María, Ana Vallejo Arregui. Con parsimonia se acerca y se arrodilla ante Diego, simulando que su vuelo ha llegado ya a su objetivo. El pequeño se vuelve a santiguar tres veces para después exclamar “¡alégrate María, porque tu hijo, ha resucitado!”.

Para que vaya asumiendo las dificultades, en los diferentes ensayos Ana se pone muy cerca o muy lejos de él para que aprenda que es él quien, desde el cielo, manda y debe controlar a los porteadores de la imagen con un gesto de la mano.

Tras aceptar la distancia idónea procede, lentamente, a retirar las horquillas que sujetan el velo, una de las cuales, (como marca la tradición) regalará a su madre cuando acabe la ceremonia. Retiradas las horquillas ha de buscar una borla que morderá para sujetar el velo mientras lo dobla para tratar de echarlo encima de su ala izquierda (al ser diestro). “No tengas prisa, te tienen que esperar a ti”, le indica Vallejo, mientras observa cómo lo va doblando. Una vez retirado, la Marcha Real vuelve a sonar mientras el Ángel va volviendo al templete. “sigue, sigue. El kiosco... aleluyas...”, le van indicando. “Llegas al templete, sube el pie”. Entre aplausos termina el primero de los ensayos. Diego está preparado.