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Dicastillo se viste de luto

Acaba de llamarme Lucrecio Luquin diciendo que ha fallecido el cura eterno de Dicastillo, Enrique Arellano Chocarro. Tengo en mis manos el libro de este encantador cura de pueblo titulado Aires de jota de un cura rural. Me lo regaló el bueno de Enrique a través de Lucrecio, por cierto, abuelo de mis nietos Urko y Iosu. Tenemos una amigable competencia sobre quién quiere más a estos nietos, de momento el resultado es un empate. Aconsejo a mis numerosos lectores y lectoras de nuestro Diario de Noticias que compren este libreto a la Sociedad de Corralizas y Electra de Artajona.

Hace un montón de años, creo que por Valencia, se celebró un festival de villancicos, y mi buen amigo Enrique quería presentar uno en euskera. Se armó la de Dios es Cristo. No fue posible. Para poder hacerlo tenía que contar con la autoridad competente, es decir con el obispo de turno. Estas cosas pasan también entre religiosos que, a pesar de todo, tienen en común el mismo Dios. Ver para creer. La organizadora de este festival de villancicos comentó que con este deseo lo único que conseguía era perjudicar al euskera. Leído por mí hace un montón de años, faltaba escuchar tal tontería. En la página 68 del libro saludó Gladys del Estal. Tomen nota:

No han de poner en Tudela

una central nuclear

en su lugar habrá rosas

como Gladys del Estal.

Está claro que mi amigo Enrique y un modesto servidor mamamos de la misma leche. Por cierto, no estaba de acuerdo con el celibato. Un verdadero problema para religiosos y religiosas del mundo entero. Si fuesen de plástico no habría problemas, pero no son de plástico. Todo esto con el debido respeto tanto a religiosos como religiosas.