REGRESAMOS a Sakana, en esta ocasión para hablar de algo concreto que afecta directamente a toda la población que vive entre la vívida y envidiable transparencia del nacimiento del Urederra, el abrigo de sus montañas milenarias y la debacle industrial y sus flecos. Uno de estos flecos -y no el menor- supone la situación actual de Cementos Portland que, si bien sostuvo en tiempos un nivel de empleo que llegaba a 800 puestos de trabajo o los superaba, en la actualidad no genera empleo alguno, siendo su plantilla de 150 trabajadores, sólo 13 de Olazagutía y el resto de la comarca y muchos de fuera de ella.

Desde hace 20 años Cementos Portland viene utilizando el pet-coque como combustible en sus hornos, y esto tiene consecuencias innegables sobre la salud de 150 trabajadores y 25.000 habitantes de la comarca entre los que se encuentran, lógicamente, personas de avanzada edad, enfermos, niños y todo el grueso de la población sin excepción.

El pet-coque es un derivado del petróleo con un alto contenido en azufre, óxidos de azufre y material particulado asociado a materiales pesados. Un ejemplo significativo, Endesa-Chile no utiliza ya este material, tampoco otros países. ¿Por qué? Además de su propagación en el aire que respiramos 24 horas al día durante veinte años consecutivos, es particularmente peligroso su almacenamiento. Es un producto de muy bajo coste para las cementeras, 5 euros/tonelada ya en puerto, lo que su mera utilización supone grandes beneficios para éstas que no repercute ni en medidas de seguridad ambiental acordes con el problema, ni en la generación de empleo, ni en sus trabajadores ni en inversiones de control sanitario ni en nada. La utilización del pet-coque en combustión supone el siguiente riesgo para la salud de trabajadores y comarca: efectos neurológicos y cambios comportamentales, alteración de la circulación sanguínea, daños cardiacos, efectos en ojos y vista, fallos reproductores, daños en el sistema inmunitario, desórdenes estomacales y gastrointestinales, daños irreversibles en la función del hígado y riñones, defectos de audición, alteraciones en el metabolismo hormonal, efectos dermatológicos, asfixia y embolia pulmonar...

Es de suponer que los responsables de salud laboral de la empresa están al corriente de esta situación, pues no cabe esperarse otra cosa. Es de suponer que mediante los informes de éstos e inspecciones propias, el Gobierno de Navarra esté al corriente de todos los pormenores derivados de tal situación. Quizá, sólo quizá, es mucho suponer. La pregunta es obligada, ¿por qué nadie hace nada? No me atrevo a sugerir nada, quizá algo llamado connivencia planea sobre esta preocupante y turbia realidad, y quizá algo llamado exentismo y corrupción, también.

Por toda respuesta existe una carta fechada el 10 de abril pasado dirigida por el director de la fábrica, José Antonio García Martínez, a Javier Lecumberri Urabayen, presidente del comité de empresa, en la que siempre en un tono en ocasiones larvado, y en otros de forma rotunda, amedrenta a los trabajadores con el cierre de la empresa, y se asombra paradójicamente de la actitud crítica de los trabajadores que no aceptan este estado de cosas.

Señor García, respetuosamente creo que debiera plantear las cosas en términos bien distintos a los que arguye en su carta.

Sakana discurre entre la transparencia del Urederra y la estoica altivez de San Donato. Pasa el tiempo y pasan los ciclos. Todo pasa y queda registrado en nuestra memoria colectiva. También su declaración de intenciones de hace un año que, quizá, duerme el sueño de los justos y también, quizá, el de los injustos.

Javier Corres

Escritor