Yesa y el fantasma del Pirineo
Las palabras de desalojo preventivo de aquel 8 de febrero de 2013 y los continuos mensajes de tranquilidad de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) no nos auguraban una situación como la que nos encontramos un año después: desalojos prolongados, realojos inseguros, casas con daños irreversibles y daños estructurales graves, grietas en las zonas seguras, devaluación del patrimonio, ruido y polvo de día y de noche, un entorno totalmente destruido y gran cantidad de dinero desembolsado en geólogos, arquitectos y abogados. Espacios de vida arrebatados y un pueblo mermado, además, de nervios, ansiedad e impotencia.
Graves daños irreversibles y un responsable que no acaba de dar la cara. Porque la CHE, en Yesa, ha preferido continuar excavando después de provocar un movimiento de ladera, ocultarnos la situación de riesgo hasta el último momento, esconder informes después, dejarnos la inseguridad para siempre, hacer desaparecer un monte, convertir la naturaleza en cemento y todo, antes que reconocer su negligencia. Ahora dicen que no lo podían prever. Pues entonces, ¡que no se metan! ¿Qué tipo de responsabilidad es ésta?
Por si fuera poco, hemos sufrido otro tipo de atropellos por parte de la CHE, como poner dificultades al acceso a nuestras casas de medios de comunicación y personal técnico. Vulnerando nuestros derechos más fundamentales de acompañamiento y libre tránsito y atribuyéndose un poder que no les corresponde, han tratado de impedir la entrada de personas non gratas para ellos, como la del geólogo Antonio Casas. En definitiva, no les vale con hacernos un daño irreparable y no asumir claramente su responsabilidad, sino que han intentado, además, coartar nuestra libertad de expresión.
Sin embargo, no es algo nuevo en el valle. Hace 50 años, otras gentes tuvieron que renunciar a sus modos de vida y Ruesta, Tiermas y Escó fueron expropiados de manera forzosa. Todavía hoy sus habitantes reclaman la reversión de unos terrenos en los que otros prefieren construir un balneario de lujo y acabar así con lo único que les queda: su memoria. Hay otro pueblo que resiste desde siempre a la ocupación de sus tierras y las defiende con una dignidad que el dinero, en forma de compensación, no ha podido comprar. Ahora que algunas ya no podemos reivindicar el derecho a vivir aquí con seguridad, hemos aprendido de Artieda a defender nuestro territorio.
Ya es bastante el daño sufrido en torno a este pantano como para arriesgarse a que también aguas abajo puedan sufrir los efectos devastadores de forma todavía más dramática. Ahora pretenden hacernos creer que la presa recrecida va a detener los movimientos no de una sino de dos laderas inestables; ¿pero no son las laderas las que deberían sujetar la presa?; ¿podemos fiarnos de quien ha jugado con nuestra vida y nuestro herencia?; ¿tenemos que pagar las injustas consecuencias de un proyecto tan temerario?; ¿por qué no se escuchan las alternativas planteadas?; ¿qué intereses ocultos tienen los promotores de esta obra y las empresas constructoras? Si el canal de Bardenas actúa como cuello de botella y aún sin el embalse recrecido no tiene capacidad para abastecer agua en los meses en los que se solicita, entonces ¿para qué quieren el agua?
Los expropiados de Ruesta, Tiermas, Escó, la resistencia de Artieda y algunas familias de Sigüés, las desalojadas de Yesa y la intranquilidad de los vecinos de Sangüesa, Aibar, Cáseda y Gallipienzo somos víctimas de un mismo problema. Éste que algunos llaman con eufemismo el mar del Pirineo y contra el que otras luchamos para que no se convierta en el fantasma y el mal de nuestra comarca. Poco a poco algunas gentes vamos rompiendo el muro físico y humano que han supuesto 20 kms de agua y vida detenida para decir de forma conjunta ¡no al recrecimiento ni al enriquecimiento de unos pocos a nuestra costa, y sí a Yesa y a la vida de los pueblos del prepirineo!Firman este escrito: Idoia Fernández Napal, María Jesús Villalpando Zabaldika, José Lázaro, Ansorregui, Ikaskun Aizpurua Díaz, Fernando Trebol Unzue, vecinas/os de Yesa