yo también me he ido esta semana de casa con cajas destempladas. Dos concretamente, que veía en el portal cuando iba a trabajar a la hora que yo acostumbro, que es una hora que bueno, a lo mejor la destemplada era yo. En las cajas, la consabida cantinela de que ayudes a reciclar y cuidar el planeta contribuyendo a la recolección de ropa y zapatos usados en ese contenedor que se recogerá a los tres días, la invitación a que colabores con personas de escasos recursos y crees puestos de trabajo, y la postdata de que agradecen tu colaboración. Ah, y el número de un móvil. Todo muy profesional.

Tú, muy profesional también, como no tienes idea de qué va el tema, ni gafas para apuntar nada en el portal porque ya vas servida con el par de casa y el otro par del trabajo, retienes el nombre de la empresa aprovechando que es de mañana aunque en realidad sea de noche, y que aún vas ligera de gigas, (que dirán que el saber no ocupa lugar pero es una leyenda urbana), y en pillando un rato, te lanzas a la ciberconsulta. El nombre de la empresa no consta, así que optas por poner zapatos, ropa usada, caja, portal, la dinámica habitual en el inicio de cualquier investigación. Y ahí es donde descubres la red de sorprendidos por las cajas de la que acabas de entrar a formar parte, y todas las pesquisas que los más antiguos ya han hecho por ti. Que si en San Vicente del Raspeig las cajas llegaron al pleno municipal, que si empezaron en Badajoz pero ya en diciembre de 2010 se habían extendido por Salamanca y Valladolid, que si detrás de las cajas podría haber empresas fantasmas, y que tal vez en fin, las bandas que hurtan el material de los contendores han incorporado a su cartera de servicios el puerta a puerta. Y entonces quieres ir a contárselo a tu vecina, pero la mía se va a enterar por estas líneas, porque yo no salgo. Tengo las zapatillas pal retiro, y me parece que ya los oigo al acecho, en el rellano, con el recogedor.