¡QuÉ días tan terribles cuando no existe la esperanza! Así es, yo soy atea, por ello no espero milagros, no creo más que en la buena voluntad (y gestión) de los humanos, y hoy en día hay muy pocos humanos que gestionen, y sobre todo escasean aquéllos, los de buena voluntad.

Si analizamos todos la actuación, la comunicación estos días de todo el que intenta llegar a nuestros corazones (lease Papa, SS. Majestades de allí y de Oriente.....), me da la risa. La risa y me siento un poco humillada, por mí y también por todos los creyentes en general (en particular por los que más conozco y quiero), ya que les justifican el sufrimiento de aquí para ganarse un paraíso en la otra vida. Pero claro, no su sufrimiento, ellos son aquí los privilegiados (esto es lo que importa el aquí y el ahora ¿o no?), lavan sus desvergüenzas y su tiranía (así me parece a mí llamarlo, porque si no..., ¿como se denomina al que hace creer al que tiene por debajo que su sumisión y así no su rebelión le hacen dignos de alcanzar las dichas y bienestar que él posee?).

Las últimas serán las primeras, sí ¡ja! Pero en el reino de sus cielos no perdona. ¿Por qué no aquí, tú un ratico y yo otro ratico? O, por qué no, vosotras ya habéis estado mucho rato, ahora nos toca a nosotras, o por qué no repartimos para todas y todas estamos medianamente bien, que a mi humilde entender (y....¡soy atea!), esto sería lo que ese señor quisiera (¿o no?).

Bueno, esta reflexión que valga para todas. ¿A que a ti también te roban, te manipulan, te engañan, te ningunean, te utilizan...? ¡Piensa!, pero con franqueza, no cerrando los ojos a tu alrededor. ¡Ah! Y tú, a ti, ni se te ocurra hacerlo (robar, utilizar, engañar....), ese señor parece ser que te ve y te castiga en la otra vida. Actúa bien y sé bueno porque sí, sin más, verás que bien te sientes.

¡No te rías, no! Te lo digo a ti, que estás en las alturas, baja a la Tierra, bueno, a mí me apetecería en este momento mi trozo de Tierra, que son las cocinas hospitalarias, y pon un poco de cordura o deja que la pongamos nosotras, que sabemos, valemos y podemos. ¡Anda! ¿Sabes a quién le he llamado casi Dios? A la señora consejera, a la presidenta y a todas ésas que, aferrados al poder, no ven más que el camino de sacar dinero (ahorro llaman ellas).

Quizás ellas pudieran hacerme creer otra vez en los humanos, lanzando un rayico de esperanza en este nuestro pequeño gran problema (me da vergüenza poner solo grande, con lo que acontece por otros lares) y luego, por favor, también miren hacia el tuyo, el tuyo, el tuyo..., pero con buena disposición, que si Dios existe, ya le llegará el turno de demostrarlo pero... en la otra vida ¡parece ser!

No quisiera ofender a los creyentes. No es mi intención.

Sira Garcia Garcia