Muchos la recuerdan por su participación en el legendario Vaya semanita, formato al que ha vuelto ahora después de pasar por proyectos como Erlauntza, su propio monólogo y teatro. El humor, lo sigue demostrando la actriz navarra, es su zona de confort, donde se desenvuelve con gran soltura.
¿Cuál es el origen de esta pasión por la interpretación? ¿Qué prendió la chispa de querer actuar?
-La chispa prendió de muy pequeña. Recuerdo que tenía siete años, y la típica extraescolar del cole y tal, me apunté a teatro y y te puedo decir que desde entonces no lo he dejado porque, bueno, pues luego ya seguí; de joven también me apunté a talleres de teatro, estuve en el teatro de del instituto también y ya después me fui a Madrid. Así que no sé, la verdad es que son muchos años y desde muy pequeña.
Una de las virtudes de la interpretación, además, es que podemos contar mil historias ponernos en la piel de mil personas distintas, mil épocas distintas… ¿Cuál diría que es el mayor aprendizaje que se lleva de esta trayectoria?
-Yo creo que el mayor aprendizaje es que cada día sigues aprendiendo y cada día te das cuenta de que tienes mil cosas por aprender. Al final es como que todo el rato nos tenemos que estar reciclando, todo el rato hay cosas por descubrir, personajes por hacer, proyectos nuevos que siguen ilusionándote… Entonces, yo creo que el mayor aprendizaje también es el haber apostado por dedicarme a esto cuando toca el momento de decidir y de haberme ido a Madrid para formarme y para convertirme en profesional. También he aprendido que es una carrera de resistencia, que aquí nadie te asegura nada. La incertidumbre es una palabra que vuela de manera permanente en este oficio. Entonces, yo creo que eso en la vida también después sirve para muchas cosas.
¿Siente que la irrupción de las plataformas de streaming ha abierto más puertas? ¿Cómo ve el panorama actual?
-Al final las plataformas, sí, lo que han hecho es ampliar la oferta. Eso por un lado está muy bien, porque a más oferta también se requieren más profesionales. Pero luego es verdad que también la televisión como tal ha cambiado mucho la forma de consumirse. La gente ya no consume televisión como hace 15 años. Todos de alguna manera nos hemos tenido que adaptar a eso. Al principio Netflix era una palabra que te sonaba como “guau”, y ahora estamos de manera muy cotidiana con compañeros que están trabajando para una serie en Netflix, para Max… O sea, digamos que han entrado en nuestras vidas ya de una manera totalmente normal.
Se ha democratizado más, ¿no?
-Sí, al final ahora forma parte de nuestras vidas, nos hemos hecho a ellos y claro, la oferta que te permiten es muchísimo más amplia. Por ese lado yo creo que es positivo.
Las cosas han cambiado, por supuesto, pero la gente sigue yendo al cine (la hemos visto en La infiltrada), la gente sigue consumiendo televisión (han vuelto con Vaya semanita). Algunas cosas se mantienen igual, ¿verdad?
-Yo creo que por ejemplo, cuando te refieres a lo de ir al cine, al final la manera de consumir cultura, la gente la tiene ahí. Las plataformas están y nos ofrecen su catálogo, pero la cultura del cine es otro mundo, es otra cosa diferente, y al final la gente valora el ver una película en la gran pantalla. Yo creo que esa cultura no ha desaparecido y, por favor, que no desaparezca. Y luego, respecto a Vaya semanita, es lo mismo. Es un programa que hizo historia en su día y que la gente tenía ganas de volver a verlo y de volver a atacar el humor desde ese sitio. La manera de hacer humor también en todos estos años se ha transformado y ha evolucionado, y ha cambiado, pero ahí sigue Vaya semanita que resiste y que a la vista está que lleva toda la temporada en antena.
Y que nos dure muchos años.
-Sí, es que yo creo que la gente le tiene mucho cariño al programa y a esa manera de hacer humor, de reírse de las cosas cotidianas llevadas al extremo, que es un poco la fórmula de Vaya semanita, gente normal que le pasan cosas extraordinarias. Es verdad que la fórmula sketch yo creo que resiste y resistirá, porque a todo el mundo le gusta sentirse identificado con esa manera de hacer humor.
Mucha gente se siente, como dice, identificada con algunos de los sketches. ¿Hay alguno en el que usted se haya visto especialmente representada?
-Nos pasa todo el rato. Hace poco hice uno que ocurría en un despacho de un colegio. Yo tengo 2 hijos pequeños y se hablaba como de que nuestro hijo no tenía nada; no tenía ni TDAH, ni altas capacidades, ni nada, y nosotros nos sorprendíamos. Era como: “No, no, si ahora todos los niños tienen que tener algo, alguna etiqueta” y dices: “Jo, si es que esto pasa”. O yo qué sé, el típico personaje como del cuñado que se piensa que se lo sabe todo y entonces pues situaciones diferentes. Bueno, luego hablamos del tema de la sanidad también, la sanidad pública, la sanidad privada, de la educación, de las relaciones de pareja… Entonces, es que se tocan tantos temas que al final en uno o en otro te vas a sentir identificado.
"La gente tenía ganas de volver a ver ‘Vaya semanita”
También parecen los sucesores de Los Simpson. La víspera del apagón, en el Instagram de Vaya semanita compartieron un sketch de un apagón digital. ¿Vamos a pasar a decir Vaya semanita ya lo predijo?
-(Risas). Es que es un poco visionario. Al final, lo que te hace estar en la actualidad es que de repente dices: “Parece que los guionistas sabían lo que iba a pasar”. O con el Papa también. De repente pasan cosas que en guion hay que adaptarlas porque la realidad de repente es como que dices: “Ostras, pero si lo estamos haciendo”. Hombre, es un honor compararlo con los Simpson.
Si le preguntara a aquella Leire que de pequeña soñaba con ser actriz, ¿se imaginaría que el humor sería su zona de confort?
-La verdad que no. Con lo bien que hago los dramas… (risas). La verdad es que cuando estudias interpretación tengo que decirte que en la escuela no se enseña como la fórmula de comedia. Y es verdad que a mí por una cosa o por otra pues la vida me ha llevado a dedicarme casi plenamente a la comedia, aunque me gustan mucho los dramas. Es un sitio en el que he encontrado la manera también de ser feliz. Para mí hacer reír a la gente y hacer que la gente se lo pase bien en un momento es lo más bonito del mundo que hay en estas vidas que tenemos ahora mismo y que nos han tocado vivir. Es verdad que yo de pequeña no me imaginaba para nada que al final la comedia iba a ser mi modo de vida, pero me está demostrando que sí, que parece que sí.
A veces es mucho más fácil hacer llorar que hacer reír. ¿Tiene alguna clave para desatar carcajadas?
-Yo siempre he dicho que la comedia es una fórmula matemática, como de laboratorio. Es verdad que es muy difícil dar con ella, y cuando das tanto en televisión o en cine o en teatro, se hace magia. A mí llorar no me resulta tan complicado como muchas veces el conseguir que el público tenga una carcajada. Yo lo he lo he vivido con mi monólogo, que lo llevo haciendo un año y medio (se llama Viva la madre que te etiquetó), y es verdad que ese proyecto como surge de mí, de mis entrañas, de mi experiencia, al final conseguir hacer humor con eso para mí ha sido supersatisfactorio, porque de repente das con la fórmula, pruebas…
En Vaya Semanita, comentaba, hacen humor de temas actuales. ¿Cuándo consideran que se puede empezar a hacer un chiste o un sketch de algo? ¿Hay algún periodo de espera?
-Yo pienso que al final el humor no debería tener como esa censura. Es verdad que, si es un hecho dramático o trágico, obviamente hay que mantener un poco el respeto. El humor funciona si no se pierde el sentido común y si no se pierde el respeto. El humor tiene que trascender y tiene que transgredir un poco, porque si no, no funcionaría. Esos periodos al final yo creo que los marca el sentido común.