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La ‘radio de las mil colinas’

Ruanda, año 1994. La Radio de las Mil Colinas se dedica a incitar a sus oyentes contra los tutsis y los hutus moderados. El resultado es tristemente conocido: murieron cientos de miles de personas a machetazos. Ni siquiera hicieron falta artilugios más sofisticados. Así fue la historia. Y ya se sabe: aunque la historia no se repite, rima.

Es posible que esta radio no fuese la única culpable del genocidio ruandés, pero hoy en día sus líderes (Juvenal Habyarimana y Jean Bosco Barayagwiza) están condenados a cadena perpetua. Y desde entonces, cuando un medio de comunicación realiza una campaña muy radical contra un grupo de personas o instituciones se le dice aquello de que parece la radio de las mil colinas.

¿Qué existe en la cabeza de personas que se dedican a realizar actos tan salvajes como los recientemente vividos en Ankara o de manera cotidiana en muchos países musulmanes? Existen dos fases.

Primero, debe darse el contexto que sirva para poder captar a una persona en el ámbito territorial (por ejemplo, el barrio de Molenbeek en Bruselas o la escuela de Al Mukmin en Indonesia) y en el ámbito emocional (perspectivas vitales con una gran incertidumbre, escala de valores difusa y fácilmente permeable).

Segundo, el trabajo mental sobre cada persona. Las características principales pasan por la despersonalización de la víctima potencial. En Ruanda se denominaba a los tutsis como cucarachas. Cuando se identifica al otro como un animal despreciable matar no cuesta tanto. Y tan importante como lo anterior es la sensación de pertenencia. Un ejemplo de ello es muy curioso: la existencia de novatadas en los colegios. Cuando alguien ha superado esas pruebas ya es del grupo y entonces el coste de salirse del mismo es mucho mayor. Lo mismo ocurre en el ámbito de la violencia, como demuestra un célebre estudio que buscaba comprender la razón por la que en la Segunda Guerra Mundial padres de familia que llevaban una vida aparentemente normal se dedicaban a fusilar y gasear judíos en los campos de concentración con toda la tranquilidad del mundo. Todos daban la misma razón: “No podía fallar a mis compañeros”. Así, todos los que tienen dudas acerca de si lo que hacen es correcto se escudan en su pertenencia al grupo.

Eso sí, esto no explica las causas por las que personas europeas deciden enrolarse en el IS (Estado islámico). Para ello podemos analizar las razones que nos explica el danés Morten Storm, un antiguo yihadista: “En el norte de Europa, la red social y familiar no es muy fuerte y el islam atrae a la gente porque les da estabilidad social y la oportunidad de ser parte de una gran familia. En Europa hemos perdido nuestra identidad: nos hemos convertido en americanos, en capitalistas, superficiales? Falta una cultura propia y eso conduce a la gente al islam”. Así, Morten se enroló en el islamismo radical: “Éramos los únicos seguidores del único camino. Los demás se habían extraviado. Esa visión te hacía sentir muy poderoso”. Posteriormente, esta persona comenzó a dudar: “Sentí que mis 10 años como salafista habían sido una pérdida terrible, que había sido engañado y que otros seguirían mi destino a menos que se detuviera a esta gente”. A partir de aquí, Storm comenzó a colaborar con la inteligencia occidental.

Este párrafo es una selección de entrevistas realizadas a Storm para promocionar un libro (Mi vida en Al Qaeda) y encierra tres lecciones fundamentales. Primero, las estructuras familiares y sociales importan. Segundo, cómo nos ven y cómo se ven. Nosotros somos unos depravados que dedicamos la vida a la comida y a la bebida sin pensar en ninguna otra trascendencia ni propósito. Ellos se ven como los elegidos. Tercero, la única forma de salir de éste ámbito es pensar por uno mismo dudando de todo lo que vemos aunque para eso es obligatorio perder el miedo: tus compañeros del alma van a pasar a ser enemigos acérrimos.

Es vital comprender la fuerza del contexto y el trabajo mental sobre cada persona, basado en despersonalizar al enemigo y a cada militante, puesto que no les importa perder lo único que tenemos: la vida. Son tan sólo partes del grupo y fuera de él no valen nada. Escuchan la radio de las mil colinas todas las horas, en todos los sitios.

Así podemos aproximarnos a buscar formas para encauzar este problema, y estas pasan por crear estructuras sociales y familiares sólidas, enseñar a las personas a dudar, dudar y seguir dudando y trabajar sobre los centros educativos en los que se puedan introducir ideas más radicales. Las soluciones militares se las dejamos a los entendidos.

En definitiva, nos toca aprender a sobrellevar una incertidumbre adicional a todas las que ya teníamos. Nuestros vecinos pueden ser oyentes de alguna frecuencia de la Radio de las Mil Colinas.

www.asociacionkratos.com El autor es profesor de Economía de la UNED