Nunca dijo que quisiera ser surfista profesional. El mundo de aventuras y naturaleza en el que de niña le introdujeron sus padres cuando iban a Laga los fines de semana en la furgoneta familiar fue lo que le llevó a sentirse muy cómoda en una tabla dominando las olas. Pero ha pasado por momentos críticos. El primero fue una crisis a los 18 años, cuando no veía sentido a dedicarse al deporte durante toda su vida. Años después se enfrentó a una operación de espalda que cuestionó que pudiera retomar el surf. Cabezonería, paciencia y seguridad en sí misma le han llevado a conseguir los mejores resultados de su carrera. No pudo estar en las Olimpiadas de Tokio, pero sí quiere estar presente en la cita de 2024 en París. Es una mujer que en estos momentos está considerada como una de las mejores surfistas del circuito europeo.

PERSONAL

Edad: 30 años.

Lugar de nacimiento: Getxo (Bizkaia).

Formación: Estudia Empresariales.

Inicios: Comenzó a surfear a los 7 años y ha recorrido el mundo subida en una tabla, pillando las mejores olas en escenarios de lujo.

Trayectoria: En 2017 fue subcampeona del campeonato europeo. Tenía todos los boletos para participar en la Olimpiada de Tokio, la primera que admitía el surf como deporte olímpico, pero una lesión y una operación se interpusieron en su camino. Recuperó la ilusión y se centró en mantener el surf en su vida. Ahora acaba de participar en el campeonato europeo y en septiembre peleará en el Mundial buscando la clasificación para París 2024.

Cine: Ha producido dos documentales: Vergüenza y Quitando la vergüenza. En ellos muestra cómo el ser humano, queriendo o no, está destrozando el planeta. Ahora está embarcada en un tercero.

Sus paraísos del surf: México e Indonesia.

Descubrimientos: Ha aprendido a relajarse y a tumbarse en la playa para disfrutar del sol. Parte de sus vacaciones las hace en Baleares, Formentera o Ibiza.

Aficiones: Viajar, siempre, pero sobre todo a sitios que no tienen mar. De vez en cuando va a escalar, le gusta bucear, jugar a pádel…

Un final de verano y de otoño en positivo, ¿no?

Sí, me acaban de anunciar que estaré con las mejores surfistas españolas en el mundial. Este año sí, el año pasado no conseguí llegar y ese será el gran objetivo de septiembre. El día 27 [o sea, hoy] estaré terminando el Gran Europeo en Anglet y el 7 de septiembre iré a California para preparar el Mundial. El campeonato empieza el día 17 y es una cita olímpica. Nos jugamos posiciones para la Olimpiada de 2024. Tengo también la ronda europea de los Challenge, que será en Portugal, Brasil y Hawái.

Un calendario muy intenso...

Sí. El verano en general ha estado muy tranquilo, pero mi objetivo está en los mundiales. Tengo la esperanza de hacer medalla, de alguna manera, conseguir ese posicionamiento para poder estar en una Olimpiada. Ese es mi sueño.

Un sueño que se truncó en los pasados Juegos Olímpicos.

Sí. Estaba bien posicionada, pero finalmente no pude luchar para ir, y fue mi gran frustración. Arrastraba una lesión de cuello que me hacía ir detrás de la zanahoria y era como si nunca llegara. Fue un palo duro, pero después he conseguido los mejores resultados de mi carrera a nivel internacional, y este año, esos resultados me han llevado al Mundial. Fue duro, pero aún tengo ganas y energía para poder seguir luchando.

¿Fue dura la operación para corregir esa lesión?

La operación en sí, no. Fueron duros los meses anteriores porque los médicos me habían advertido que tenía que dejar el surf. Era plantear mi vida sin el agua, sin la tabla. Al principio, con andar te vale, pero luego, cuando piensas en volver al alto nivel, lo ves tan lejos que te resulta desesperante. 

¿Tenía muy claro que iba a volver a surfear?

Lo que tenía muy claro era que iba a intentar surfear. Toda esa incertidumbre me cansó mentalmente, pero me ha dado una visión mucho más global y un disfrute que antes no tenía, ni del deporte de alto nivel en general, ni del surf en particular. Estoy viviendo un buen momento y todo me ilusiona mucho más que antes.

¿Tuvo miedo de no poder andar?

Bueno, nunca sabes qué va a pasar, pero según fui al hospital, antes de la operación, me dijeron que iba a poder caminar porque la médula estaba bien. Lo que sí estuvo en el aire durante meses fue la posibilidad de hacer deporte, y no solo de competición, sino deporte en general. Imagínate lo que significó para mí, con Tokio a la vuelta de la esquina. Imaginar no volver a surfear fue muy duro. Que tu vida se vea limitada así de la noche a la mañana era algo que nunca me había planteado.

Pero llevó la contraria a todo el mundo.

Ja, ja, ja… Es verdad. Llevar la contraria a gente que es experta es difícil, y aunque tú creas que vas a poder conseguirlo, otros te están diciendo que no. Para mí ha sido todo un reto, pero aquí estamos a pesar de los pronósticos, surfeando.

¿Qué hubiera hecho de no haber podido ser de nuevo deportista de alto nivel?

El surf ha ocupado una gran parte de mi vida, es mi pasión, es esa cosa que no te deja dormir, como cuando viene Olentzero, y pensar en dejarlo era muy duro. Durante ese año sin poder surfear, de una manera muy natural y desde mi curiosidad, produje el documental Vergüenza. Fue una experiencia muy bonita, que me llenó mucho, me hizo sentir, soñar y quitar muchos miedos. Este trabajo audiovisual me ha dado mucha calma y me ayudó a recuperar la ilusión.

"La definición de éxito para mí ha cambiado en los últimos años”

¿Qué pretendía hacernos ver con Vergüenza? ¿Era ponernos contra el bien o el mal?

No tanto enfrentarnos a lo bueno o a lo malo, sino ver de qué forma funciona el ser humano.

Parece que cargándonos el planeta.

Yo no creo que el ser humano sea malo y quiera destrozar su hogar, el planeta. No creo que nadie quiera ir a la playa y ver plásticos o quiera ver especies marinas que desaparecen.

¿Somos unos inconscientes?

Tal vez. A veces sentimos una especie de impotencia, pensamos que nuestros actos no tienen el poder de cambiar nada y miramos hacia otro lado. Quería entender por qué actuamos así, y quizá al entenderlo nos atrevamos a mirar más de frente los problemas. Hace unos meses estrené la segunda parte, Quitando la vergüenza, entendiendo que las cosas no son ni en blanco ni en negro, que tenemos contradicciones, pero aprendiendo a vivir con ese malestar quizá podamos ir a la acción. Para mí ha sido una experiencia personal enriquecedora.

¿Se plantea seguir haciendo documentales?

Es algo que he descubierto hace poco, no lo sé, pero el deporte lo dejé de disfrutar a los 18 años.

¡Vaya! Pero recuperó la ilusión.

En aquel momento no le veía mucho sentido a dedicar toda la vida a hacer un deporte porque sí. Fue una crisis que duró dos años. En ese tiempo conocí a Gorka Alegría, que es mi coach, mentor, entrenador y un poco de todo. Ahora utilizamos el deporte como excusa para todo lo demás, para desarrollarme como persona y para comunicar valores o historias que creo que pueden ayudar en ciertos casos.

¿Cómo es esa comunicación?

Llevamos cuatro años rodando todo el proceso desde que me lesioné. No solo la recuperación, sino los altos y bajos que se producen en una carrera deportiva. Es la historia de la otra cara, la que no se ve tanto, es la cara donde está lo duro, la soledad. También el éxito en sí, ¿qué significa el éxito? De cara a finales de año o al próximo, se verá. No tiene nada que ver con Vergüenza o Quitando la vergüenza. Se titulará Ganar perdiendo.

¿Por qué este documental?

Porque a mí me hubiera gustado escuchar a alguien hablar de esa otra cara del deporte. Me está gustando hacerlo, y hablar de ello me saca del mundo tan competitivo que rodea al deporte de alto nivel. Me compensa en esa parte de querer compartir y de no querer ganar a nadie.

No muestra una cara muy competitiva...

No lo soy tanto. Empecé a disfrutar del deporte cuando no me fijaba tanto en ganar al de al lado, sino en ser mejor que ayer. Poner el foco en el de al lado y querer ganarle eran cosas a las que yo no encontraba el sentido. La definición de éxito para mí ha cambiado mucho en los últimos años.

Posando en la playa de Arrigunaga, en Algorta. Borja Guerrero

Pero estar en el mundo de la alta competición depende de los resultados, de ganar al de al lado.

Evidentemente. Las clasificaciones y las becas van a depender de los resultados en gran parte. Cuando entendí que el deporte no es solo llegar, es en quién te vas convirtiendo, empecé a ver más sentido a surfear. Todo lo que he aprendido en los últimos diez años me va a servir mañana para ser mejor amiga, mejor hija, mejor compañera de trabajo o mejor madre. 

¿Puede vivir sin estar cerca del mar?

Temporalmente, pero siempre sabiendo que tengo un billete de vuelta. En esos diez meses que estuve apartada del mar me di cuenta de que cuando más feliz y más sana estoy es cuando tengo lo tengo cerca. He crecido en Getxo, el mar y la naturaleza en general forman parte de mi vida. Es lo que hace que ponga los pies en la tierra y lo que me pone en mi sitio. Me encanta ir a Madrid, a Roma, a donde sea, pero siempre con un billete de vuelta en el bolsillo.

¿Cómo llegó el surf a su vida?

Siendo una niña. Mi familia creció mucho en la naturaleza. Íbamos de camping, con la furgoneta a Laga, íbamos mucho a los ríos. Mis padres hacían, y siguen haciendo, kayak surf y escalada. También hacían descenso de cañones, puenting... Yo era una niña que conseguía calmarse en la naturaleza. Y esa idea de diferenciarnos mi hermano y yo de mis padres es lo que me llevo al surf, al agua. Estoy agradecida de que me dieran la oportunidad de conocer la naturaleza, sin miedo, pero con respeto. El crecer con la naturaleza, el dormir y despertar en la playa, mientras mi padre escalaba o mi madre hacía kayak surf, fue lo que hizo que en la naturaleza encontrara mi hogar. Era una niña muy inquieta y en el surf encontré la paz. 

Una paz y una calma que llevan muchos años ya en su vida.

No me considero una persona muy constante, pero cuando lo pienso digo: ¡Ostras! Llevo 23 años subida en una tabla, y cuando lo he dejado ha sido por circunstancias extraordinarias.

Ha rozado el tema de ser madre. ¿Se plantea la maternidad? Parece un hándicap en el deporte que practica...

A día de hoy, con un deporte como el surf, con los viajes que tenemos, creo que es prácticamente imposible a nivel económico, a nivel físico o a nivel operativo. Es difícil criar a un hijo con el calendario que llevo. Mientras sea deportista a este nivel creo que es algo muy complicado. Tampoco es que quisiera ser madre ya, pero es un problema que mis compañeros hombres no tienen. Ona Carbonell está haciendo un gran trabajo a la hora de hablar de la conciliación de la maternidad con el deporte, pero sigue siendo un tema complicado, no solo para las deportistas, incluso para las mujeres que tienen un trabajo cerca de su casa.

¿Le resultó difícil tomar la decisión de ser surfista profesional?

Nunca decidí serlo, nunca dije que quería ser surfista. Quizá por ello tuve aquella crisis a los 18 y dejé de surfear. A mí me gustaba la naturaleza en general y se me daba bien el surf. Crecí en casa viendo los domingos Al filo de lo imposible, y como mi padre tiene una firma de ropa de montaña, muchos de los participantes del programa eran sus amigos y venían a casa a comer o a cenar. Ellos soñaban con ir al Himalaya y yo con ir a Indonesia, a Maldivas o México a surfear y nadar con delfines. Para eso necesitabas dinero y el surf me permitía hacer esos viajes. Sin darme cuenta, y sin querer pero queriendo, mi trabajo fue ser competidora, aunque no me sentía tan comprometida. Cuando asumí realmente que quería ser deportista de alto nivel fue hace cinco años.

"Imaginar no volver a surfear por una lesión fue algo muy duro”

También ha estudiado Empresariales. ¿Es esta carrera su seguro de vida por si falla el surf?

Ja, ja, ja… No lo veo así, pero aún no he acabado, me queda un año para terminar la carrera. El hecho de estudiar me hacía sentirme más cerca de la gente, porque cuando eres adolescente y tus vacaciones son en Maldivas, tu día a día es ir y volver de Australia, estás en hoteles buenos y alrededor de determinadas marcas, sin querer se te pueden ir los pies de la realidad. Y no es algo muy real, sino todo muy efímero. Para mí, estudiar y tener cerca a mi gente, a la cuadrilla de toda la vida de Algorta, y surfear con ellos cuando salen de la oficina, es estar en la tierra.

¿Soledad?

Cuando eres más pequeña no hay tanta porque estás obsesionada con ese mundo de descubrimientos, pero cuando has ido ocho veces o más a Australia y todo te resulta más creíble, no estás tan ilusionada como de adolescente. Lo que más valoras es la experiencia y poder compartirla con la gente que quieres. A veces quieres compartir con los tuyos algo que estás viendo a muchos kilómetros de distancia de tu casa. La soledad puede ser dura.