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Socialdemócratas, socialistas, comunistas

Mira por dónde la presente campaña electoral se ha ido a enredar en un debate aparentemente semántico. Tiene su miga que mientras unos utilicen el apelativo de socialdemócratas como descalificación, incluso como insulto, otros se reclamen orgullosamente como tales, y lo mismo vale con los apelativos de socialistas o comunistas. Sucede que estos términos, como casi todos los que forman el lenguaje, son polisémicos, pueden tener distintos significados según por quién, dónde, cuándo y cómo se utilicen. En particular, muchos vocablos varían de significado con el paso del tiempo, no suele haber cosa más engañosa que, sin advertencia previa o matización alguna, citar un texto de una época en otra donde las palabras significan otra cosa e incluso, a veces, significan lo contrario. En el siglo XVIII invitar a un polvo significaba aspirar rapé o tabaco en polvo, hoy en día es una proposición a mantener relaciones sexuales, diferencia nada desdeñable.

Los términos socialismo y comunismo surgen en la primera mitad del siglo XIX e, inicialmente, funcionan como sinónimos. Acogen las tendencias políticas y filosóficas que, frente a la defensa a ultranza de la propiedad privada, base de la economía capitalista, del liberalismo de la época propugnan la propiedad social o común de los medios de producción y la promoción de los derechos de los trabajadores y se sitúan en la parte más a la izquierda del espectro ideológico, la más igualitaria. Saint-Simon, Fourier, Owen, Barmby, Proudhon, Bakunin, Blanqui, Lasalle, entre otros, además de Marx y Engels, se pueden considerar dentro de esa corriente muy incipientemente definida y organizada políticamente. En 1847 se funda en Londres la Liga Comunista y en 1848 Marx y Engels publican el Manifiesto Comunista, fundamentado en la idea de que toda la historia humana es una historia de luchas de clases y en la necesidad de la revolución por parte del proletariado. El propio Engels, en la edición inglesa de 1888, lo califica como la obra más difundida de la literatura socialista, pero explica que no pudieron titularlo Manifiesto Socialista porque el concepto se había desfigurado al abrazar el socialismo demasiada gente de la clase burguesa, mientras que el comunismo seguía estando vinculado a la clase obrera. Pero no se deja de utilizar el término socialismo, el propio Engels califica a las ideas expuestas por Marx y por él de socialismo científico. En 1869 se funda el Partido Socialdemócrata Obrero Alemán, que al unirse en 1875 con la Asociación General de Obreros Alemanes adopta el nombre de Partido Socialista de los Trabajadores, y en 1890 el definitivo de Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD). Es un partido influido por las ideas de Marx, aunque siempre convivieron en él sectores más revolucionarios y más reformistas. A su imagen surgen otro partidos con diversas denominaciones: Federación del Partido de los Trabajadores Socialistas de Francia, Partido Socialista Obrero Español, Partido Obrero Belga, Partido Socialdemócrata de Austria, Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Es decir, socialista y socialdemócrata también funcionan como sinónimos en esa época.

En la Asociación Internacional de Trabajadores fundada en 1864 confluyeron los diversos sectores que se agrupaban bajo la denominación de socialistas o comunistas, pero en la misma se produce la escisión entre los seguidores de Marx y los de Bakunin, estos serán conocidos como anarquistas o comunistas libertarios. En 1889 se funda la Segunda Internacional de la que quedan excluidos los anarquistas. La I Guerra Mundial y la Revolución Rusa suponen otra escisión en el movimiento socialista. Los partidos más reformistas apoyan la guerra, los más radicales apoyan la revolución. El Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, cuyo sector mayoritario o bolchevique liderado por Lenin se ha hecho con el poder, adopta en 1918 el nombre de Partido Comunista de Rusia, retomando una expresión que había ido quedando en desuso. El mismo año se funda el Partido Comunista Alemán por la corriente espartaquista, socialdemócratas disidentes de Rosa Luxemburgo y Liebknecht. Con el mismo nombre de comunista, y agrupados en la Tercera Internacional, se fundan otros partidos de ideología marxista-leninista cuyo modelo es la Revolución bolchevique y el régimen instaurado en la URSS. Aunque se reclaman parte de la corriente socialista, esta denominación va siendo aplicada preferentemente a los partidos socialistas o socialdemócratas que no siguen el modelo soviético de dictadura del proletariado sino posiciones más reformistas y que se agrupan en la Internacional Socialista que sucede a la Segunda Internacional. La mayoría de estos partidos abandonan el marxismo y renuncian a la sustitución del sistema capitalista optando por su simple reforma para suavizar sus aspectos más perversos. Su modelo sigue siendo el SPD que en 1959, a través del congreso celebrado en Bad Godesberg, abandona el concepto de lucha de clases y acepta la economía de mercado. Lo mismo hace el PSOE en su congreso de 1979. En los años noventa, el líder laborista británico Tony Blair y el del SPD Gerhard Schröder acentúan la evolución hacia un social liberalismo que se denominó Tercera Vía, aceptando buena parte de los postulados económicos de los neoliberales y generando la duda de si queda algo de socialismo en su ideología. Como fruto de esta evolución, el término socialdemócrata ha quedado desleído y llegado a ser utilizado por partidos situados claramente en el centro o la derecha y que poco tienen que ver con el socialismo, como la Federación Social Demócrata que formó parte de la UCD, algunos de cuyos miembros acabaron en AP, o el Partido Social Demócrata portugués, miembro del PPE.

En el campo de los partidos comunistas también hubo evolución y división en diversas tendencias. Tras la muerte de Lenin en 1924 se enfrentan Stalin y Trotski, saliendo vencedor el primero. Los troskistas critican la deriva autoritaria del estalinismo pero no pueden evitar que este se haga con el predominio del movimiento comunista. La Revolución china bajo el liderazgo de Mao Zedong, protagonizada por los campesinos y no por los obreros, crea una nueva corriente, el maoísmo, que considera que la URSS se ha burocratizado y caído en el revisionismo y propugna prolongar la revolución de forma permanente contra la mentalidad burguesa (revolución cultural). La crítica al modelo soviético, sobre todo después de la represión de los movimientos reformistas de 1956 en Hungría y 1968 en Checoslovaquia, genera la corriente llamada eurocomunista, sobre todo en Italia o España, que se aproxima a la corriente socialista o socialdemócrata en cuanto a criticar el totalitarismo y apostar por el sistema democrático multipartidista. Por el contrario, en la China postmaoísta se mantiene el sistema de partido único y de limitación de las libertades pero se evoluciona hacia la economía de mercado. La desaparición de la URSS en 1991 supone la desaparición de lo que se había considerado como el modelo más ortodoxo de comunismo y multiplica la dispersión del movimiento.

En cualquier caso, el socialismo sigue siendo un movimiento amplio de límites difusos, donde es frecuente la alianza o coalición de partidos más reformistas y más radicales, desde la socialdemocracia al comunismo, como sucedió en el Frente Popular de Francia o España en los años 30, en la Unidad Popular de Chile, en Izquierda Unida o en Grecia con Syriza.

En suma, lo mismo reclamarse socialista, que socialdemócrata, que comunista, o utilizar esos términos como descalificación, exigen explicar siempre a qué socialismo, a qué socialdemocracia o a qué comunismo se refiere uno, o qué época considera. Cualquiera de esas etiquetas se pueden aplicar a Marx, a Stalin, a Rosa Luxemburgo, a Gramsci, a Berlinguer, a Mao, a Pol Pot, a Pablo Neruda, a Tito, al Ché Guevara, a Gorvachov, a José Saramago, a Nelson Mandela, a Ernesto Cardenal, a Santiago Carrillo o a Julio Anguita, pese a las notables diferencias entre ellos, y la de socialista o socialdemócrata vale lo mismo para Mussolini (en su juventud) que para Dionisio Ridruejo (en su madurez), para Engels o Willy Brandt que para Felipe González, para Julián Besteiro que para Bernie Sanders y Jawaharlal Nehru, para Olof Palme que para Salvador Allende. En fin, que hay casi tantos socialismos como socialistas?