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Cuando la mentira es delito

Que mentir no tiene consecuencia alguna en la actividad política es algo ya sabido. Se miente a sabiendas de que descubierta la mentira no ocurre nada. Y se pasa a la siguiente mentira sin rubor. Una semana después de la declaración de Rajoy ante el tribunal que juzga el caso Gürtel de corrupción en el PP cada vez son más evidentes las pruebas de que el presidente del Gobierno mintió en su estrategia de separar su responsabilidad política de las decisiones económicas en su papel en la dirección del PP. Los hechos le desmienten con el simple método de recurrir a las hemerotecas escritas y visuales de años atrás. Rajoy no sólo conocía los entresijos económicos y de financiación del PP, sino que en buena parte del tiempo en que se expandió Gürtel fue el máximo responsable de esas áreas. Mentir en política no tiene consecuencias, es la protección de la impunidad. Pero mentir ante el juez prestando declaración como testigo en un proceso judicial es un delito penado en el Código Penal. Y por mucha impunidad, encubrimiento y apoyo judicial -el presidente del tribunal trató por todos los medios de impedir que las preguntas de las acusaciones metieran a Rajoy en el problema de la mentira, sin lograrlo-, con la carga de un posible delito así difícilmente puede seguir al frente de un Gobierno en un modelo democrático. Incluso en el español. Posiblemente, era imposible que Rajoy pudiera escaquearse de sus responsabilidades en el complejo mundo de la corrupción del PP -los sms con Bárcenas son una prueba de complicidad en sí mismos- y, por ello, ha acabado tropezando en la piedra que apunta a la mentira como delito.