soy un aficionado a la pesca que cuando puede sale al río a relajarse y si es posible, traer alguna trucha para degustarla a la navarra. Nací a la orilla del Ebro, donde pescaba barbicos utilizando para anzuelo un alfiler torcido y una caña de las de poner a las alubias del huerto. Así de simple. No teníamos recursos y soñábamos con tener una caña de las de verdad con anzuelos de arponcillo para que no se soltasen los peces tan fácilmente. Con los años seguí con la afición a la pesca que ya practiqué en condiciones, con caña y anzuelo normal. Los ríos se repoblaban de truchas, se pescaban y siempre había truchas en la temporada siguiente. No existía la pesca sin muerte.

Un día a alguien se le ocurrió que era mejor dejar de repoblar los ríos para salvaguardar la pureza de la autóctona trutta fario. Con la falta de repoblación, el aumento de contaminantes, la incontrolada disminución de caudales, y otras circunstancias, no tardó en bajar de forma alarmante la población truchera. Los entendidos resolvieron como solución que había que echar de los ríos a los delincuentes que pescan con anzuelo de arponcillo y se comen las truchas que pescan. Al mismo tiempo aparecieron por nuestros ríos otra especie de pescadores que también podíamos llamar alóctonos, con unos vadeadores hasta el sobaco, persiguiendo a las truchas a latigazos y pateando todo el cauce sin ningún respeto hacia la fauna ni al resto de pescadores.

Estos nuevos pescadores, carentes de autocrítica, aplaudieron la retirada del arponcillo, defendieron a ultranza su modalidad y consiguieron que los pescadores tradicionales abandonasen su afición. Ellos en cambio seguían dragando los ríos, destrozando frezaderos, aplastando alevines y pescando con ninfas lastradas, antes prohibidas. No se les prohibió la pesca desde el interior de los cauces en zonas de poca profundidad, ni se les obligó a que el cruce o vadeo de los cauces fuera transversal, evitando la circulación a lo largo de los mismos. Han impuesto sus normas.

No obstante la trucha continúa desapareciendo, su situación es tan catastrófica que nos ha llevado a estos datos: Antes se podía pescar unos 130 días por temporada, actualmente 5. Hace unos años se podían pescar 10 truchas al día, ahora 15 en toda la temporada. Antes se sacaban unas 35.000 licencias y actualmente no llagan a 20.000, la mayor parte de ellas para cangrejo y ciprínidos. Y yo, pescador viejo, me pregunto: Todos estos despropósitos, ¿no son motivo de decepción y cabreo monumental entre la mayoría de pescadores? ¿Quiénes son los responsables de este desaguisado?

El autor es pescador navarro