A diferencia de lo que sucedía con sus vecinos de Estados Unidos o Canadá, muchos de los países de Centroamérica y Sudamérica han visto marcada su historia por la pobreza, la corrupción, la violencia y las dictaduras.Estas últimas décadas se ha producido una evolución positiva. Con la excepción de Cuba, las diversas naciones se fueron dotando de gobiernos democráticos. Pero parece que, en parte, hay una vuelta atrás. Primero y ya desde hace años fue en Venezuela. Después se degradó la situación en Nicaragua o Bolivia. Ahora es muy preocupante lo que ocurre en Colombia. Desde que tuvo lugar la desmovilización de las FARC, tras los acuerdos del año 2017, los exguerrilleros están siendo asesinados de forma metódica. Las víctimas son ya cerca de doscientas. Resulta difícil de creer que algo así pueda suceder sin la connivencia de aparatos estatales. Es muy grave. Si resurge el conflicto, Colombia seguirá condenada a la violencia y al subdesarrollo.Son necesarias unas democracias fuertes. Esas caravanas de desheredados que se dirigen a los Estados Unidos muestran la imagen patética de un fracaso colectivo en sus respectivos países. Pero para que las naciones mejoren, no hay que esperar milagros. Resulta preciso el trabajo tenaz y en todos los ámbitos. Por ejemplo, en Europa, Japón, Norteamérica o Corea del Sur, la generalidad de la población tiene acceso a los anticonceptivos y a la información correspondiente. Pero aquí, los índices de natalidad son tan grandes, que hacen muy difícil la lucha contra la pobreza. La historia de todos los países del mundo tiene luces y sombras. En este sentido, Subamérica es ese estado de ánimo negativo, que afecta a parte de su población y deber ser superado para alcanzar un futuro mejor.Por otra parte, aunque el esfuerzo principal les corresponde a estos países, la Unión Europea también tiene que colaborar. Vivimos en un mundo globalizado que lucha contra el cambio climático. El deterioro de una de sus partes termina afectando al resto. Sus problemas serán también los nuestros.