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¿Y si las apariencias engañan? Navarra como ejemplo

¿Y si la opinión pública española mayoritaria no coincide con la opinión publicada en los grandes medios de Madrid? No lo digo sólo por el fiasco de asistencia al acto que convocaron PP, Ciudadanos y Vox al que se sumaron entre otros UPN y grupos ultras y neonazis el pasado domingo. Fue un disparate político que reunió a muchos menos miles que los que sus convocantes esperaban. Más teniendo en cuenta que ese disparate derechista y ultra para convocar elecciones anticipadas, romper la mayoría en el Congreso que apoyó la moción de censura contra Rajoy y echar a Sánchez había contado con el apoyo masivo de la mayor parte de los medios. Lo digo también porque quizá el apoyo a la vía del diálogo y el acuerdo democrático como solución al conflicto político con Catalunya tenga mayor apoyo en la sociedad española que los que dirigentes políticos y opinadores y periodistas quieren hacer creer. Es cierto que el Gobierno deambula entre la nada y la contradicción, en el PSOE ministros y dirigentes territoriales se afean reproches mutuos y apenas ya los cada vez más vacíos intentos de sustituir eficacia por propaganda ocupan el tiempo de la sociedad. Pero tampoco parece consolidarse la vía del frente derechista y ultra como alternativa real en el conjunto del Estado. Al contrario. Quizá Andalucía no fuera un síntoma, sino una excepción fruto de su propia coyuntura política. No parece que esa vía tenga capacidad suficiente en Navarra ni con la suma de una UPN en evidente retroceso. Más bien parece que la tendencia política de la sociedad navarra camina en sentido contrario. Tampoco en otros territorios del Estado. Puede ser que el músculo supuesto y aireado de ese frente de la España centralista y uniforme sea más apariencia que realidad. Y las apariencias engañan. Su mayor fortaleza reside precisamente en el descreimiento de la sociedad respecto a la política, la puerta que abre el camino de entrada -ya ha ocurrido en otros estados de la UE- al nuevo extremismo de derechas, autoritario, xenófobo y reaccionario. La exaltación mediática de esa política instalada en la estrategia de la apariencia y la confusión como instrumentos sobre los que intentar cimentar el hartazgo y el desencanto ciudadano hacia la abstención electoral. Sobre todo entre las capas más jóvenes de la sociedad. Ese sí es un riesgo real. Pero ¿y si de lo que realmente está cansada y desapegada la opinión pública es de esa bronca permanente, de la política tóxica de insultos, mentiras, amenazas y confrontación? Navarra es un ejemplo del fracaso de esa estrategia en manos de UPN, PP y PSN -al que también lastra ahora los incumplimientos del Gobierno de Sánchez con importantes cuestiones de interés general para los navarros y navarras- y ahora además de Ciudadanos y Vox, que utilizan esta tierra y sus ciudadanos como un mero campo de propaganda partidista para sus intereses políticos en el resto del Estado. Navarra afrontará dos elecciones en apenas un mes, el 28 de abril las generales y el 26 de mayo las forales, municipales y europeas. No son unos comicios intrascendentes. Navarra se juega no sólo el mantenimiento de las capacidades de su autogobierno foral, en serio riesgo de nuevo, sino la continuación de un proyecto político, económico y social para este siglo XXI que le mantenga entre los territorios más avanzados de Europa. Tiempos de pensar, de política de altura y de acertar.