En defensa de la custodia compartida
En contestación a la a la carta de Inmaculada Narcue Toledano, publicada en DIARIO DE NOTICIAS el 21 de octubre, voy a empezar por negar la mayor. Navarra no es una comunidad especialmente avanzada en asuntos de igualdad de género, y mucho menos en custodia compartida. La Ley Foral 3/2011 no asigna ninguna preferencia sobre la custodia, y deja a criterio del juez establecerla a solicitud de uno o ambos progenitores. Las sentencias en Navarra están en línea con las del no muy avanzado Estado español. El Ministerio de Justicia recoge un total estatal: en el 70% de los casos la custodia es asignada a la madre. La custodia compartida sigue creciendo y alcanza un 25% (26% en Navarra). El exiguo porcentaje restante corresponde a la custodia paterna. La custodia compartida en Navarra está muy lejos del 34-36% de comunidades más avanzadas como Aragón o Valencia. Y a casi una o dos generaciones de los países con los que deberíamos compararnos, siquiera por desarrollo económico. En Alemania, la custodia compartida es la custodia por defecto, asignada sin juicio. En Navarra, en Euskadi y en España son especialmente preocupantes los casos de disputa por la custodia, donde, en la abrumadora mayoría de los casos, se aplica la máxima machista de “la madre cuida, el padre provee” casi a rajatabla.
La mala relación de los padres es, desde luego, una desventaja para la custodia compartida. La propia ley navarra la contempla así. No obstante, el Tribunal Supremo ha sentenciado recientemente que no basta por sí sola para impedirla. Además, hay mucho fingimiento y exageración sobre la relación negativa. El legislador muestra ya alguna cautela en la Ley Foral de 2011, si se leen con atención sus disposiciones adicionales. Por el bien de los menores, es deseable que los progenitores continúen con una relación afectuosa y basada en el respeto, claro está. Pero a los efectos de corresponsabilidad materno-paternal, basta con una comunicación fluida y un mínimo de fría cortesía. Si eso no es posible, siempre puede uno de los progenitores ceder la custodia al otro. El hecho de que esta cesión nunca se produzca nos da una idea de lo poco relevante que llega a ser, para las propias partes que levantan la objeción, este inconveniente.
No hay ninguna evidencia científica de que los niños y niñas tengan una especial dependencia de su madre más allá del destete. Es un lugar común del hetero-patriarcado, sin ninguna base. Durante siglos, antes de la introducción de la higiene en los partos, muchos de ellos se han visto obligados a criarse sin sus madres y han sido unos adultos felices y de provecho. Los niños y niñas simplemente necesitan tener un adulto que les quiera incondicionalmente. Si realmente creyéramos que los menores de 7 años necesitan estar más con sus madres, nos congratularíamos de que la inmensa mayoría de las excedencias y reducciones de jornada por cuidado de hijos las asumieran las madres. Sacaríamos leyes para retrasar la incorporación de las mujeres al mercado laboral. Impediríamos a las parejas de gays adoptar niños o niñas pequeñas. No les dejaríamos acogerse a las prestaciones para cuidado de un bebé tras una gestación por sustitución (vientre de alquiler). Pero hacemos todo lo contrario desde el Gobierno de Navarra o, recientemente, desde el Tribunal Supremo.
En las entrevistas de trabajo, hoy en día, a las mujeres en edad les preguntan por sus planes reproductivos. A los hombres nunca. Hay una batalla por la igualdad, contra la feminización del paro y de la pobreza, contra la brecha salarial, contra los techos de cristal en las empresas. Durante nuestra vida hemos visto cómo las hazañas más conspicuas las realizaban hombres, padres de familia que tenían una abnegada esposa en casa cuidando de los hijos. El día de mañana veremos a mujeres liderar expediciones a Saturno, mientras el padre lo ve por Internet y le cuenta a su hija lo orgulloso que está de mamá. Para que ese día llegue la batalla empieza ahora, aquí, en Navarra. La batalla por la igualdad es también la batalla por la custodia compartida.
El autor es doctor y padre