decía Arthur Ponsonby que el veneno del odio inoculado en las mentes de las personas por medio de la falsedad en tiempos de guerra es un mal incluso mayor que la propia pérdida de vidas humanas. Y no le faltaba buena razón, porque el odio, con el pensamiento irracional enaltecido por este, será quien finalmente propicie las tragedias que vendrán después.
Como saben, el 28 de julio es la fecha en que se cumplirán 100 años del comienzo de la Primera Guerra Mundial. Esta gran guerra, grande por sus terribles consecuencias no por su propia grandeza, que se desarrolló de 1914 a 1918, enfrentó a las poderosas potencias europeas en una lucha fratricida; donde los importantes intereses territoriales y de control sobre los países colonizados por estas tuvieron una parte fundamental en su comienzo y desarrollo.
Estados Unidos ya emergía entonces como una potencia mundial tras su expansión territorial y su gran crecimiento económico e industrial. Y la guerra supuso una enorme fuente de ganancias para las compañías norteamericanas, debido a que se requería todo tipo de productos para abastecer las necesidades urgentes de los contendientes: desde alimentos a toda clase de armamentos, materiales o equipos. No solo suministraron a los países combatientes, especialmente a Gran Bretaña, sino que también lo hicieron a los mercados tradicionales de estos, que ahora habían quedado sin poder ser abastecidos. Hacia abril de 1917 habían enviado mercancías a Europa por un valor superior a dos mil millones de dólares, esto era mucho dinero y un motivo muy serio para que desde el mundo de los negocios y desde el gobierno vinculado a él se decidiese un apoyo decidido hacia la guerra. El presidente Wilson fue muy claro ya en 1917 respecto a atender los deseos del poderoso sector empresarial, incluido el uso de la violencia, olvidándose del mercado libre y de la libre competencia, y también del supuesto pacifismo con el que ganó las elecciones: las concesiones obtenidas por los financieros deben ser salvaguardadas por los ministros del Estado, incluso si la soberanía de naciones remisas fuese ultrajada en el proceso? las puertas de las naciones que están cerradas deben ser echadas abajo.
Esta ha sido y es la política exterior estadounidense en el mundo, tal cual, desde entonces hasta ahora.
En la guerra, como es habitual, nadie jugaba limpio, los británicos bloqueaban los puertos a Alemania y Alemania utilizaba la nueva tecnología militar, los submarinos, para controlar el flujo marítimo. A su vez EEUU en modo alguno se mantenía neutral, enviando armas a Gran Bretaña.
En Norteamérica se estaban extendiendo, y ganando apoyo social, las organizaciones que defendían los derechos de los empleados y de los que poseían menos bienes. Esto preocupaba profundamente al mundo de los negocios, que temía seriamente perder el control sobre la sociedad. Como el poder económico no parecía que ganaba muchos adeptos por sus buenas acciones y por su ejemplo, pensaron que seguramente la guerra pondría fin al pensamiento crítico y reivindicativo, al imponerse por la fuerza los sentimientos nacionalistas, belicistas e intolerantes que brotan cada vez que suenan las trompetas de la guerra.
El presidente norteamericano Woodrow Wilson había prometido ser neutral y no entrar en esa guerra antes de ser elegido en las elecciones. Pero el mundo empresarial y financiero presionaba a favor de la guerra, porque además de suponer un gran negocio serviría para tener controlada a la población de su país; que cada vez estaba más insatisfecha y desencantada por la crisis que se extendía por la nación.
Estados Unidos tenía un importante problema respecto a entrar en la guerra en Europa a favor de algún contendiente, en este caso del lado de Gran Bretaña y contra Alemania, ya que había unos ocho millones de personas de descendencia germana y cuatro y medio de procedencia irlandesa, que no tenían precisamente mucho aprecio a los ingleses. Para cambiar la opinión pública, de forma que una población contraria a entrar en una contienda bélica con los europeos se convirtiese en una nación dominada por la histeria y la intolerancia, se requirió de una intensa manipulación de las mentes de los norteamericanos.
En abril de 1917 se creó un Comité de Información Pública, respaldado y promovido por el Gobierno y las corporaciones, al frente del cual estaba George Creel. Su misión era ganar apoyo y entusiasmo hacia el reclutamiento de soldados y hacia la guerra, a la vez de denigrar y acusar de traición a los contrarios a ella. Para llevar a cabo esta tarea contrataron a expertos en temas psicológicos, como el propio sobrino de Freud, Edward Bernays, con el objetivo de realizar un trabajo científico y efectivo sobre el control de pensamiento de la gente. Vemos, por tanto, que no fue la Alemania nacionalsocialista la inventora de tales prácticas. Edward Bernays explicaba cómo comprendiendo determinados comportamientos colectivos del ser humano pueden utilizarse para realizar un control sutil sobre el conjunto de un país: si entendemos el mecanismo y los motivos de la mente en grupo, ¿no es posible controlar y adoctrinar las masas de acuerdo a nuestra voluntad sin que ellos lo sepan?
Es entonces cuando de desarrolla y se pone en práctica la llamada ingeniería del consenso o la fabricación del consenso, haciendo referencia a estas técnicas de engaño y manipulación de los ciudadanos. Esto se hizo mediante los medios de comunicación, principalmente prensa, y también mediante mítines y grandes concentraciones; donde los oradores y todo el espectáculo que les acompañaba trataban de atraer a la gente. El psicólogo social Alex Carey explicó el porqué de este desarrollo de las técnicas de propaganda y persuasión: el siglo XX se ha caracterizado por tres acontecimientos de gran importancia política: el crecimiento de la democracia, el crecimiento del poder de las corporaciones, y el crecimiento de la propaganda de las corporaciones como medio de proteger este poder contra la democracia.
Es el miedo a la democracia, a los deseos y voluntad de la población lo que impulsó que se crearan y financiaran estas organizaciones con el fin de precisamente poder controlar el pensamiento y el comportamiento de las personas. El gran poder que ansiaban y lograron tener las corporaciones es antidemocrático y, por tanto, no se puede esperar que la gente apruebe algo que les va a perjudicar de forma muy notoria. Por ello, se requiere de técnicas de manipulación, de engaño, ya que la violencia está mal vista y al final se vuelve poco viable y cara. Por el contrario, el mostrar un mundo favorable a los intereses de las grandes compañías económicas y en el que la población terminase creyendo, dejando su responsabilidad como ciudadano en manos de otros que tomarían todo el poder sería y será el objetivo de estas campañas de relaciones públicas; en las que se invirtieron y se siguen invirtiendo enormes sumas de dinero y medios. El cine, la televisión, la prensa, la radio o la opinión de intelectuales, famosos o artistas contratados a propósito, tendrán un enorme poder de captación y convicción, arrastrando incluso a quienes en principio no mostraban ningún interés. Contra quienes denuncian o rechazan los motivos reales por el que se realizan estas campañas y no se dejan engañar o sobornar, se aplicará bien la censura, la descalificación pública o incluso la violencia, ayudado por cambios legales que recorten las libertadas y los derechos humanos. Todo esto se llevó a cabo con determinación en Estados Unidos en el periodo anterior y durante la Primera Guerra Mundial, y se continuaría haciendo en todas las guerras siguientes hasta el presente: la Segunda Guerra Mundial, la Guerra de Corea, la de Vietnam, Yugoslavia, Afganistán, Nicaragua, El Salvador, Irak, Libia, Siria?
Por cierto, en la guerra contra Libia se dijeron mentirás bastante más groseras que las dichas incluso en la guerra de Irak, y lo terrible es que la gente las creyó, provocando la destrucción del país con mayor nivel de vida de África y posibilitando el retorno del colonialismo.