Desde que al ser humano se le despertó la imaginación existen territorios, comarcas, rincones entre montañas y valles que hacen volar la fantasía de hombres y mujeres. Y si además es una encrucijada de caminos, crecen las historias. Esto ocurre en el interior oriental de Gipuzkoa, en la muga con Navarra, donde la sierra de Aralar los separa. Es Tolosaldea, la comarca articulada en la cuenca del río Oria, que nace en Aizkorri, cerca de Zegama y desemboca en Orio.

De Amezketa a Tolosa

Casi en la muga con Navarra, en los mismo límites del Parque Natural de la Sierra de Aralar se encuentra Amezketa. Dicen de esta localidad que en ella se resume todo lo que caracteriza a esta comarca guipuzcoana, desde los mitos y las tradiciones al entorno natural y actividades como la ganadería o la minería, pasando por la pelota o el bertsolarismo. De hecho, en Amezketa nació el mejor bertsolari guipuzcoano de todos los tiempos: Fernando Bengoetxea, el xelebre Pernando Amezketarra, bertsolari e ingenioso pícaro que vivió entre los siglos XVIII y XIX. Su busto preside la plaza principal de la localidad, entre los dos frontones, uno al aire libre y otro cubierto y más largo. Los amantes de las tradiciones podrán ver en la iglesia de San Bartolomé las argizaiolas. tablas de madera tallada en la que se enrollan unas finas y largas velas llamadas cerillas que se encienden sobre las en tumbas para velar a los muertos. Simboliza la unión del caserío y la sepultura llevando el calor de casa a los difuntos. 

La plaza de Pernando Amezketarra de Amezketa Juan Miguel Ochoa de Olza

En dirección hacia Tolosa, capital de le comarca, se encuentra Altzo. Divido en dos barrios, Altzo Muino, el más alto y a la sombra del monte Otsabio, y Altzo Azpi, incrustado en angosto barranco, este cuidado municipio de espectaculares caseríos resulta un mirador extraordinario sobre los valles del sur de Tolosaldea. También cuenta con hijo ilustre que ha entrado en el olimpo de los personales legendarios, es Miguel Eleicegui, el Gigante de Altzo, que recorrió España y Europa exhibiendo su extraordinaria figura y cuya vida se narra en la película Handia, de 2017. Los elegantes caseríos enriquecen su patrimonio arquitectónico como son los de Zuaznabar Haundi, Etxeberri o Ipintza Handi, la casa natal del Gigante. Al ayuntamiento, en la plaza principal de Altzo y ejemplo de la arquitectura rural tradicional se le ha añadido un segundo cuerpo de diseño moderno que alberga el Museo del Gigante de Altzo. Las iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, en la misma plaza, y la ermita de San Salvador en Altzo Azpi. Todo forma parte del recorrido dedicado a Eleicegui.

Escultura a tamaño real del Miguel Joaquín Eleicegui.

Escultura a tamaño real del Miguel Joaquín Eleicegui. Juan Miguel Ochoa de Olza

EL GIGANTE DE ALTZO, UNA LEYENDA REAL

En esta tierra de mitos, no hay que olvidar que la diosa Mari tiene una de sus residencias en la cueva Marizulo del monte Txindoki, también se encuentran personajes legendarios reales. Es el caso de Miguel Joaquín Eleicegui Arteaga, el Gigante de Altzo. Nació en 1818 y falleció en 1861 en esta localidad. A su muerte su altura era de 2,42 m, con un envergadura de brazos de 2,27. Padecía gigantismo desde que a los 20 años una grave enfermedad le desencadenara acromegalia. Junto a su casa natal, Ipintza Haundi, se alza la ermita de San Salvador, en la que en una pared todavía se pueden ver las marcas que el sacerdote cincelaba cada vez que Eleicegui volvía de un viaje. Son cuatro, la primera a 2,10 m, la segunda a 2,25 m, la tercera a 2,36 m y la última a 2,.41 m. Nunca dejó de crecer.

Tras su muerte fue enterrado en el cementerio de Altzo Azpi, pero sus restos estuvieron desaparecidos, llegó a creerse que robados. Tras el estreno de Handia, el Ayuntamiento y la familia de Miguel Eleicegui promovieron su búsqueda. La Sociedad Aranzadi los encontró y recuperó en 2020 del osario, a donde fueron trasladados en algún momento.

Antes de entrar el Tolosa, se puede visitar Ibarra, capital de las piparras, en cuyo barrio de Izaskun se puede visitar la ermita de la virgen que le da nombre. Es la patrona de Tolosa y tiene su día grande el 8 de septiembre pero en mayo los vecinos del barrio celebran sus propias fiestas. El monte Uzturre la contempla desde arriba mientras que los miradores ofrecen panorámicas sobre parte de la cuenca del Oria.

Para los amantes de las guindillas, pimientos y similares, en la segunda quincena de septiembre hay un mercado específico. 

Tolosa es el centro comercial y de servicios de esta comarca. Fue la capital de Gipuzkoa mientras era el cruce de caminos entre Castilla, Navarra y Francia. De hecho, el puente de piedra y cinco arcos que cruza sobre el Oria lleva el nombre de Navarra. Por él se accede directamente al casco histórico tolosarra y enlaza con el antiguo Camino Real a través del Portal de Castilla. La importancia histórica de Tolosa se comprueba al pasear por sus calles y contemplar los edificios públicos, civiles y religiosos. El convento de Santa Clara, la parroquia de Santa María, las plazas de Euskal Herria, Nueva y Verdura, los palacios de Atondo, Iturritza hacen mirar hacia arriba mientras se busca dónde tomar algo.

Al valle de Aiztondo por Villabona

El río Oria sigue su curso para llegar a Villabona, otro de los nudos de comunicación de Tolosaldea, a medio camino entre Tolosa y San Sebastián. Por esta localidad se entra al valle de Aiztondo a través de Zizurkil. El puente de Zubimusu comunica ambas localidades a pesar de contar solo con el arco central de los tres que originalmente lo formaban. La moderna plataforma que lo cubre le permite cumplir con creces. La pelota es, desde siempre una de las señas de identidad de la comarca y en Villabona destaca su plaza de Rebote, donde se juega una modalidad de pelota casi exclusiva de Gipuzkoa. Un frontón con dos paredes enfrentadas y abierto lateralmente es el campo de juego que ocupa toda la plaza del Ayuntamiento. Cuando no hay partido, dos porterías de fútbol ocupan el centro del frontón.

El recompuesto puente de Zubimusu que comunica Villabona con Zizurkil Juan Miguel Ochoa de Olza

Dentro ya del valle de Aiztondo, la rural y ganadera Asteasu era on paso casi obligado para llegar hasta el mar, hasta la costa. Ya no tiene ese valor estratégico, pero mantiene su espíritu y un entorno natural en el que la tranquilidad es su atractivo. Pero no el único. Desde la publicación de la obra Obabakoak, del escritor Bernardo Atxaga, son muchos los que se acercan a Asteasu para conocer el lugar que inspiró el literario pueblo de Obaba. El barrio de Elizegi, donde las antiguas escuelas están pegadas a la iglesia de San Pedro, las ermitas de Santa Cruz y Santa Marina, la plaza mayor con su fuente Iturri-Ondo y las esculturas del bertsolari Pello Errota y el músico Eleuterio Tapia, la casa rectoral, el caserío Iturriotz o el Ayuntamiento forman parte del recorrido literario-patrimonial. 

Las siluetas de un lagarto guían al visitante por Asteasu .

Las siluetas de un lagarto guían al visitante por Asteasu . Juan Miguel Ochoa de Olza

EL CAMINO DE LAGARTOS AZULES DE OBABA

El escritor guipuzcoano Bernardo Atxaga publicó en 1988 Obabakoak, que al año siguiente fue traducida al castellano y recibió el Premio Nacional de Narrativa del Ministerio de Cultura. Traducido a numerosos idiomas es la obra en euskera de mayor éxito internacional. Es un conjunto de 26 historias entre lo real y lo fantástico ambientadas en el ficticio pueblo de Obaba. Este imaginado pueblo tiene su reflejo real en Asteasu, de donde es natural Atxaga. Tanto sus calles y edificios como algunas de las historias que albergan han inspirado tanto las narraciones de Obabakoak como otras de sus novelas y cuentos. 

Para conocerlos, y para recorrer Asteasu, los visitantes siguen el Camino del Lagarto-Muskerraren bidea, un paseo de unos dos kilómetros por la localidad. La ruta, señalada con las siluetas azules del lagarto protagonista de una de las principales escenas de la obra, comienza en el barrio Elizmendi, junto a la escuela Pello Errota. A partir de un panel explicativo se va recorriendo la ruta. Cuenta con siete postes explicativos y unos códigos QR. Estos permiten acceder a las explicaciones y reflexiones que ofrece el propio Atxaga sobre el euskera, el bertsolarismo o su paso por la escuela del pueblo, entre otros temas. 


Casi cerrando el valle se alza Larraul, otro de los miradores desde el que contemplar Tolosaldea. La iglesia de San Esteban ocupa el centro de la villa y el resto del pueblo parece crecer a su alrededor. Este templo de estilo de transición entre el gótico y el renacentista ocultó durante siglos un secreto artístico muy poco usual. Detrás del retablo una grisalla, una técnica pictórica monocroma que da al dibujo relieve, del siglo XVI. Se trata de una pintura de estilo romanista de dos figuras enmarcadas por columnas que sostienen un frontón clásico y con unas calaveras a sus pies. El cercano Ecomuseo de Larraul recoge la vida en los caseríos vascos en todos sus aspectos.