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El estado del ‘estar bien’, redefinir

No hay trabajo para todos todo el tiempo. A partir de esta constatación desagradable, conviene redefinir el estado del bienestar. Identificación que nunca me ha gustado porque representa una idea estática, de llegada y de estancia pasiva. Estado de estar bien se define como una acción continua que debe perseguirse colectivamente. El estado de bienestar, en una sociedad, siempre se ha llamado a tener satisfechas las necesidades. Por supuesto para toda la colectividad ciudadana. Pero, ¿se ha definido de qué necesidades estamos hablando, de su adecuación en el tiempo?

Por otro lado, en las necesidades reside el origen primero de la situación de empleo. La atención a las necesidades pone en marcha la actividad productiva de bienes y servicios, y el empleo. Hay una relación directa entre la atención a las necesidades y el nivel de ocupación y de empleo y el estado de estar bien. Lo primero, por tanto, cuando se definen políticas de empleo y de ocupación, es establecer qué nivel de actividad productiva puede o debe alcanzarse, a qué estado de estar bien podemos aspirar, qué necesidades deben satisfacerse y con qué tiempo de ocupación. Hablaba José Mújica, “lo que gastamos es tiempo de vida, compras con el tiempo de vida que tuviste que gastar”.

Yo distingo tres grupos de necesidades:

1. Necesidades básicas. Todos, extrañamente, incluso los políticos, tenemos claro de qué estamos hablando. Son las necesidades cuya atención debe ser responsabilidad exclusiva y obligatoria para los gobiernos democráticos: vivienda, salud, educación, colectivos especialmente desfavorecidos, estructuras de convivencia y de libertad. Realmente, las necesidades básicas se identifican con los derechos ciudadanos. Y la satisfacción de estas necesidades genera un primer nivel de actividad y de empleo público: médicos, educadores, servidores públicos, etcétera. Es impensable alcanzar un estado de estar bien sin atenderse este primer grupo de necesidades para toda la población. Como inexplicable es la decisión de gobiernos que recortan esta atención de las necesidades básicas y del empleo público que se elimina.

2. Necesidades sobrevenidas. Son las que podría decirse que han llegado con la propia evolución de la sociedad: vivienda digna dotada de servicios de agua, electricidad, comunicación, atención digna hospitalaria y servicios adecuados de urgencias y domiciliarias, dotación de recursos actualizados en la formación universitaria, etcétera. Atender estas necesidades, también de responsabilidad de los gobiernos, equivaldría a alcanzar un estado razonable y deseable de estar bien y constituye la base de un nivel de empleo óptimo. Y éste es un estado revisable en el tiempo que diferencia las diversas opciones políticas y que debe ser objeto del esfuerzo y la elección de cuantos componemos la sociedad.

3. Necesidades inducidas. Decía José Mújica, “inventamos una montaña de consumo superfluo”. El coche que alcanza los 200 kms, el cepillo de dientes eléctrico que no precisa mover la mano, el viaje exótico que se exhibe entre los amigos, la tablet que permite almacenar miles de libros y música que nunca lees o escuchas, la infraestructura que acorta el tiempo de recorrido que se dilapida en una espera administrativa. Son necesidades promovidas, inducidas y hasta impuestas por las grandes organizaciones y establecimientos del consumo que precisan la continuación imparable de su negocio y beneficio. La atención de estas necesidades inducidas dan lugar a un empleo engañoso y precario.

Necesidades básicas y sobrevenidas forman un conjunto que, si se definen correctamente, nos darían la clave de qué empleo es capaz de tener una sociedad y que debe repartirse entre toda la población en disposición de trabajar y determinar el tiempo de ocupación y el tiempo de ocio, la actividad productiva sostenible y el estilo de vida saludable que nos daría el estado de estar bien deseable. “Un pequeño jardín, higos, queso y además dos o tres amigos: en esto consistía la opulencia de Epicuro”

Nota: Dedicado a Txaro, por sus hermosas cartas, que se ha marchado.